La depresión ha sido considerada durante años como una enfermedad mental más sin base física conocida, tal y cómo ocurre en otras patologías psiquiátricas. Sin embargo, los trabajos publicados en estos últimos años han relacionado este trastorno anímico con posibles infecciones bacterianas e incluso con alteraciones del sistema inmune

En paralelo, otras investigaciones sugieren que existe un origen cerebral para la depresión, lo cual reforzaría la hipótesis de que es una enfermedad con una base "física" y no estrictamente mental. En base a esto, se ha comenzado a abogar por el uso de fármacos antinflamatorios para tratar la depresión en lugar de los típicos - y en muchas ocasiones inútiles - antidepresivos cuyo objetivo es reestablecer la serotonina a nivel cerebral.

La clave, el sistema inmune

Según declara el profesor Ed Bullmore, Jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Cambridge a The Telegraph, pronto podría desarrollarse un nuevo campo de "inmuno-neurología" en cuanto al tratamiento de la depresión se refiere. En una reciente conferencia del Foro de la Academia de Ciencias Médicas, el profesor Bullmore ha llegado a afirmar que "está bastante claro que la inflamación puede causar depresión".

Actualmente los denominados fármacos antidepresivos se centran exclusivamente en la manipulación de las moléculas mensajeras cerebrales, destacando la serotonina. Sin embargo, los investigadores creen ahora que la verdadera raíz del problema es la inflamación corporal provocada por un sistema inmune poco activo.

Dicha inflamación sería la causa de la tristeza, desesperanza y fatiga asociadas a esta enfermedad. En una depresión crónica, sería el fallo del sistema inmune la causa de que la enfermedad persista en el tiempo. Algunos trabajos, como el informe publicado el pasado mes de junio en la revista European Neuropsychopharmacology, señalan una conexión entre los tratamientos antiinflamatorios y la mejora de los síntomas en esta enfermedad.

Los trastornos autoinmunes y la depresión

En otro orden, los investigadores de la Universidad de Stanford afirmaron el pasado de mes de julio que es posible diagnosticar mediante pruebas de laboratorio el Síndrome de Fatiga Crónica. Esta enfermedad se asocia a menudo tanto con la depresión como con la inflamación.

Finalmente, cabe destacar la revisión publicada el pasado mes de octubre de 2016 en la revista Molecular Psychiatry, donde se afirmó que los fármacos antiinflamatorios de nueva generación, usados en los trastornos del sistema inmune o trastornos reumatológicos, habrían demostrado ser eficaces tanto para reducir la inflamación como para mejorar los síntomas de la depresión. Hasta un tercio de las personas con depresión tienen unos elevados niveles de citoquinas, proteínas del sistema inmune que se relacionan con la inflamación cerebral.

La era de la inmuno-neurología

Según la opinión del profesor Ed Bullmore, la relación entre las alteraciones del estado del ánimo y la inflamación ha demostrado ser robusta. Sin embargo, a día de hoy se desconoce si es la inflamación la que produce la depresión, si es al revés o si coinciden de casualidad. Bullmore destaca la existencia de ensayos experimentales donde se han dado casos de individuos tratados con fármacos pro-inflamatorios -como el interferón- que han desarrollado una depresión posterior al tratamiento, algo que apoyaría la hipótesis de que sí existe una relación causal.

Por ello, el médico afirma que, habida cuenta de estos hallazgos, es posible el desarrollo de tratamientos más efectivos contra la depresión y que no necesariamente serían de por vida como los actuales antidepresivos. Finalmente, el hecho de poder ver la depresión como una enfermedad física y no mental podría combatir el estigma que rodea a esta dolencia.

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