Stavros Meletlidis, durante una toma de muestras de la lava del volcán de La Palma.

Stavros Meletlidis, durante una toma de muestras de la lava del volcán de La Palma. R.Abella Stavros Meletlidis

Medio ambiente VULCANÓLOGO DEL IGN

Stavros Meletlidis: "Los que difunden bulos sobre tsunamis creen que el volcán es un Monopoly"

"En vulcanología hay tres incógnitas que intentamos responder: dónde, cómo y cuándo" / "En este momento no sabemos cómo va a terminar la erupción" / "La incógnita que tenemos es qué está pasando en el interior".

6 octubre, 2021 01:59

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El día que erupcionó el volcán de La Palma, Stavros Meletlidis (Salónica, 1969), doctor en vulcanología por la Universidad de Barcelona y uno de los geólogos que siguen de cerca la situación en Cumbre Vieja, se encontraba a escasos metros del cráter. Aquel día, su hijo mayor soplaba las velas en la isla tinerfeña. Era su cumpleaños. Pero Stavros, junto a su equipo del Instituto Geográfico Nacional (IGN), vigilaba a un paciente que mantenía latentes la incertidumbre y la preocupación en La Palma desde días antes, con un enjambre sísmico que encadenaba miles de terremotos. "Había gente que pensaba que el volcán podía salir debajo de su casa", comenta.

El volcán del Cumbre Vieja encabeza su tercera semana de erupción. Continúan los seísmos, la destrucción y la lluvia de cenizas. La isla bonita sigue cubriéndose de lava, y lo peor es que nadie sabe ni puede saber cuándo terminará. El trabajo incansable de los equipos de vigilancia volcánica desplegado en la zona estudia y analiza la situación a partes iguales tratando de buscar respuestas y armar las piezas de un puzzle que va dejando descubrir el volcán.

Uno de los aspectos que más fascina a este vulcanólogo es que parece que plantean un reto con cada erupción, ese "descíframe si puedes". Cuando coge el teléfono se encuentra en Tenerife, con su familia. "En este parón de 48 horas, intento conciliar un poco mi vida familiar y atenderles también a ellos. Hay que descansar para poder volver y seguir con el trabajo. Llevaba tres semanas sin parar en La Palma", confiesa Meletlidis. Un trabajo intenso e incansable que continuará mucho tiempo después de que finalice la erupción en La Palma.

-¿Cómo fue tu primera experiencia con un volcán?

La primera vez que conocí un volcán fue en Grecia, donde estaba haciendo cartografía con otros colegas de otros países. Estábamos trabajando en Santorini, en Nysiros, en volcanes extintos también. Mi primera experiencia con un volcán activo fue con el Etna, cómo no (ríe). A través de ese trabajo he participado en un megaproyecto, Decade Volcanoes, que trataba de investigar los 10 volcanes más importantes del planeta (el Teide, Santorini, Etna, Reunión…), todos esos volcanes que pueden tener un efecto importante en el mundo. Ya con 25 años estuve en la cima de volcanes en momentos de erupción, relativamente cerca, y te pones… Porque si en un terremoto te sientes pequeño durante 30 segundos, ante un volcán te sientes pequeño durante días, semanas e incluso años. Es impresionante.

-¿Cuándo llegas a La Palma? ¿Cómo fueron esos primeros días?

Es muy parecido a lo que pasó en El Hierro. En La Palma la actividad empezó el día 11 de septiembre. Era un fin de semana. Empezó con bastante energía si la comparamos con la erupción de El Hierro. Se hizo una reunión entre los equipos de Madrid y Tenerife, y se decidió hacer un viaje para comprobar si la red seguía funcional y ampliarla un poco. El martes por la mañana, un compañero ingeniero, Rubén, vino desde Madrid, y yo, desde Tenerife; y nos encontramos en La Palma con dos vuelos directos. Ahí empezó todo. Comprobamos la red sísmica y también la geoquímica.

Al médico le avisan para tratar a un paciente en la siguiente hora. Nosotros aparecimos el martes por la mañana sin saber cuándo íbamos a tratar esa emergencia. Se veía claramente que no iba a tardar mucho, pero el martes era pronto para definir una ventana de tiempo de la erupción. En El Hierro pasó lo mismo. En cuanto se detectó la actividad, con lo puesto, fuimos con el barco. Tanto aquí como en El Hierro mi familia me tuvo que mandar ropa porque yo iba para tres días y terminaron siendo tres semanas. La idea principal nuestra era ir, comprobar las redes, añadir algún sensor más, hacer alguna medición en el terreno y a los tres días, volver.

-¿Cuándo os disteis cuenta de que la situación iba a ser más grave?

Durante la semana, vimos como la actividad empezó a crecer a un ritmo que recordaba mucho a la erupción de El Hierro. Cada día teníamos una reunión y se veía que todo indicaba que la erupción llegaba. Ya el domingo por la mañana, con el comunicado que da el Pevolca, se veía que la erupción era inminente. 

-¿Cómo viviste el momento en el que el volcán entra en erupción?

