Un empleado toma la temperatura a un joven al entrar a una discoteca.

Un empleado toma la temperatura a un joven al entrar a una discoteca. EFE

Salud

De Madrid a Cataluña: así ha influido el cierre del ocio nocturno en la pandemia

Las medidas impulsadas por las comunidades autónomas han repercutido de forma muy distinta en la incidencia de la pandemia. 

8 julio, 2021 03:03

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Detrás de las apelaciones algo vacías a la libertad, había una lógica epidémica en el empeño de Madrid por mantener siempre abiertos sus locales de ocio y restauración. Teniendo en cuenta que los datos mostraban un mayor porcentaje de contagios en domicilios privados, la idea era alejar a la gente de esos domicilios. De ahí, por ejemplo, que se restringieran las reuniones entre no convivientes casi desde el inicio de la tercera ola. Ahora bien, controlar eso era imposible salvo que montaras una policía al estilo de la Stasi. La gente iba a reunirse igual en cuanto percibiera que la pandemia empezaba a escampar y bien que lo vimos con las fiestas recurrentes en pisos turísticos, publicitadas incluso en el extranjero pese a estar prohibidas.

El asunto, pues, era intentar que esa gente se reuniera en público y, a ser posible, evitaran recintos cerrados. De hecho, Madrid se mostró también beligerante respecto al toque de queda al entender que fomentaba que los amigos se quedaran a dormir en casa de otros amigos y pasaran aún más tiempo en interiores y sin control alguno. Si se conseguía que el ocio en general, y en concreto el nocturno, se basara en terrazas o en locales donde hubiera un mínimo de control por parte de propietarios y autoridades, en principio la cosa debería funcionar. Y, aunque nadie parecía explicárselo, funcionó. Pese a mantener una incidencia más alta de lo normal durante buena parte de la pandemia, Madrid no tuvo los picos ni en la segunda ni en la tercera ola que sí vimos en otras comunidades.

El esfuerzo del ayuntamiento de Madrid y el de muchos otros municipios de la comunidad por facilitar espacios a los locales para habilitar terrazas donde sus clientes pudieran sentarse al aire libre fue clave. Incluso en medio de este rebrote brutal de julio, Madrid va capeando el temporal (su incidencia de 138,13 casos por 100.000 habitantes es la cuarta más baja de España). Las discotecas están abiertas de nuevo y hasta altas horas de la madrugada, pero, por lo que sea, no se ve un aumento voraz de contagios, o no de momento, al menos. Los madrileños se han acostumbrado a celebrar en la calle y el mayor peligro, de nuevo, son las reuniones y fiestas en domicilios particulares.

Ahora bien, Madrid no es el único sitio donde el ocio nocturno se basa en lugares al aire libre. No es tan sencillo como eso. De hecho, uno podría pensar que la costa, en verano, se daría mucho más a este tipo de ocio y, sin embargo, es donde más se está sufriendo el aumento de contagios y donde más aumenta el número de hospitalizados. Buena parte de estos positivos en Cataluña, Baleares, Comunidad Valenciana, Galicia o Murcia pueden tener que ver con la tradicional celebración de la noche de San Juan, pero dicha celebración es siempre al aire libre con lo que hay que añadir otro factor: el descontrol a la hora de compartir bebidas o exaltar la amistad hasta puntos peligrosos en medio de una pandemia.

Con todo, sigue habiendo excepciones difíciles de explicar. ¿Cómo explica uno que en Madrid no haya un repunte porque la gente se queda en las terrazas pero sí lo haya en Conil, donde la vida se desarrolla junto a la playa y en estrechas calles llenas de terrazas? En la localidad gaditana se ha llegado a una incidencia de 1.000 casos por 100.000 habitantes y puede que en eso tengan que ver los botellones, pero probablemente también tendrán que ver las reuniones en apartamentos turísticos de distintos grupos de amigos que deciden viajar juntos. Es muy difícil en teoría saberlo, aunque en la práctica bastaría con tener un buen sistema exhaustivo de rastreo.

Unas comunidades cierran y otras, no

Todos queremos explicaciones y las queremos al momento. Desgraciadamente, no es tan fácil. Las administraciones dan la sensación de dar palos de ciego y en ese sentido hay que volver a resaltar la coherencia -guste más o menos- de Madrid. En Navarra, por ejemplo, se ha adelantado el cierre de los locales de ocio nocturno a la una de la madrugada poco menos de una semana después de que entrara en vigor la nueva normativa por la que las discotecas podían abrir sin limitación de horario siempre que cumplieran unas medidas bastante restrictivas de control interno.

