El endocrino Francisco Rosero, en una imagen de archivo.

El endocrino Francisco Rosero, en una imagen de archivo.

Nutrición

Rosero, endocrino, advierte a España sobre los 3 alimentos que debes tomar todos los días: "Rompamos los mitos"

El consejo del popular endocrino no solo ayuda a reducir el riesgo de diabetes tipo 2, sino que también reduce la inflamación y protege el corazón.

Más información: El prestigioso médico que alerta sobre este famoso queso en España y su "peligro" para las arterias

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El café, ese gesto cotidiano que millones de personas realizan casi de forma automática cada mañana, adquiere una dimensión diferente cuando se mira desde la perspectiva médica. Para el endocrinólogo Francisco Rosero no es solo una bebida estimulante que despeja las mañanas.

También se trata de un verdadero aliado metabólico. De hecho, no es el único alimento que recomienda consumir diariamente como endocrino: al café se suman el queso y el aceite.

En concreto, en cuanto al café, en una publicación en sus redes sociales insiste en que su riqueza en antioxidantes y polifenoles lo convierten en un alimento funcional; es decir, en un producto que no solo nutre, sino que ejerce un efecto protector sobre la salud.

La evidencia científica reciente parece darle la razón: algunas revisiones publicadas en revistas como JAMA o BMJ han confirmado que quienes beben café de manera habitual presentan menor riesgo de diabetes tipo 2 y mejor sensibilidad a la insulina.

No es un dato menor en sociedades donde la resistencia insulínica se ha convertido en una epidemia silenciosa. Ahora bien, hablar de café implica despojarlo de la vieja mala fama que lo vinculaba con nerviosismo, hipertensión o riesgo cardíaco.

Café, en cantidades moderadas

Lo cierto es que, en cantidades moderadas, los estudios muestran exactamente lo contrario: una asociación con menor incidencia de enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.

Esa paradoja se explica porque en la infusión, más allá de la cafeína, hay cientos de compuestos bioactivos, entre ellos el ácido clorogénico, que modulan la inflamación y la respuesta de los tejidos al azúcar.

Rosero lo resume en un consejo sencillo pero poderoso: empezar el día con agua y después una taza de café sin azúcar. No se trata de moda ni de gusto personal, sino de aprovechar una herramienta nutricional que la ciencia respalda cada vez con más solidez.

Por supuesto, la forma de consumo importa. Añadir azúcar en exceso, jarabes o natas pesadas anula buena parte de esos beneficios, lo que explica por qué las investigaciones hablan siempre de café "limpio".

También conviene recordar que no todas las personas toleran bien la cafeína: hay quienes sufren insomnio o ansiedad con dosis pequeñas.

En esos casos, el descafeinado se ha revelado igualmente útil para proteger frente a la diabetes, lo que confirma que el beneficio reside en los polifenoles más que en la cafeína en sí.

Esa matización es relevante porque muestra cómo la nutrición no puede reducirse a etiquetas simplistas: no es el café como símbolo cultural, sino su composición química la que explica por qué un endocrinólogo lo coloca en el podio de sus imprescindibles.

Queso, fuente de proteínas

El segundo alimento que Rosero reivindica rompe con otro prejuicio arraigado: el queso. Durante años ha circulado la idea de que los lácteos son pesados, difíciles de digerir y cargados de lactosa, hasta el punto de que muchas personas los han eliminado de su dieta sin una intolerancia diagnosticada.

Sin embargo, el especialista recuerda que la mayoría de quesos curados contienen cantidades muy bajas de lactosa, casi indetectables, y que además concentran nutrientes de enorme valor.

Este alimento es, en sus palabras, una "fuente excepcional de proteínas", aporta calcio de alta biodisponibilidad y contiene vitamina K2, un micronutriente menos conocido pero fundamental para fijar el calcio en los huesos y, a la vez, evitar que se acumule en las arterias.

Dicho de otro modo: fortalece el esqueleto y protege el sistema cardiovascular.

Ese vínculo entre queso, huesos y arterias no es un capricho retórico. En 2021, un amplio estudio danés con más de 50.000 personas mostró que una dieta rica en vitamina K se asociaba a una reducción de hasta un tercio del riesgo de enfermedad coronaria.

La K2, que se encuentra sobre todo en los que son fermentados y ciertos alimentos de origen animal, activa proteínas como la osteocalcina y la MGP, que actúan como "guardianes" de la mineralización.

A ello se suma el efecto saciante de la proteína láctea: comer este alimento puede ayudar a controlar el apetito y, por tanto, el peso corporal, un factor clave en la prevención de la diabetes y el síndrome metabólico.

Rosero, como endocrinólogo, conoce bien el impacto que un exceso de calorías tiene sobre sus pacientes, y por eso subraya que elegir "queso verdadero" —no imitaciones ultraprocesadas— puede ser parte de la solución y no del problema.

Claro que no todos son iguales. El especialista advierte que conviene distinguir los elaborados de forma tradicional, con fermentación y maduración, de los "quesos fundidos" o productos lácteos procesados que abundan en los supermercados.

Estos últimos, cargados de aditivos, grasas hidrogenadas o féculas, poco tienen que ver con el alimento ancestral que acompañaba al pan y al vino desde la Antigüedad.

La recomendación, en este caso, es apostar por calidad antes que cantidad: un buen queso curado o semicurado, incluso en pequeñas porciones, ofrece más beneficios que grandes lonchas de sucedáneos industriales.

En esa diferencia sutil se juega la frontera entre un aliado nutricional y un simple producto vacío.

Aceite de oliva virgen extra

El tercer alimento que Rosero coloca en su lista personal de imprescindibles es, quizá, el que más consenso genera entre nutricionistas: el aceite de oliva virgen extra. En sus palabras, es su "favorito de los favoritos", y no lo limita a ensaladas.

Recomienda usarlo también en cocciones calientes, desmontando así el mito de que pierde sus propiedades al exponerse al calor.

Numerosos estudios respaldan esta afirmación: el aceite de oliva tiene un punto de humo relativamente alto y conserva buena parte de sus polifenoles incluso al cocinar, siempre que no se someta a temperaturas extremas.

Esa estabilidad lo convierte en la grasa más recomendable para la cocina diaria. El papel de este alimento en la salud cardiovascular está ampliamente demostrado.

El ensayo PREDIMED, llevado a cabo en España con más de 7.000 participantes, reveló que quienes seguían una dieta mediterránea enriquecida con aceite de oliva virgen extra reducían en un 30 % la probabilidad de sufrir infartos, ictus o muertes cardiovasculares en comparación con quienes seguían dietas bajas en grasa.

Pero los beneficios no terminan ahí: investigaciones más recientes sugieren que su consumo habitual se asocia con menor riesgo de deterioro cognitivo, algunos tipos de cáncer y enfermedades inflamatorias crónicas.

Es, en definitiva, un producto que resume la filosofía de la dieta mediterránea: placer, tradición y ciencia convergen en un mismo alimento.

Lo interesante de la propuesta del endocrinólogo es que no se trata de una lista arbitraria de "superalimentos" al estilo de las redes sociales, sino de tres productos con evidencia sólida detrás.

Además, tienen un denominador común: son accesibles, forman parte de la cultura gastronómica y no requieren transformaciones drásticas en la dieta.

No se necesita importar semillas exóticas ni polvos milagrosos, basta con rescatar el café, el queso y el aceite de oliva de la despensa cotidiana y revalorarlos desde la óptica de la prevención y la salud metabólica.