La córnea del ojo izquierdo de Gustavo tiene 138 años.

La córnea del ojo izquierdo de Gustavo tiene 138 años. Imanol Rimada

Salud

Gustavo, el farmacéutico asturiano que vive con una córnea de 138 años: "Me la cosieron con aguja e hilo"

En 1974, con 14 años, le trasplantaron una córnea donada por una mujer de 87. Hoy en día es el "tejido humano más longevo".

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Los ojos de Gustavo Fernández han visto muchas cosas, pero uno más que otro. Este farmacéutico asturiano de 66 años recibió un trasplante de córnea hace medio siglo. "Tuvieron que cosérmela con aguja e hilo", recuerda.

La córnea trasplantada, que le permitió recuperar la vista en su ojo izquierdo, no era precisamente nueva. La donante fue una mujer que murió con 87 años, en 1974. Gustavo fue operado con 14.

Si sumamos los 87 años de la donante y los 51 que han pasado desde el trasplante, la córnea del ojo izquierdo de Gustavo tiene 138 años.

"Posiblemente, es el tejido humano vivo más longevo, yo no he visto nada igual", apunta José Alfonso Sánchez, responsable de la Unidad de Córnea y Cristalino en el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, que revisa la visión de Gustavo desde el año 2000.

La persona viva más longeva es la brasileña Inah Canabarro Lucas, que tiene 116 años y 298 días. La francesa Jeanne Calment, que se considera el ser humano más longevo de la historia cuya edad ha sido verificada, murió con 122 años y 164 días.

La córnea de Gustavo supera con creces estos récords.

No es el único caso de tejido centenario en un portador más joven. El hígado, gracias a su capacidad de regeneración, cuenta con varios casos, no muchos: un estudio de los órganos trasplantados en Estados Unidos entre 1990 y 2022 concluyó que había 25 que sumaban, entre la edad del donante y la del receptor, más de 100 años. El de mayor duración llegó a los 108.

En España ha habido 17 casos de hígados trasplantados centenarios. El más longevo duró 109 años y pasó los últimos 24 en las entrañas de un hombre de Barcelona que murió en 2021 a los 70 años.

Ninguna de estas cifras se acerca a la córnea de Gustavo, que promete seguir dando guerra. "Estoy perfectamente, sin problema ninguno", comenta su portador, ya cumplidos los 66 años.

Cuando tenía cinco años, la situación era diferente. Todo empezó, dice, con una vacuna de la varicela —"no estaba en el calendario pero se ponía a criterio de los médicos"— que, al basarse en un virus atenuado pero activo, le generó un herpes en el ojo izquierdo. "Empecé a tener molestias y perder un poco de visión. Mis padres me llevaron a diferentes oftalmólogos de Oviedo, donde vivíamos; todos me dijeron que tenía conjuntivitis y me dieron gotas, pomadas, etc. Pero no mejoraba".

Desde fuera se veía como un ojo rojo, pero Gustavo iba perdiendo visión. "Al final no veía ni formas, solo manchas oscuras". En su periplo por diferentes oftalmólogos, sus padres llegaron a la consulta de los hermanos Luis y Álvaro Fernández-Vega.

De Oviedo a Salamanca, Madrid y Barcelona

"Nada más ver el ojo, Luis Fernández-Vega dijo que esto no era una conjuntivitis sino una queratitis como la copa de un pino". Es decir, una inflamación de la córnea, el tejido transparente que cubre el iris y la pupila.

"Vio que la única solución a largo plazo sería un trasplante de córnea". A partir de ahí comenzó otro periplo, esta vez por todo el país. Primero, a Salamanca, donde estaba Rafael Bartolozzi, que había sido profesor de los Fernández-Vega, que confirmó el diagnóstico y el tratamiento.

Gustavo, retratado en Gijón, está jubilado y aprovecha para hacer alpinismo.

Gustavo, retratado en Gijón, está jubilado y aprovecha para hacer alpinismo. Imanol Rimada

Luego, a Madrid, a donde acababa de llegar Ramón Castroviejo, "eminencia mundial de la Oftalmología". Este logroñés trabajaba en la Clínica Mayo de Nueva York —se había nacionalizado estadounidense en 1936— y estaba asistiendo a un congreso médico en la capital española.

Les atendió en el mismo hotel y su dictamen fue el mismo. "Nada más verme, dijo que necesitaba un trasplante". Le consiguió un medicamento experimental que solo estaba disponible en Estados Unidos, pero la situación seguía sin mejorar.

