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    Un alimento con beneficios (pero cuidado)

    El yogur es (o al menos debería serlo) uno de los alimentos más sanos que podemos encontrar en el supermercado. Su consumo ha sido asociado con numerosos beneficios: desde la protección de la salud digestiva (gracias a los probióticos, que actúan sobre nuestra flora intestinal) pasando por una reducción del riesgo de padecer diabetes tipo 2, síndrome metabólico o la prevención del sobrepeso y la obesidad. 

    Sin embargo, la industria se ha aprovechado de la buena fama del yogur (el natural, el de toda la vida) para crear todo tipo de variedades que parecen mejores de lo que realmente son. Detrás de ellas suele haber una importante (y acertada) campaña de marketing y unos habilidosos reclamos con cierto halo salutífero. En realidad, es más que probable que en muchos de los casos los beneficios no sean tales. Y lo que es peor, que estemos comprando un producto con un peor perfil nutricional que el de siempre.

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    Yogur desnatado

    El yogur desnatado es una de las variedades más populares entre el común de los mortales. La demonización de las grasas, gestada durante los años 70, ha provocado que muchas personas sigan teniendo miedo a los alimentos ricos en grasa, independientemente de su origen. De ahí que se busquen los yogures desnatados o 0% grasa. Estos yogures, además, presentan un contenido calórico más reducido.

    Sin embargo, el problema de estos lácteos no es la grasa que contienen. De hecho, algunos importantes estudios han demostrado que los lácteos desnatados no son mejores para la salud. Es más, las versiones enteras se asocian con menores tasas de mortalidad y enfermedad cardiovascular. Lo que sí es un verdadero problema es la cantidad de azúcar añadido que llevan y que suele ser mayor que en los yogures naturales de siempre. Mientras que estos últimos suelen tener alrededor de un 4%, algunos desnatados pueden llegar hasta el 8%.

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    Yogur 0% 0%

    Años después de crear los yogures desnatados, la industria decidió dar una nueva vuelta de tuerca y probó con los yogures 0% 0%. Esto es: sin materia grasa y sin azúcares añadidos. Para las personas obsesionadas con las calorías, es algo así como la panacea. Un producto cuyo contenido calórico apenas asciende a las 38 kilocalorías por cada 100 gramos. Sin embargo, la cosa tiene truco.

    "Al haber perdido toda la gracia y no llevar grasa ni azúcar, en este caso los polvitos mágicos son edulcorantes y aditivos para intentar que el yogur sepa a algo", escribe la dietista-nutricionista y farmacéutica Marián García (Boticaria García) en su libro El jamón de York no existe (La Esfera de los Libros). Pese a que los aditivos y los edulcorantes son seguros, la especialista señala que estos últimos tampoco son "la panacea". "Por un lado pueden alterar la microbiota, y por otro pueden fomentar nuestra preferencia por el sabor dulce". 

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    Yogur con bífidus

    El yogur con bífidus es otra de las variedades del supermercado que gozan de mejor fama. Supuestamente se trata de un producto que, gracias a la inclusión de bifidobacterias, puede mejorar (aún más si cabe) nuestra salud intestinal. Sin embargo, según algunos estudios, los yogures con bífidus no aportan gran cosa a nivel intestinal a personas que se encuentran sanas (esto es: la mayoría de la población). 

    En cambio, si nos ponemos a analizar detalladamente la etiqueta de algunos de estos yogures lo que sí encontramos es una cantidad de azúcar añadido muy por encima de la que podemos encontrar en un yogur natural. En algunos casos, el porcentaje de azúcar llega a ser de 12 gramos por cada 100 de producto. En otros, sin embargo, es más reducido.