Ilustración de una célula cancerosa.

Ilustración de una célula cancerosa. Destroyer of furries

Salud Oncología

Matar al cáncer pasando hambre y sin que muera el enfermo

Los científicos descubren que el ayuno puede potenciar los efectos de la quimioterapia, eliminando las células tumorales y protegiendo a las sanas.

15 diciembre, 2016 00:39

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En 1923, el bioquímico alemán Otto Warburg descubrió que las células del tumor de una rata deglutían enormes cantidades de glucosa, hasta 200 veces más de lo normal. Al tratarse de un tejido con una actividad metabólica frenética, el cáncer tiene una desesperada necesidad de alimento para sostener su crecimiento descontrolado. Pero incluso la bestia más feroz muere si no puede comer.

La visión de matar el cáncer por inanición ha estado presente en las mentes de científicos y médicos durante décadas. Dado que la bestia hambrienta necesita vasos sanguíneos para abastecerse, algunas terapias buscan cortar este flujo de alimento, impidiendo que el tumor cree su propia y caótica red de suministro, o actuando sobre algunos de los mediadores de este aporte de nutrientes. Claro que cualquiera podría pensar: y simplemente no comiendo, ¿sería posible matar el cáncer de hambre sin matar antes a quien lo padece?

La idea parecería absurda a primera vista. El organismo tiene bastantes reservas para aguantar períodos de escasez, y los tumores saben cómo explotar este almacén en beneficio propio. Y sin embargo, las investigaciones están revelando que la idea es mucho menos descabellada de lo que parece. En los últimos años, algunos científicos están considerando seriamente la posibilidad de que el ayuno pueda ayudar a combatir el cáncer.

Ayuno contra la leucemia

El empujón más reciente a esta hipótesis se publica esta semana en la revista Nature Medicine. Investigadores de EEUU y China han descubierto que el ayuno en los ratones inhibe la progresión de un cáncer de la sangre típico de la infancia, la leucemia linfoide aguda. El ayuno también impide el crecimiento de este mismo cáncer humano trasplantado a los ratones. Por el contrario, nada de esto ocurre en el caso de otro tipo de cáncer sanguíneo, la leucemia mieloide aguda.

Esto último es una muestra de que la influencia del ayuno sobre el cáncer puede ser muy compleja y difícil de elucidar. Según explican a EL ESPAÑOL los corresponsables del estudio, Cheng Cheng Zhang y Zhigang Lu, del Centro Médico Southwestern de la Universidad de Texas, varios estudios anteriores han mostrado que el ayuno "puede suprimir selectivamente ciertos tipos de tumores sólidos, especialmente cuando se combina con la quimioterapia". Los investigadores apuntan que en estos casos el ayuno mata el cáncer afectando a las vías hormonales que promueven su crecimiento, pero también activando el sistema inmunitario contra el tumor y protegiendo a las células sanas de los efectos tóxicos de la quimioterapia.

En otras palabras, el ayuno puede funcionar, pero no por el simple hecho de que mate de hambre a las células tumorales, sino porque dispara otras respuestas específicas beneficiosas en la lucha contra la enfermedad. El estudio de Zhang y Lu es el primero en demostrar que el ayuno también puede ser eficaz en algunos tumores no sólidos, los de la sangre, pero en este caso el mecanismo parece ser distinto. Los investigadores han observado que en estas leucemias aparece bloqueada la acción de la llamada hormona de la saciedad, la leptina, y que el ayuno es capaz de restaurar esta vía a sus niveles normales. El estudio llega a la conclusión de que este proceso está implicado en el efecto del ayuno sobre unas leucemias, pero no otras.

"Por tanto, los mecanismos de respuesta al ayuno en la leucemia linfoide aguda y en los tumores sólidos parecen diferentes", dicen Zhang y Lu. No obstante, añaden, "es posible que sí tengan algo en común". Uno de los mecanismos que se ha propuesto como mediador de este efecto del ayuno en el cáncer es la autofagia, el sistema de reciclaje de piezas viejas de la célula que este año le ha valido el premio Nobel al japonés Yoshinori Ohsumi. Una revisión de estudios publicada el pasado noviembre sugiere que el ayuno aumenta la autofagia celular, y que este proceso podría estar involucrado en sensibilizar a las células cancerosas a los efectos de la quimioterapia y al mismo tiempo en proteger a las sanas.

Sin embargo, el autor principal de esta revisión, Gustav van Niekerk, de la Universidad surafricana de Stellenbosch, señala a EL ESPAÑOL que probablemente además de la autofagia hay otros mecanismos implicados en los efectos del ayuno sobre el cáncer, dependiendo del tumor e incluso del tipo de quimioterapia aplicada. Pero sobre todo, tanto van Niekerk como Zhang y Lu advierten de que los resultados en ratones aún deben validarse concienzudamente en humanos.

Vivir más, pero sin comer

Curiosamente, el ayuno y la restricción calórica están emergiendo a ojos de los científicos como las nuevas panaceas contra diversas enfermedades neurodegenerativas, inmunitarias y metabólicas. Pero en el caso del cáncer, "todavía no se han llevado a cabo grandes ensayos clínicos para evaluar los efectos beneficiosos del ayuno, sino hasta ahora sólo para valorar su seguridad", dice van Niekerk. Por ello, y según Zhang y Lu, "debemos ser cuidadosos a la hora de estimar si este tratamiento podría aplicarse a humanos".

De hecho, y según van Niekerk, los ratones tienen un ritmo metabólico siete u ocho veces más alto que los humanos, así que su ayuno durante dos días equivaldría al nuestro durante dos semanas; algo totalmente impracticable. "Hasta donde sé, nadie ha precisado explícitamente cómo un protocolo de ayuno usado para los ratones podría adaptarse a los humanos", advierte el investigador. Esto es aún más peliagudo al tratarse de pacientes de cáncer; ¿cómo pedir a estos enfermos que añadan a su desgracia la privación de comer?

Por suerte, la ciencia puede ofrecer otra posibilidad: a medida que las investigaciones vayan profundizando en el efecto del ayuno sobre el cáncer, tal vez sea factible engañar al cuerpo para que crea que está ayunando sin hacerlo. "Si podemos identificar los cambios que provoca el ayuno, e identificar los procesos por los que estos cambios producen consecuencias beneficiosas, podríamos diseñar nuevas estrategias farmacológicas que pudiesen imitar los efectos del ayuno sin que el paciente realmente tenga que ayunar", explica van Niekerk. El investigador advierte de que la aplicación de los beneficios del ayuno al tratamiento del cáncer todavía es un campo emergente, pero tal vez en unos años se convierta en una nueva esperanza para los enfermos.