Gustavo y sus padres llegaron, por último, a Barcelona, donde ejercía Joaquín Barraquer, pionero mundial en la cirugía de corrección de la miopía mediante la introducción de una lente ocular. "Operaba a jefes de estado pero también a gente que, como nosotros, no teníamos excesivos recursos, y le interesó mucho mi caso".

Gustavo llegó a la Ciudad Condal con 14 años, casi una década después del herpes, y allí pasaría tres meses. "La empresa de mi padre, Hidroeléctrica del Cantábrico, nos ayudó mucho, y en mi instituto también nos pusieron facilidades".

Barraquer realizó el trasplante a pulso, con aguja e hilo. "Ahora es una cirugía ambulatoria que se hace mediante láser pero yo tuve que estar los primeros 15 días en la cama sin mover la cabeza".

Cuando le destaparon el ojo intervenido, "fue impresionante". Ya se había acostumbrado a ver con un solo ojo, "vives pero te cuesta". Ahora recuperaba la percepción de la profundidad y parecía tener ante sí un mundo nuevo. Tras tres meses en Barcelona por si se producía un rechazo del tejido, "no he vuelto a tener ningún problema con el ojo".

No se ha privado de nada. En este tiempo ha compaginado su profesión de farmacéutico (tuvo durante treinta años un local en Gijón) con su pasión por la montaña. "Durante el año hago alpinismo por España pero cada verano voy una o dos veces a los Alpes". Además, recuerda, "me he podido bañar en el mar todo lo que quise, sin gafas".

Una córnea excepcional

El caso de Gustavo excepcional por varias razones, apunta José Alfonso Sánchez,su médico. Primero, porque se operó muy joven, con 14 años, "pero era una situación de urgencia".

Segundo, porque las córneas se deterioran con el paso del tiempo. "Es una de las cosas que más nos llama la atención. En el año 2000 tenía como 900 células endoteliales por milímetro cuadrado. Hoy, 25 años después, tiene 700. Eso quiere decir que la córnea que recibió tenía, aun siendo octogenaria, entre 2.500 y 3.000 células, una población increíble".

Además, "no ha tenido ninguna recidiva del herpes grave ni un rechazo del trasplante, ha estado bien controlado todos estos años, viene siempre a las revisiones..."

La última prueba fue una operación de cataratas a la que tuvo que someterse en 2023. "Me pusieron una lente bifocal: veo bien de dos metros para adelante pero, de dos metros para atrás, por ejemplo, para leer el periódico, necesito gafas. Y en lugar de llevar unas en el bolsillo y ponérmelas para leer, llevo unas graduadas porque estoy con gafas desde los 5 años y sin ellas me siento desnudo".

El doctor Alfonso recuerda que temían que la córnea no resistiera la operación de cataratas, pero lo hizo sin problemas. Con todo, la pérdida de células endoteliales hará que Gustavo requiera tarde o temprano un nuevo trasplante de córnea, pero esta vez será parcial.

"La córnea es como un sándwich, con tres capas: el endotelio es la del interior del ojo y solo necesitaríamos quitar las células que se han deteriorado, lo que se llama trasplante lamelar. El resto de capas pueden aguantar otros 20 o 30 años más".

Hoy en día, un herpes como el de Gustavo se solucionaría fácilmente. Existen pomadas con actividad antiviral y detectándolo a tiempo se solventa sin generar mayores problemas.

Los trasplantes de córnea, eso sí, son mucho más habituales. "Los hacemos todas las semanas", apunta Alfonso. "En 1974 era algo excepcional". Hay enfermedades propias de la córnea, como el queratocono y la distrofia de Fuchs, que la requieren.

Es más habitual que haga falta por traumatismos, sobre todo quemaduras de origen químico, e infecciones. "Las infecciones han aumentado mucho por el uso de lentes de contacto", recuerda el oftalmólogo.

La visión de Gustavo no es perfecta. Casi una década de deterioro de la visión le causó un ojo vago en el izquierdo, el trasplantado. Tras la operación, recuperó el 80% de la vista en ese ojo pero aún hoy tiene la suficiente agudeza para renovarse el carné de conducir.

El asturiano es, además, un paciente modélico, que no ha faltado a una sola de las revisiones que tiene desde hace medio siglo. "Me gustaría que hicieras hincapié en mi agradecimiento a los doctores Fernández-Vega", se despide antes de finalizar la conversación con el entrevistador.

"Me salvaron el ojo, les guardo gratitud eterna por su implicación, su profesionalidad y su praxis extraordinaria. También al doctor Alfonso, que es el que me está haciendo las revisiones y que, posiblemente, me haga el nuevo trasplante".