Para un óptimo rendimiento físico no sólo es esencial saber calentar, sino que también es muy importante que los músculos se recuperen correctamente después del ejercicio. Existen muchas teorías al respecto del mejor método de recuperación, desde el consumo de antiinflamatorios como el ibuprofeno hasta la colocación de hielo sobre los músculos afectados.

Sin embargo, un nuevo estudio publicado en Journal of Physiology podría desmontar todas estas teorías al proponer algo tan opuesto como el uso de calor inmediatamente después de una sesión de ejercicio.

Calor contra frío

Para la realización de este estudio un equipo de investigadores del Instituto Karolinska, en Suecia, llevó al laboratorio a cinco hombres y mujeres jóvenes en condición apta para el ejercicio. Una vez allí, todos los participantes tuvieron que usar unas máquinas de pedaleo para los brazos durante intervalos muy intensos, seguidos de veinte minutos de ejercicio más fácil, pero sin apenas descanso.

Aunque el cansancio posterior al ejercicio se debe a muchos factores, uno de los más relevantes es el agotamiento del glucógeno en los músculos. Al quedarse sin combustible, se debilitan. Por eso, se pidió a los voluntarios que durante las dos horas posteriores al ejercicio ingiriesen grandes cantidades de este azúcar, pero sin seguir ningún mecanismo de recuperación en sus músculos.

Después, tras terminar las siguientes sesiones de ejercicio, se les colocó sobre los brazos unos manguitos que podían calentarse o enfriarse con ayuda del flujo de agua en su interior. Estos dispositivos estuvieron en funcionamiento durante dos horas y a continuación se pidió a los participantes que repitieran la parte más agotadora del entrenamiento.

Curiosamente, y en contra de la creencia tradicional, los que se colocaron calor se habían repuesto mejor y podían desarrollar la nueva sesión con más fuerza en comparación de los que usaron los manguitos en frío. Esto daba pistas a los investigadores sobre los beneficios del calor en la recuperación de los músculos, pero no establecía las causas de este fenómeno. Así que añadieron un nuevo paso en sus experimentos.

Glucógeno más calor, la combinación perfecta

Esta vez recurrieron a fibras musculares de las patas de ratones, que conectaron a una máquina que podía registrar la fuerza de las contracciones. Tras un ejercicio muy intenso, las fibras perdían fuerza y comenzaban a contraerse más despacio. Justo en ese momento, la mitad de ellas se rociaron con glucógeno y se sometieron a frío o calor, mientras que la otra mitad recibió también el cambio de temperatura pero sin glucógeno.

Sin el azúcar, no se registraron diferencias remarcables en la capacidad de contracción entre las fibras que se enfriaron y las que se calentaron. Sin embargo, en el caso de las que fueron rociadas con glucógeno, sí que se podía distinguir una clara recuperación en las que fueron sometidas a calor. Por lo tanto, parece ser que la causa por la que el calor ayuda al músculo a recuperarse es porque favorece una mejor absorción del glucógeno.

Este estudio no tiene la última palabra, sin embargo. En primer lugar, por la baja cantidad de voluntarios con la que se trabajó. Y en segundo, porque sólo se centra en la recuperación del músculo, excluyendo aspectos como la eliminación del dolor posterior al entrenamiento.

Sin embargo, a falta de más estudio, se extrae información suficiente como para aconsejar a los deportistas que después de entrenar tomen un baño caliente acompañado del consumo de alimentos ricos en glucógeno, como el yogurt, la avena o la mermelada. Vale la pena intentarlo.

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