En enero de 1979, el millonario y exvicepresidente de EEUU Nelson Rockefeller moría de un infarto de miocardio. Aunque oficialmente el óbito se produjo en su despacho de Manhattan, pronto se difundió la verdad: el fallecimiento tuvo lugar en su casa de Maine, mientras mantenía relaciones sexuales con su secretaria de 27 años. El político no es más que uno de los muchos ejemplos de personas que murieron en pleno ejercicio de la actividad sexual.

Ahora, un nuevo estudio exculpa a esta práctica de causar infartos a las personas más vulnerables, los que han sufrido un evento cardiovascular previo. Es un trabajo que permite a los médicos abordar un tema que preocupa a los pacientes, pero que pocos se atreven a sacar en consulta, según el autor principal del trabajo, el epidemiólogo de la Universidad de Ulm (Alemania) Dietrich Rothenbacher.

Trabajos previos habían ya afirmado que el sexo no era un desencadenante de enfermedad, pero hasta ahora ninguno se había centrado en pacientes, con una excepción: un trabajo publicado en Circulation a principios de año que analizaba los hábitos sexuales de un subgrupo concreto de estos, las mujeres jóvenes.

Los avances en medicina han triplicado la supervivencia tras el infarto en los últimos 15 años, por lo que cada vez son más las personas que regresan a su casa con el corazón dañado y sin una indicación clara sobre cuánta actividad sexual pueden practicar. 

Para responder a esta cuestión, los investigadores alemanes analizaron a 536 personas infartadas y les preguntaron por su actividad sexual en el último año. Se dividió a los participantes en cuatro categorías: aquellos que no habían practicado sexo en todo ese periodo, los que lo habían hecho menos de una vez al mes, los que lo hacían menos de una vez a la semana y los que hacían el amor una o dos veces a la semana.

Si se hubiera cumplido la creencia popular, y el temor de muchos pacientes, las personas más sexualmente activas habrían aumentado su riesgo de padecer un nuevo evento cardiovascular: otro infarto, un ictus o incluso muerte por otras causas cardiovasculares. 

No fue así. Durante los 10 años siguientes a la encuesta, se observaron 100 eventos cardiovasculares entre los participantes en el estudio y no se demostró una asociación entre una practica sexual más frecuente y un mayor riesgo cardiovascular. 

De hecho, un segundo análisis solo entre los que sufrieron un segundo infarto confirmó las primeras observaciones. Solo tres pacientes declararon haber hecho el amor en la hora anterior al infarto, mientras que seis de ellos lo habían hecho entre tres y seis horas antes. Pero la gran mayoría de los enfermos habían pasado al menos 24 horas sin practicar el sexo.

Así, el veredicto de inocencia fue claro. "Basándonos en nuestros datos, parece muy poco probable que la actividad sexual sea un desencadenante relevante de ataques cardíacos", concluye Rothenbacher.