El síndrome del intestino irritable conocido comúnmente como colon irritable, es una patología frecuente en España y en personas más jóvenes. Un 10-15% de la población tiene esta afección digestiva que supone nada menos que la segunda causa de absentismo laboral tras el resfriado común.

A día de hoy, no tiene cura pero sí tratamientos eficaces para combatirla. Lo más importante para lograrlo es mantener una correcta alimentación o mejor dicho, una alimentación adecuada dirigida especialmente a cada persona con colon irritable. Hay patrones comunes, pero no dos dietas iguales. Como en tantas otras partes de la medicina, también aquí es clave personalizar.

Según explica la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) el colon irritable es una patología frecuente que representa hasta el 25% de las visitas a una consulta de Digestivo. No se trata de una patología grave sino de un trastorno funcional digestivo crónico y benigno, que además, en contra de lo que se puede pensar, no favorece el cáncer de colon. Es decir, tener un diagnóstico de colon irritable no aumenta las probabilidades de desarrollar un cáncer de colon.

Sin relación con el cáncer

"El síndrome del intestino irritable es una enfermedad no relacionada con el cáncer de colon, del mismo modo que tener migrañas no nos hace más susceptibles a tener cáncer cerebral", afirma a EL ESPAÑOL Sonia García Vizuete, jefa de Servicio de Medicina del Aparato Digestivo del Hospital Quirónsalud Sur de Alcorcón. "Es una enfermedad diferente, no hay fenómenos inflamatorios ni premalignos en las razones por las cuales aparece, y por lo tanto, no predispone", añade la experta.

No obstante, es importante recalcar que la persona con colon irritable tampoco está protegida del cáncer de colon, es decir que no por tener este problema está exenta de él. Por ello, igualmente "deberá cumplir los protocolos de prevención del cáncer de colon (programas de cribado) como el resto de las personas", aconseja.

A pesar de no ser una patología grave, los síntomas pueden cambiar y alterar de forma muy negativa la vida de quienes lo sufren. Los más frecuentes e importantes, como explicamos en este artículo son: dolor abdominal, distensión, gases y/o alteraciones del hábito intestinal: estreñimiento o diarrea o, incluso, ambos. Se trata de un trastorno en el que hay brotes, es decir, existen periodos con síntomas y otros donde no.

Dietas de exclusión

"Por desgracia, el colon irritable no se puede prevenir mediante hábitos de vida saludable", sostiene García Vizuete. Sin embargo, "sí son importantes estos hábitos de vida para que los síntomas sean menos frecuentes o intensos. Se trata de dietas especiales, con pocos alimentos capaces de producir fermentación, como las dietas de exclusión de FODMAP (o dietas Fodmap-free)".

Como explica la FEAD, la palabra FODMAP son las siglas que corresponden a las palabras de Fermentables, Oligosacáridos, Disacáridos, Monosacáridos y Azúcares Polialcoholes. Por lo que una dieta pobre en FODMAP excluye estos componentes.

"Las únicas dietas que han demostrado ser útiles son aquellas pobres en alimentos fermentables", afirma la experta. Se trata de un listado muy extenso de alimentos, pero se excluyen algunas frutas y verduras, legumbres, la lactosa y los cereales en grandes cantidades. En esta página podemos encontrar de forma detallada todos los alimentos aconsejados y desaconsejados.

Adaptación

Sin embargo, es importante aclarar que la tolerancia no es igual para todas las personas por lo que cada cual irá experimentando y viendo con su médico cuáles son los alimentos que mejor y peor le sientan. "Son dietas basadas en datos estadísticos, por lo que será el paciente junto con su médico quien deberá encontrar aquella dieta que, dentro de estas condiciones de ser poco fermentable, se adecúe a sus gustos y a sus tolerancias específicas", afirma García Vizuete.

De forma general, pueden tolerase mal "las comidas copiosas y ciertos alimentos, como cantidades excesivas de grasas, cafeína, lactosa, fructosa, sorbitol y alcohol", sostiene la FEAD. Pero aún así, es importante que el tratamiento sea individualizado y además está sujeto a revisiones frecuentes.

Otros hábitos —junto con una dieta reducida en FODMAP— que mejoran los síntomas son: evitar el consumo de tabaco y alcohol, hacer 5 comidas al día, masticar despacio y hacer ejercicio físico de forma regular: es aconsejable realizar unos 30-45 minutos diarios de actividad física. También es de gran ayuda tener horarios regulares para ir al baño y tomarse el tiempo necesario en defecar.

"Los síntomas pueden controlarse bastante bien con una buena compresión por parte del paciente, tratamientos farmacológicos puntuales y ajustados a los síntomas cambiantes de esta enfermedad (que marcará el especialista) buena higiene digestiva y una dieta ajustada al paciente", concluye García Vizuete.

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