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La interminable escalada del suicidio en España: las muertes autoinfligidas crecen un 128% en 40 años

En el último lustro, el número de muertes por suicidio en España ha crecido un 19,4%. Los factores de riesgo son acumulativos, apuntan los expertos.

20 diciembre, 2023 02:04

Los datos definitivos de mortalidad en España en 2022 han constatado que este fue el peor año en relación al suicidio. El año pasado se registraron 4.227 suicidios, la cifra más alta de la historia y que, además, confirma una tendencia imparable: respecto al 2021 crece un 5,6%, pero en solo cinco años ha aumentado un 19,4%. En los últimos 40 años, la cifra ha crecido un 128%.

La cifra definitiva proporcionada este martes por el Instituto Nacional de Estadística eleva, además, el número provisional de 4.097 fallecimientos que ofreció este verano. "Es una tendencia muy negativa, dolorosa y difícil de soportar", admite Miguel Guerrero, coordinador de la Unidad (UPII) Cicerón de Prevención del Suicidio de los hospitales Virgen de la Victoria y Costa del Sol, en Málaga.

"La tasa de suicidios consumados ha pasado de 7,5 a 8,8 por cada 100.000 habitantes", continúa. "Estoy francamente preocupado. En abril de 2020 ya comenzamos a advertir a responsables políticos y gestores públicos que, si no se actuaba ya, los efectos de la pandemia, sus consecuencias y secuelas de la crisis sanitaria iban a tener un impacto en la conducta suicida más allá de la crisis de la Covid-19 y con una duración de estos efectos de varios años".

La tendencia lleva décadas en aumento. En 1982 se contabilizaron 1.851 muertes por  suicidio. Hay que tener en cuenta, eso sí, que la población española era menor que la actual: 38 millones frente a los 47,4 millones a 1 de enero de 2022.

No obstante, si en los últimos 40 años la población ha crecido un 25%, el número de suicidios registrados en el INE se ha incrementado un 128%.

En los años 80 el número de suicidios aumentó rápidamente hasta finales de década, cuando se estabilizaron. A partir de 1993 se incrementaron de nuevo, estabilizándose y fluctuando a lo largo de los 2000. Poco después de la crisis de 2010 experimentó un pico —en 2014 se contabilizaron 3.910 muertes— y volvió a bajar, pero a partir de 2018 ha experimentado de nuevo un incremento notable: ese año se notificaron 3.539 muertes, en 2020 se rozaron las 4.000 y al año siguiente, por primera vez, superaron esa cifra.

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La observación de Guerrero va más allá de los efectos inmediatos de la pandemia y explica que los factores de riesgo para el suicidio son acumulativos. "De forma adicional a las consecuencias terribles de la pandemia (económicas, sociales, sanitarias y políticas), hemos vivido una crisis energética, un endurecimiento de la vida, una crisis de inflación de precios, un contexto bélico internacional y un ambiente político descentrado de los problemas de las personas".

Al hablar de suicidio, muchas veces se incide en los factores individuales o en el acceso a la salud mental. España sale mal parada en cuanto a profesionales sanitarios dedicados a ello: en España hay 9,27 psiquiatras y 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, cifras alejadas de las de países de nuestro entorno.

Guerrero destaca, además, que cada vez más personas viven en un entorno desprotegido. "Seguimos con un elevado nivel de incertidumbre económica, donde las personas hemos perdido poder adquisitivo, donde cuesta más pagar hipotecas, más impuestos, empleos más precarizados donde no se tienen en cuenta los riesgos psicosociales asociados, donde el sufrimiento colectivo está despolitizado dejando al individuo como único responsable o culpable de gestionar su bienestar", etc.

Diferencias en edad y sexo

Hay que diferenciar, no obstante, el contexto del desencadenante. Este último suele ser un suceso traumático reciente, sobre todo relacionado con la salud o la familia. Un estudio español reciente así lo concluía analizando las notas de suicidio dejadas por más de un centenar de personas.

