La 'curva de la infelicidad' que se alcanzaba a partir de los 40 años ha sido sustituida por un pico en la juventud.

La 'curva de la infelicidad' que se alcanzaba a partir de los 40 años ha sido sustituida por un pico en la juventud. Pablo García Santos / EL ESPAÑOL

Salud

La 'curva de la infelicidad' ha muerto: el pico de malestar vital ya no se alcanza en la mediana edad sino desde la juventud

Un estudio mundial señala que la percepción de la infelicidad ya no repunta a partir de los 40 años, sino que está en máximos desde los 20.

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En 2008, los estudios de ciencias sociales que abordaban el concepto de felicidad se dieron cuenta de un fenómeno: la percepción de este sentimiento no progresaba de forma lineal a lo largo de la vida. Para las personas encuestadas, el malestar se mantenía estable en niveles moderados entre los 18 y los 40 años, para escalar y tocar techo alrededor de los 50 años.

A partir de ahí, sin embargo, la sensación de malestar se iba atenuando a medida que los encuestados envejecían para recuperar el nivel de la juventud e incluso superarlo de largo a partir de los 65 años. A esta 'joroba' en la progresión se la bautizó como 'curva de la infelicidad', y marcaría el 'bache' en el que las circunstancias vitales presentarían mayores dificultades.

Las interpretaciones sociodemográficas son múltiples: la juventud es época de plenitud física y social, pero preñada de incertidumbres; la mediana edad trae declive biológico y mental, además de mayores cargas sociales y estrés; finalmente, la tercera edad traería, salvo casos de grandes discapacidades, el paso a una forma de vida más tranquila y el bienestar asociado a la sensación de realización.

Esta concepción ha saltado por los aires tras la publicación en Plos One de un estudio realizado con datos de participantes de todo el mundo. La trayectoria de la infelicidad en la vida de las personas ya no dibuja una curva en la mediana edad, sino que parte de máximos desde muy jóvenes, entre los 19 y 25 años de edad. A partir de ahí, toma una tendencia descendente hasta atenuarse de nuevo en la sesentena.

El equipo de David Blanchflower del Dartmouth College detectó este fenómeno por primera vez en Estados Unidos y Reino Unido, al trabajar con encuestas longitudinales realizadas respectivamente en 2023 y 2024. A continuación, cotejaron los resultados con la encuesta Global Minds realizada entre 2020 y 2025 en 44 países, incluida España.

La 'curva de la felicidad' tal y cómo era hace una década, frente a la caída continuada actual.

La 'curva de la felicidad' tal y cómo era hace una década, frente a la caída continuada actual. Blanchflower et al., 2025, PLOS One

"El estudio rompe con una evidencia empírica, y una de las regularidades más citadas en ciencias sociales: la curva en U del bienestar y la joroba del malestar con la edad", explica Maite Garaigordobil Landazabal, especialista en Psicología Clínica y catedrática de Evaluación y Diagnóstico Psicológico de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) en declaraciones a Science Media Centre.

"Esa forma ha desaparecido, siendo sustituida por un descenso del malestar con la edad", detalla Garaigordobil. La causa hay que buscarla en el auge de los trastornos mentales en los jóvenes. "El hallazgo de que la salud mental juvenil se ha deteriorado más que la de adultos mayores es relevante y preocupante, y conecta con debates actuales sobre redes sociales, desigualdad generacional, efectos de la Covid-19, precarización laboral...".

Cómo ajustar la curva

Estos hallazgos son preocupantes para los investigadores porque, si bien la fluctuación del malestar es inevitable a lo largo de la vida, los resultados dibujan un sufrimiento incrementado precisamente entre los más jóvenes. "Invertir en el bienestar y la salud mental del alumnado no solo mejora el clima escolar y el rendimiento académico, sino que garantiza un desarrollo humano más equilibrado y resiliente de las nuevas generaciones", apunta Garaigordobil.

Eduard Vieta, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona y jefe del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona, afirma por su parte que comparte algunos de los factores señalados como fuente de malestar. A destacar, "el limitado poder económico y acceso a la vivienda, y especialmente el impacto de las redes sociales a través de los teléfonos inteligentes, que globalizan el malestar y radicalizan las percepciones sociales".
"Pero creo que falta mencionar también, de forma más global, el contraste entre las expectativas y la realidad", matiza. "Las generaciones jóvenes de la mayor parte de países incluidos en el trabajo han recibido una educación muy sobreprotectora y han desarrollado una baja tolerancia a la frustración. Creo que este aspecto es también relevante para explicar su malestar emocional".