Una mujer cena con un vino tinto.

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Nutrición Descanso

El mito del vino y el sueño: ¿realmente duermes mejor con una copita encima?

El alcohol provoca un estado de sedación en el cerebro diferente al sueño que no produce beneficios para nuestra salud.

7 mayo, 2020 02:12

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El bienestar que produce una noche completa de sueño reparador es un placer del que no todos disfrutamos. Muchas personas tienen problemas para conciliar el sueño o para dormir sin experimentar despertares. Con el objetivo de evitar una noche en vela, algunos se toman durante la cena una copa de vino esperando un efecto narcótico. Sin embargo, ese trago puede ser el causante de nuestro cansancio a la mañana siguiente.

El sueño es uno de los pilares de la buena salud y, en muchas ocasiones, no le damos la importancia que merece. Por ocio o por trabajo, posponemos la hora de irnos a la cama, lo que puede tener multitud de efectos negativos en la salud. La falta de sueño se ha relacionado varias veces con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, mentales e, incluso, de contraer infecciones por virus y otros gérmenes.

El alcohol no sólo produce adicción y daña los órganos de nuestro cuerpo, sino que además afecta al sueño. Matthew Walker, neurocientífico y profesor de la Universidad de California en Berkeley, asegura en su libro Por qué dormimos. La nueva ciencia del sueño (Capitán Swing, 2018) que el alcohol es una de las sustancias que más toma la gente para poder conciliar el sueño y dormir más profundamente.

Una ligera anestesia

Sin embargo, estos efectos son falsos. Habitualmente se dice que el alcohol es una droga sedante, y es cierto. Esta sustancia va aturdiendo las diferentes regiones del cerebro y, finalmente, el consumidor termina dormido. Eso sí, no se trata de un estado de sueño normal, Walker explica que la actividad eléctrica del cerebro de una persona que duerme bajo los efectos del alcohol "es similar a una forma ligera de anestesia".

Por supuesto, este tipo de sedación no proporciona los mismo beneficios que sí aporta una noche de sueño inducido de manera natural. El alcohol, además, hace que el sueño sea discontinuo. Es decir, que a lo largo de la noche se produzcan varios despertares y, en consecuencia, no será reparador. Lo más curioso es que, por el efecto del alcohol, quien lo bebe no suele recordar haberse despertado y, por tanto,Walker asegura no relaciona esta sustancia con el cansancio que experimenta a la mañana siguiente.

Los perjuicios del alcohol en el sueño no terminan aquí. Esta sustancia es tremendamente efectiva para eliminar la fase del sueño REM: el cuerpo la transforma en cetonas y aldehídos que bloquean esta función del cerebro. Las personas que duermen bajo los efectos del alcohol experimentaran menos sueños, pero, lo más preocupante, es que también se deteriora su memoria.

Una simple copa

Es probable que, a estas alturas, pensemos que estos problemas se presentan cuando se hace un consumo abusivo de alcohol. Sin embargo, Matthew Walker explica que una simple copa de vino ya puede perturbar nuestro sueño. El autor se refiere a un estudio científico en el que un grupo de investigadores realizó un seguimiento de la capacidad de aprendizaje y de la memoria de un grupo de estudiantes universitarios.

La investigación duró 6 días. Durante la primera jornada, se enseñó a todos los estudiantes una gramática artificial (una especie de nuevo sistema de álgebra), que comprendieron de manera satisfactoria. Después, fueron separados en tres grupos: el primero de ellos no bebió alcohol y durmió de manera natural durante los siguientes días; el segundo bebió esa primera noche dos o tres chupitos de vodka con zumo de naranja, dependiendo del sexo y el peso corporal para que la proporción de alcohol en sangre fuese similar; el tercero se abstuvo de beber tanto la primera como la segunda noche y en la tercera tomaron una cantidad de alcohol similar a la del segundo grupo.

Al finalizar el estudio 7 días después de aprender aquella gramática artificial comprobaron qué había retenido cada uno de los grupos. El primer grupo no sólo recordaba todo lo que había aprendido, sino que además "mostraron una mejora de la abstracción y de la retención del conocimiento en comparación con los niveles iniciales de aprendizaje". El segundo grupo, que había bebido alcohol en la primera noche, había olvidado hasta el 50% de lo aprendido. El tercer grupo "a pesar de tener dos noches completas de sueño natural después del aprendizaje inicial" había olvidado el 40% de aquella gramática.

El daño del alcohol sobre el sueño REM era el culpable de esta pérdida de memoria y un aprendizaje menos efectivo. Walker concluye, por tanto, que aún a riesgo de "parecer puritano" no es recomendable beber alcohol por poco que sea porque cualquier persona —incluso aquellas cuyas enzimas descomponen a mayor velocidad el alcohol— tarda bastantes horas en metabolizar y eliminar el alcohol de una copa de vino o de un chupito de licor.