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    Un propósito habitual

    Tal y como ocurre cada 1 de enero, la llegada de Año Nuevo trae consigo un buen puñado de nuevos propósitos. Seamos sinceros, la mayoría de ellos quedarán en un cajón: ni te apuntarás a clases de inglés, ni podrás ir a Bali, tal y como tenías previsto, ni podrás comprarte ese carísimo coche para el que llevas años ahorrando. Ocurre en España y en el resto del mundo. Sin embargo, sí que es probable que intentes comer mejor de lo que lo hacías y que empieces a hacer algún tipo de dieta con el fin de quitarte los kilos que has cogido durante la Navidad. 

    Lo cierto es que la pérdida de peso es un problema complejo, que no suele resolverse exclusivamente reduciendo la ingesta de calorías o cambiando nuestros hábitos alimenticios. También hay que tener en cuenta factores tan variopintos como las horas de sueño, la genética, el ejercicio físico, el metabolismo y el estrés o la ansiedad. De hecho, algunos estudios han apuntado que las personas que hacen dieta habitualmente son más propensas a engordar. Pero, ¿cuáles son los errores más habituales que solemos cometer cuando nos ponemos a régimen tras la Navidad?

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    El binomio lechuga-pechuga

    Los alimentos poco calóricos son habituales en las dietas de pérdida de peso. Entran en juego las frutas, carnes como la pechuga de pollo, o las ensaladas, tal vez el plato con más fama de healthy allende los mares. Es casi de perogrullo, pero conviene recordar que una ensalada no será siempre saludable por el simple hecho de llevar unos trozos de lechuga o de tomate. De hecho, es más que habitual que una ensalada acabe siendo un plato insano cuando añadimos mayonesa, una salsa César o miel y mostaza. 

    Ocurre lo mismo con la pechuga de pollo. Esta carne es de sobra conocida por su bajo contenido calórico y su gran aporte de proteínas. Sin embargo, en el afán por darle más sabor, hay quien la embadurna en mayonesa o la ‘empareda’ en un bocadillo de pan blanco, aumentando sobremanera la cantidad de calorías que aporta. Así, conviene señalar que se puede (y se debe) adelgazar llevando a cabo una dieta sana y variada, tal y como advirtió la dietista-nutricionista Ángela Moreno en otro artículo de EL ESPAÑOL: "Cuando [los pacientes] ven que en las dietas para perder peso tienen cabida multitud de productos y no sólo el binomio lechuga-pechuga, me preguntan asustados si con eso perderán peso". 

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    Dietas muy restrictivas

    Casi tan habitual como pervertir el contenido de una ensalada a base de salsas e ingredientes poco saludables es restringir nuestra ingesta de forma desmedida. Es cierto que el balance calórico influye a la hora de adelgazar: si una persona gasta menos calorías de las que ingiere, adelgaza. Sin embargo, no hay que olvidar que la pérdida de peso es un problema que debe abordarse a largo plazo, ya que las dietas altamente restrictivas tienen un problema más que habitual: el efecto rebote.

    "Se incurre en un déficit nutricional severo y, con la pérdida de líquido, se pierden cinco o seis kilos de forma rápida. Al tener seis kilos de menos, el gasto metabólico es mucho menor y basta con tomar cuatro o cinco bocados para que, ante semejante déficit nutricional, se recupere el peso inmediatamente", explicaba el dietista Pablo Ojeda en otro artículo de este periódico. Así, algunos estudios han evidenciado este efecto en programas de intervención de peso con distintas poblaciones. "Los resultados muestran que los efectos positivos a corto plazo con respecto a la salud no se mantienen a largo plazo, ya que la mayoría de las personas finalmente regresan a su peso original", apunta una investigación publicada en la revista Psychology, Health & Medicine

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    El peligro del 'efecto halo'

    Otro de los errores habituales que cometen aquellas personas que se ponen a dieta en Año Nuevo es consumir alimentos "bajos en grasas" o "light". El objetivo -equivocado- una vez más es reducir mucho la ingesta calórica. Sin embargo, pasan por alto lo que se conoce en Nutrición como ‘efecto halo’ o ‘efecto sacarina’: al final acabamos consumiendo más cantidad de la que tomaríamos de forma natural ya que percibimos que los alimentos son sanos y no nos van a perjudicar, cuando no es así. 

    Así, algunos estudios han demostrado que la bollería se consume en mayor medida cuando en su envase se estampan reclamos como "rico en fibra", "con hierro", o "fitness". En realidad, un alimento ultraprocesado no es más sano por el simple hecho de tener menos calorías o más fibra. De hecho, una hamburguesa seguirá siendo una hamburguesa tanto si la tomamos con ensalada como con patatas fritas.

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    Una dieta universal

    Tal y como hemos explicado, la pérdida es un proceso que depende de muchos factores. Así, otro de los errores más habituales que se cometen es utilizar una dieta universal, que ha hecho un primo o un hermano, e intentar seguir las mismas pautas. Error. Resulta fundamental que las dietas sean individualizadas, personaliza en base a la salud que tenga una persona, a su ritmo de vida o a sus rutinas, de tal forma que ni pase hambre ni caiga enfermo por llevar una mala alimentación. "Se trata de aprender, de adquirir hábitos alimenticios saludables que la persona que quiera bajar de peso pueda manter en el tiempo", explicaba Mireia Elías, dietista-nutricionista del Instituto Centta (Madrid) a EL ESPAÑOL.