Mujer blanca ‘reportera’ busca… ¡Una hora! ¡60 minutos exactos, ni uno menos! Para rememorar su prodigiosa vida en el documental ‘Joana Biarnés, una entre todos’, dirigido por Fernando Olmedo Nicolás y emitido en el ‘Imprescindibles’ de La 1, en TVE. Porque no todo va a ser un ‘concurchof’ gastronómico en el que los supertacañones del jurado humillen a sus pupilos por no haber sabido freír un huevo con puntilla. Existe otra forma de hacer televisión. Pública. La buena. Y, a estas alturas del partido, lo cierto es que uno alucina cuando se topa con ella. Me ocurrió a mí. El otro día. Zapeando como estaba cual poseído por el mismísimo Belcebú.

Aluciné en colores, la verdad, con el redescubrimiento de esta ‘imprescindible’ en la historia del fotoperiodismo español. Cierto es que había oído hablar de ella. Pero vagamente. Como le llegan a uno, en ocasiones, las historias de algunos fantasmas de tiempos pasados. Pionera en un mundo entonces dominado por varones. Cuando ser fotógrafo de prensa era, como los chupitos de Soberano, cosa de hombres. De hombres muuuuy hombres. De señorones con mostacho que vivían al filo del breve abocados al viejo/nuevo síndrome periodístico de las tres des: depresivo, divorciado y dipsómano. Vaya planazo, sí. Pero ahí llegó ella. Se instaló en el descansillo de una profesión ‘soberana’ que se ejercía tras frondosos mostachos. Llegó a ella, a la canallesca machirula, inspirada por su padre. Y la propia Joana, a sus 83 ‘primaveras árabes’, repasa su infancia, sus comienzos y su carrera profesional ilustrándolos con profusión de fotones. Los suyos.

Empezó echado una mano a su padre. Haciendo fotos de ciclismo, de hockey y algo más. “Pero el día que tocó ayudarle en el fútbol –rememora la propia Joana, con media sonrisa sobrada de sana ironía instalada en un rincón de la boca–, eso ya fue el desastre. Salgo al campo y empiezan a silbar. Bueno, yo me voy para la portería, me siento y tal, y me llega el árbitro. Y me dice que qué hago allí. Yo le digo que instalarme para hacer las fotos. Y él me dice: “No, es que esto es para fotógrafos”. Y yo le digo: “Yo soy fotógrafa”. Y él: “No, no, no, no, usted es una mujer”. “¿Qué pone aquí? Juanita Biarnés, fotógrafo. Estoy autorizada”.

“Mientras tanto, el público, venga: “¡A fregar platos!”, “¿Buscas novio?”, prosigue. “Menos guapa, me llamaron de todo. Yo tenía una cosa aquí dentro que decía: “¡Me cago en ‘dena’, lo que tengo que aguantar! Yo siempre quise que pusieran [en las acreditaciones de prensa] ‘fotógrafo’. Más que ‘fotógrafa’. Yo quise invadir el terreno ‘fotógrafo’”.

Aparece Colita, otra mítica ‘mochilera’ de aquellos maravillosos años, y suelta, en plan rollo ‘Cuéntame’, aunque con gracia: “Y, además, no se vestía de payaso como los fotógrafos normales, que siempre vamos que parece una porquería. No, ella iba realmente muy bien vestida. Su falda tubo, sus tacones y su cámara. Monísima”.

El resto es Historia. De las buenas. Con hache mayúscula. Historia y fotos artísticas con Ramón Masats, captadas con ese blanco y negro que cruje al ser observado. Fotos de prensa. A los Beatles. Instantáneas robadas a Polanski. Retratos a Orson Welles, Serrat, Dalí y a todo el que se cruzase en su camino. A todo dios. Historia viva. Reciente historia. E imprescindible. Aquí está.

El periodismo actual está como está, es decir, algo más que pachucho, pero llega el momento de asomarse a sus tiempos de gloria en riguroso blanco y negro (con censura previa). O de escuchar a quienes estuvieron allí. Juana estuvo. Rodeada de hombres.

Y se convirtió en la mejor.

Tiró la toalla el día en que le dijeron que, para vender fotos en la prensa rosa, tenía que fotografiar a Lola Flores disfrazada de rey Baltasar. Ahí lo dejó. Como los valientes. Cuando vio que su profesión empezaba a convertirse en otra cosa. En lo que hoy es. Olé por ella.

Fundido a negro.

Hoy confiesa Joana Biarnés sentir una impotencia tremenda. La edad no perdona. Aun así, ha vuelto a hacer fotos: “Ahora que estoy con un 30 por ciento de visión, se confirma lo que siempre he dicho: que los fotógrafos disparamos con el corazón”.

Eso es, con el corazón.