Una cebolla recién partida con un cuchillo.

Una cebolla recién partida con un cuchillo. Pixabay

Nutrición Alimentación

Por qué lloramos al cortar una cebolla y otras 3 cosas que no sabías sobre ella

23 noviembre, 2018 19:35

Si hay una planta herbácea que ha conseguido dividir a España, ésa es la cebolla. Ríos de tinta (y casi de sangre) han corrido a lo largo y ancho de este país debido a un debate que aún hoy sigue generando controversia. Por un lado, los defensores de la tortilla de patatas con cebolla. En el otro lado del ring, aquellos que sostienen que es poco menos que un pecado mortal cocinar semejante manjar con este alimento.

Pese a los amores y odios que despierta esta hortaliza, lo cierto es que la cebolla lleva muchos años instalada en la tradición culinaria española. Son numerosos los guisos y las ensaladas que la incorporan. Por no hablar del boom de la cebolla caramelizada, que irrumpió hace algunos años en la cocina de numerosos restaurantes y ha sido entronizada por encima de nuestras posibilidades.

En realidad, alrededor de la cebolla existen un buen número de curiosidades y creencias populares que han calado hondo entre el común de los mortales. Sin duda, la que más interés ha suscitado y que aún no todo el mundo sabe es por qué lloramos de forma involuntaria cuando picamos una cebolla.

El porqué

No se escapa nadie. Quien más y quien menos se ha enfrentado alguna vez a ese trance que es cortar una cebolla y ha visto cómo las lágrimas brotaban de sus ojos sin que la pena o la melancolía tuvieran nada que ver en el asunto. La razón no es otra que el sulfuro de alilo, un compuesto que se encuentra por separado en la cebolla y cuyas moléculas se unen en el momento en el que picamos, cortamos o partimos esta hortaliza.

El sulfuro de alilo provoca un efecto similar al de un gas lacrimógeno: hace que se irriten nuestros ojos y estos reaccionan haciendo brotar las lágrimas, cuya misión no es otra que limpiar y lubricar nuestros globos oculares. Tan sencillo.

No, la cebolla no calma la tos

La tradición popular dice que dejar una cebolla partida encima de la mesilla cuando sufrimos un proceso catarral es mano de santo para calmar la tos. Vamos, mejor que cualquier jarabe o que se precie. En realidad, se trata de un mito extendido allende de los mares que no es cierto. Lo explica la farmacéutica y divulgadora Marián García, Boticaria García, en este vídeo.

No existe ninguna evidencia que haya demostrado que semejante remedio calme nada. Es decir, ningún investigador ni ningún organismo médico ha podido comprobar que esto sirva para nada. ¿Es malo? No, tampoco. Pero es igual de efectivo que poner un limón o un cacahuete. Eso sí, antes de intentar curar algo con un remedio que no ha sido demostrado, mejor ponerse en manos de un especialista, que está facultado para recomendarnos un tratamiento farmacológico que la ciencia ha probado como válido.

Cuántas variedades existen

La cebolla común que integra la mayoría de nuestras ensaladas es la Allium Cepa. Sin embargo, existen decenas variedades. Desde la cebolla roja, muy popular en países de América Latina, pasando por la cebolla larga o de verdeo, las cebolletas, que son imprescindibles en buena parte de los encurtidos, la cebolla de hoja o la cebolla de Palenzuelo, un producto agrícola típico español procedente de una pequeña localidad de Burgos.

Pese a las decenas de variedades que existen, las cebollas se encuentran muy lejos de otras verduras como los tomates, por ejemplo. Los científicos han llegado a estudiar más de 400 tipos distintos para conocer cuáles son aquellos que tienen un mayor sabor.

Una cebolla contra Trump

La cebolla (roja) se erigió hace casi un par de años en la inesperada protagonista de una campaña en Internet contra Donald Trump. Una cuenta de Twitter anónima, Half an onion, subió una fotografía de una de estas hortalizas metida en una bolsa de plástico. Su objetivo no era otro que conseguir que este absurdez consiguiera más seguidores que el presidente de los Estados Unidos.  

"Si Trump puede ser presidente, cualquier cosa es posible", era el lema de esta cuenta. Por aquel entonces, el presidente rozaba los 22 millones de seguidores. Hoy acumula más de 55 millones. Half an onion subió como la espuma, pero se estancó en los 645.000 ‘followers’.