Si se supiera seguro que una medida es buena o mala, no se tomaría esa medida y la contraria en tan breve espacio de tiempo. Si ha habido viajes fin de curso en toda España, ¿por qué el de Mallorca dejó más de mil positivos por todo el país o el de Salou lleva ya casi quinientos solo en Navarra cuando los demás no han tenido el mismo efecto devastador? Es muy difícil buscar un porqué a cada situación que nos encontramos. De ahí que algunas comunidades opten por no tocar nada y otras estén empezando a tomar medidas específicas de ocio nocturno porque les han funcionado en el pasado.

Vayamos a Cataluña, probablemente la comunidad donde la situación esté en peor momento junto a Comunidad Valenciana. Con una incidencia de 556,87 casos por 100.000 habitantes y más de 750 hospitalizados (cifra que sigue creciendo a buen ritmo), la Generalitat ha decidido prohibir los recintos cerrados de ocio nocturno a partir de este mismo fin de semana al comprobar una incidencia de 2.009 casos cada 100.000 habitantes en el grupo de edad de 20 a 29 años. Uno de cada 50 se habría contagiado en los últimos 14 días. ¿Han funcionado anteriormente medidas así? Al contrario que en Madrid, podemos decir que en Cataluña, sí.

El 7 de enero de 2021, Cataluña presentaba una incidencia superior a la media del país en lo que era el principio de la letal tercera ola. Ese mismo día entraba en vigor la dura restricción a la hostelería, con aperturas solo para desayunos y comidas. El toque de queda se situaba a las diez de la noche, de los más estrictos del país. La incidencia siguió subiendo aún una semana más, pero inmediatamente cayó en picado, manteniéndose por debajo de la media nacional durante gran parte de enero y febrero, los peores meses para nuestro país desde marzo y abril de 2020.

Algo parecido había sucedido ya en agosto de 2020, cuando parecía que Cataluña, y en concreto Barcelona y su área metropolitana, se desmadraban pero las limitaciones en hostelería limitaron muchísimo los casos y devolvieron las incidencias a niveles inferiores a la media del país. ¿Fue sólo por eso? No lo podemos asegurar con rotundidad, pero desde luego que ayudó. Cataluña también ha sido coherente en ese sentido y se ve que le ha funcionado. Tal vez su ocio, especialmente el nocturno, se centre más en torno a grandes discotecas, clubes o pubs, un ocio más europeo, si se quiere. Las reuniones entre amigos para cenar también son más frecuentes y multiplican el peligro.

¿Mascarillas otra vez en las calles?

El resto de comunidades no acaban de ponerse muy de acuerdo ni parecen saber cómo acertar para ponerle freno al rebrote. Lo piden todo, a la vez, y sin que se sepa muy bien por qué. Parece claro que la Comunidad Valenciana pronto implantará medidas de limitación del ocio nocturno, lo cual probablemente cause un enorme daño al sector de turismo y hostelería. Ya existen esas limitaciones en Magaluf e Ibiza (Baleares), numerosos municipios de Cantabria, incluido Santander, y algunos de los de mayor incidencia de Extremadura. Si la cosa sigue así, se irán sumando más.

El asunto es que nadie acaba de explicar por qué esa es la mejor medida, siendo con diferencia la más fácil, desde luego. Algunos hablan de toque de queda, cuando el toque de queda sirve para muy poco, provocando, insisto, que la gente se quede en casas ajenas en vez de volver a la propia. Otros hablan de la vuelta de la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores cuando las mascarillas ya son obligatorias allá donde no se puede respetar la distancia de seguridad. Si el objetivo es acabar con los botellones o las celebraciones más o menos tumultuosas, va a haber que controlarlas con agentes de seguridad y no con prohibiciones.

El contagio en exteriores por parte de gente que pasee sin mascarilla es muy improbable. En ese sentido, es como matar moscas a cañonazos. Al intentar solucionar un problema muy concreto -zonas de bares o espacios abiertos donde los más jóvenes celebran sin distancia y sin mascarilla- se castigaría al resto de la población solo por simplificar las cosas. Que la quinta ola se haya cebado en destinos turísticos hace pensar que algo tiene que ver el hecho de que los grupos de no convivientes viajen juntos y pasen a convivir juntos, más allá de dónde se tomen las copas, que también influirá, claro.

Una pandemia no es algo simple, desde luego. Lo que funciona en unos sitios no funciona en otros. No todos los viajes fin de curso acaban igual como no acaban igual todas las comidas en restaurantes. Hay que estudiar, rastrear e intentar sacar conclusiones precisas. Seguimos sin saber por qué parar el ocio nocturno en Cataluña o en la Comunidad Valenciana funciona pero en Madrid no parece necesario. Las medidas se toman a la desesperada, cuando ya la bomba ha explotado y sin una argumentación detrás. Todas a la vez, por si acaso. El día que aprendamos cuáles funcionan mejor, dónde y en qué momento, aprenderemos de verdad a convivir con el virus y no solo a defendernos.