Marcos Díaz-Gay fotografiado en el CNIO.

Marcos Díaz-Gay fotografiado en el CNIO. CNIO

Salud

Los oncólogos, tras la pista que relaciona las infecciones de E.coli con el cáncer en jóvenes: "Es la primera hipótesis sólida"

La investigación publicada en Nature abre la puerta a conocer los factores de riesgo que pueden estar tras el aumento de casos en menores de 50 años.

Más información: "No es rentable": los médicos desconfían de ampliar el cribado de cáncer de colon pese a su aumento en jóvenes

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El aumento del cáncer colorrectal en jóvenes parece imparable. Al menos así lo reflejan los registros y las investigaciones sobre el tema. En las últimas décadas, esta enfermedad, atribuida principalmente al envejecimiento, no ha dejado de aumentar su incidencia en los menores de 50 años. A pesar de estos datos y los intentos de los investigadores, todavía no se ha podido encontrar el origen de este fenómeno. Ahora, un consorcio internacional en el que ha participado el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) ha encontrado lo que puede ser el principio de esa respuesta.

Los investigadores han encontrado una relación entre el desarrollo temprano del cáncer colorrectal y la colibactina, producida por algunas cepas de la bacteria Escherichia coli. Los resultados vieron la luz ayer en la revista Nature. Esta toxina imprime una firma genética distintiva en el ADN de las células del colon, que puede aumentar el riesgo de padecer la enfermedad de manera temprana.

Marcos Díaz-Gay, primer autor del trabajo y jefe del grupo de genómica digital en el CNIO, se muestra cauto y reconoce que, aunque es una gran noticia, solo es el principio del camino. “Es un primer paso de cara a conocer los factores de riesgo que pueden estar detrás de este aumento de casos”. Lo que tiene claro es que la colibactina no va a ser el único determinante para desarrollar cáncer de colon antes de los cincuenta años.

Este hallazgo, aunque primario, es “la primera hipótesis sólida” en el misterio del aumento de esta patología entre los adultos jóvenes, defiende Andrés Muñoz, portavoz de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Si bien no es la clave definitiva, sí que puede ayudar a averiguar qué está pasando con esa tendencia ascendente, añade quien también es oncólogo médico del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid.

En la misma línea, Isabel Portillo, investigadora del grupo Biomarcadores en Cáncer del Instituto de Investigación Sanitaria Biobizkaia, deja claro que no es la clave que desentrañará este misterio médico, más bien: “Puede ser un factor de riesgo más”. Para la experta, hay que valorar otros agentes que puedan alterar el inicio o la progresión de estos tumores.

Los adultos jóvenes diagnosticados con esta patología no suelen tener antecedentes familiares de la enfermedad ni muchos factores de riesgo conocidos. Por lo tanto, se sigue investigando en los agentes que menciona la experta. Algunos de ellos son, por ejemplo, la obesidad, la hipertensión u otros relacionados con los hábitos de salud como el tabaquismo.

También hay que conocer cómo influye cada uno o la combinación de los mismos, continúa Portillo. “La genética claramente está relacionada con todos los cánceres”, señala. Precisamente, la variedad de factores y el desconocimiento de cómo afectan son los dos motivos principales de esa gran dificultad por avanzar en la prevención del cáncer colorrectal en los jóvenes, señala Muñoz.

“Es una enfermedad compleja con muchos factores de riesgo implicados y la gran mayoría o muchos de ellos, los desconocemos”, afirma el experto de la SEOM. Conocer, por tanto, este nuevo elemento, abre una nueva idea y permite a los investigadores estudiar si se podría intervenir en los niños que desarrollen esta infección para evitar que 30 años después desarrollen un cáncer de colon.

Una puerta a la esperanza

Los resultados de la investigación abren la esperanza a que esa dificultad en la predicción del riesgo se disipe, cuenta Díaz-Gay. “Este es un factor de riesgo prevenible”. Muñoz está de acuerdo y agrega que la nueva información abre la puerta a entender estas bacterias y poder intervenir sobre ellas.

Otra arista que ofrece este estudio es la de ampliar la comprensión de otros factores que puedan influir para desarrollar la patología. “Vemos un poco cómo los distintos cambios de estilo de vida o el uso de antibióticos pueden estar modificando nuestra microbiota intestinal y que eso puede tener un efecto”, dice su primer autor.

Ahora, el siguiente paso es preguntarse cómo se produce la exposición a estas bacterias y la manera de evitar que los niños contraigan esta infección, dice Díaz-Gay. También puede ayudar a averiguar qué estilos de vida son más propicios a causar cáncer o cómo pueden averiguar los médicos si la gente ya tiene estas mutaciones. “Esas son las preguntas a futuro que tenemos”, ilustra el investigador del CNIO.

Muñoz sabe que la colibactina no es la única causa de esta tendencia ascendente en adultos jóvenes, pero reconoce la importancia de conocer un factor que puede ayudar en esta carrera contrarreloj contra el cáncer colorrectal. “Nos hace pensar que podemos modificar ese riesgo e intentar reducir la epidemia que estamos viendo”.

Este hallazgo muestra la necesidad de realizar estudios específicos en adultos jóvenes. El envejecimiento sigue siendo el condicionante principal para padecer la enfermedad y hay mucha investigación en personas mayores. No obstante, el cambio de tendencia es evidente y hay que actuar en consecuencia, señala Díaz-Gay. “El mundo y la vida están cambiando y necesitamos entenderlo”.