Una persona subida encima de una báscula.

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Nutrición

De una vez por todas, ¿realmente cuesta más adelgazar a partir de los 40 años?

Parece demostrado que. a partir de los 40 años, perder peso se convierte en una tarea titánica.

22 marzo, 2020 02:29

De repente, aparece por casa un álbum de fotos de cuando eras joven. Lo abres con ilusión de recordar aquellos años en los que la vida era más despreocupada y divertida. Pero, al poco tiempo, te das cuenta de que algo ha cambiado en ti: estás más rellenito. Es así, aunque siguen haciendo ejercicio y tratas de mantener una vida saludable. A pesar de ello, los kilos van a más o, al menos, hay más dificultad para perderlos.

Si te ha ocurrido esto, la buena noticia es que no eres el único. La realidad es que, si bien puede parecer repentino, este aumento de peso es en realidad un proceso gradual. Es más, es muy probable que gran parte se ha ido a acumularse alrededor del abdomen. La mala noticia, en cambio, es que esta grasa misteriosa no solo parece aparecer sin previo aviso, sino que también parece ser completamente inmune tanto a la dieta como al ejercicio. De hecho, parece demostrado que a partir de los 40 años, perder peso se convierte en una tarea titánica.

¿Qué ocurre cuando nos hacemos ‘mayores’?

Los estudios apuntan a que existen cuatro factores principales que son los que dificultan la pérdida de peso: cambios hormonales, herencia genética, un metabolismo más lento y pérdida de músculo.

Cambios hormonales

Efectivamente, una de las principales causas que influyen en el aumento de peso, y en la
dificultad de perderlo, es el cambio hormonal que se produce en nuestro organismo con el paso del tiempo. Nuestras hormonas, que comienzan a cambiar a mediados de los 30 años, comienzan a modificar algunos de su comportamiento. Entre otros, comienzan a producir menos estrógeno para las mujeres y menos testosterona para los hombres, lo que da lugar a que la grasa de nuestro cuerpo se desplace hacia la mitad del cuerpo al tiempo que abandona otras áreas del cuerpo donde resultan menos llamativa. En consecuencia, al tiempo que algun as zonas se vuelven más pequeñas, otras se vuelven más rellenitas y esponjosas.

Herencia genética

Algunos estudios científicos han encontrado los genes específicos que determinan cuántas células grasas tenemos y dónde se almacenan. Esto es, desafortunadamente, un elemento que no podemos cambiar y, de hecho, es probable que los miembros de una misma familia tengan en común las áreas donde se almacena el exceso de grasa.

Metabolismo más lento

Al cruzar la terrible frontera de los 40, existen un par de cosas que le suceden a nuestro metabolismo. Primero, la tasa metabólica basal (TMB) disminuye y, segundo, gasta menos energía total (TEE) durante el ejercicio. Algunos expertos sugieren que el metabolismo puede disminuir en aproximadamente un 5% por cada década después de los 40, lo que significa que necesita aproximadamente 60-100 menos calorías cada 10 años. Si, además, se producen cambios en los hábitos, como es normal, y se hace menos ejercicio, es más que probable que se necesite ingerir menos calorías.

Pérdida de músculo

Al igual que ocurre con nuestro metabolismo, el músculo tiende a ir perdiendo tamaño
cuando se llega a los 40 años, experimentando una disminución constante cada década.
Los científicos creen que parte de esto es que las unidades motoras que forman nuestros
músculos disminuyen a medida que envejecemos y que esas unidades motoras no siempre disparan con la misma regularidad. Sin embargo, esto puede tener, al menos, una solución parcial, ya que uno de los factores que más influyen en la pérdida de masa muscular, junto con la edad, es la falta de actividad física, lo que hace que si somos capaces de mantener unos hábitos regulares en relación con la práctica de ejercicio, ello se puede convertir en una estrategia de primera magnitud para prevenir la pérdida muscular.

En conclusión, parece claro que los factores que influyen en esta no deseada evolución de nuestro peso son diversos. Y, también, que no podemos controlar cada uno de ellos, de hecho, algunos están fuera de nuestro alcance (sí, la genética es así, para lo bueno y para lo malo). Eso sí, lo que podemos hacer es aprovechar este conocimiento y utilizarlo a nuestro favor, trabajando con nuestros cuerpos en lugar de luchar contra ellos.