En las cifras del suicidio en España hay marcadas diferencias por edad y por sexo. El suicidio en hombres triplica el de las mujeres: 13,34 muertes por cada 100.000 frente a 4,52 en ellas. Además, aumenta con la edad hasta los 60 años, baja en las dos décadas siguientes y se dispara a partir de los 80.

La brecha de género en el suicidio es patente desde los 15 años. "No hay planes, estrategias y acciones en salud pública destinadas a la vulnerabilidad del varón en relación al suicidio consumado", advierte el coordinador de la UPII Cicerón.

"Es inentendible que no se ponga en marcha un observatorio que permita analizar y estudiar los factores de vulnerabilidad y de riesgo suicida en un subgrupo de población que representa tres de cada cuatro suicidios. Este debería ser el foco epidemiológico por trabajar de manera urgente y no desviarlo por motivos mediáticos, políticos o incluso mercantiles".

No hay estudios que aborden las causas de la alta prevalencia del suicidio en hombres frente a mujeres, un fenómeno generalizado también fuera de España. No obstante, se ha argumentado que puede relacionarse con una mayor determinación y agresividad o una menor capacidad para pedir ayuda.

También se ha hecho hincapié en los roles de género asociados a los hombres sobre los patrones de socialización o las estrategias de afrontamiento del estrés.

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El primer pico de suicidios en hombres se produce entre los 55 y los 59 años, cuando alcanza las 20 muertes por 100.000 individuos, y se mantiene por debajo durante las dos décadas siguientes.

A partir de los 80 años se disparan hasta las 30 muertes y crecen hasta las 50 por 100.000 en el caso de los hombres mayores de 95 años.

En las mujeres la tendencia es similar pero mucho menos marcada: un pico de 7,1 suicidios en la franja de edad de 50 a 54 años, fluctuando desde entonces y alcanzando la máxima tasa a partir de los 95 años, con 8,8 muertes por 100.000 mujeres.

Los mayores, explica Guerrero, son "el colectivo demográfico de mayor vulnerabilidad". La soledad, el aislamiento, la discapacidad, el sentimiento de carga y las pérdidas acumuladas (de seres queridos, de salud o de la actividad) influyen en ese aumento alarmante.

"Añadiría la cultura actual que discrimina y rechaza la vejez, el edadismo como prejuicio social imperante y la mayor legitimidad de la muerte por suicidio en esta edad", apunta el experto. "La determinación, la mayor intencionalidad suicida, la mayor letalidad del método utilizando y una menor provisión de rescate son variables de suicidabilidad asociadas a la edad avanzada. Llevan a cabo intentos más letales, graves, planificados, emiten menos señales de alarma y las que emiten no sabemos escucharlas o las banalizamos".

 Pese a las señales de alarma y el aumento de la visibilidad de la salud mental tras la pandemia, las acciones llevadas a cabo han sido escasas. "Estoy decepcionado", admite Guerrero.

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"Todas las administraciones regionales, de una forma u otra, han reaccionado en relación al suicidio, pero algunas de ellas no tienen una estrategia autonómica, otra la tienen pero sin los recursos necesarios para implementarlas, otras las han publicado recientemente pero muestran una absoluta lentitud en desarrollarlas, la mayor parte de ellas no miden ni monitorizan sus resultados y ninguna de ellas ha conseguido reducir significativamente y de forma sostenida la mortalidad por suicidio".

Esa falta de coordinación y de liderazgo "están condenando a nuestro país a este empeoramiento en tasas de mortalidad y aspectos epidemiológicos en términos de prevalencia e incidencia de conductas suicidas", apunta el experto. 

En España existen líneas telefónicas de ayuda a personas con ideación suicida, así como a su entorno, como la línea de atención a la conducta suicida (024), el Teléfono de la Esperanza (717 003 717) o el Teléfono Contra el Suicidio (911 385 385). También existen páginas web con recursos y guías de ayuda, como Papageno y la Confederación Salud Mental España.