Yo estaba en la isla. Me quedaba en un apartamento en Todoque. Todos los días, aparte del trabajo que hacíamos, teníamos contacto con la gente del pueblo, Guardia Civil, y con la sociedad en general. Ese día por la mañana ya estaba despierto cuando hubo un terremoto a las 6.30 horas de la mañana. Con las mismas subí hacia Todoque porque indicaba que el área estaba bastante cerca de donde finalmente ha salido el volcán. Teniendo la continuidad de la actividad, se hizo un vuelo de helicóptero. Hemos sobrevolado varias veces la zona donde ha salido el volcán, pero la verdad (ríe), los datos indicaban un área más extensa, no sé por qué nos obsesionamos con ese lugar y no se vio nada.

Terminando el vuelo de helicóptero, nos acercamos a la zona, y vimos que ya tenía varios desprendimientos. La gente estaba evacuando con toda la tranquilidad y todo muy organizado. Y, de pronto, estando yo a un kilómetro de la zona, en ese momento estalló. Tiró el tapón, que se dice, y empezó esa emisión de cenizas. La primera parte conlleva una nube de cenizas. Lo primero que sale es el gas que fractura la roca y al poco empezó esa fuente de material incandescente magmático.

Stavros, durante el primer vuelo de reconocimiento en helicóptero del volcán.

Stavros, durante el primer vuelo de reconocimiento en helicóptero del volcán. Stavros Meletlidis

El primer pensamiento, creo que es lo que pensó todo el mundo, fue: por fin ha terminado el problema. Porque la incógnita, la incertidumbre que vivió toda la isla con el volcán, la sismicidad, los ruidos, los olores… En ese momento lo ves y dices, bueno, ya ha salido. En vulcanología hay tres incógnitas que siempre tratamos de responder: dónde, cómo y cuándo. En ese momento ya teníamos dos: dónde y cuándo. Lo que no se sabía era el cómo. En ese momento, que estaba con agentes de brigadas contra incendios, Protección Civil y Guardia Civil, no es que fuera un alivio, pero al menos dices: bueno, ha terminado la incertidumbre. Porque había mucha gente que pensaba que iba a salir el volcán debajo de su casa. Y la verdad es que ha salido a menos de un kilómetro de un núcleo de población denso y a menos de 400 metros de las casas.

-En declaraciones a los medios, hay una frase que repites a menudo, y es que "la lava no es un espectáculo". ¿Crees que en ocasiones se deja de lado el drama humano?

Yo lo he dicho muchas veces, y en ocasiones me he enfadado un poco. Se da mucha importancia al hecho de que la lava llega al mar. Es obvio, vivimos en una isla, y si sigue saliendo material, llegará al mar. De acuerdo, los efectos en el mar son cuestión de estudio, pero hay que entender que hay gente que ha perdido su casa. Yo mismo tengo amigos que ayer estaban en su casa y hoy ya no existe.

Es un espectáculo de la naturaleza, sin duda, pero hay que tratar con respeto este proceso eruptivo. En este momento no se sabe cómo va a terminar, y luego hay que intentar no cargar con más trabajo a toda esa gente que se encarga de la seguridad y la vigilancia, y por último, intentar esconder esa alegría de un fenómeno que afecta a tanta gente. Un médico trata a los pacientes y no tiene que llevar el problema a su casa. A mí me pasa algo parecido.

-¿Cómo es el día a día en la vigilancia de un volcán?

El volcán es una noticia. El espectáculo está ahí, pero hay problemas que solucionar. Hace falta la cobertura, pero hay que ocuparse también de la gente. Cuando uno tiene que enfrentarse a algo, si se lo explican, la actitud es distinta. El Pevolca está funcionando perfectamente. El sábado por la tarde, antes de la erupción, se organizaron dos charlas en un polideportivo para explicar la situación a toda la población que ahora está evacuada. Eso ha ayudado para que sucediera de manera disciplinada y tranquila. Intentamos gastar parte de nuestro tiempo para que toda la gente tenga la información sobre el fenómeno, aunque no podamos contarles cuándo terminará y cuándo podrán recuperar sus vidas. Esto es algo que no podemos saber, pero al menos podemos dejarles conocer qué ha pasado y qué está pasando.

Imagen de Stavros durante los trabajos de medición.

Imagen de Stavros durante los trabajos de medición. R. Abella Stavros Meletlidis

Luego, dentro del Pevolca, nosotros tenemos un centro de operaciones debajo de la iglesia de Tajuya, donde se distribuye la información y es el punto de partida, donde se hace un briefing y se reparten las tareas. Intentamos acabarlo en unas horas prudentes (ríe). Nosotros [los vulcanólogos del IGN], dentro de los cometidos que tenemos, mantenemos las estaciones. Lo que ocurre es que, en las más cercanas al volcán, en el momento en que vas a asegurarte de que el panel fotovoltaico sigue alimentando las baterías, pues recibes la lluvia de cenizas; o si vas a tomar una muestra de aguas, tienes que ponerte la cámara anti gas porque tienes esa amenaza, o cuando simplemente vas a tomar una muestra de lava y de repente cambia la dirección del viento, empiezas a sentir 300 ºC en tu cuerpo. Todo eso está dentro de lo que estamos haciendo. Siempre vamos equipados, pero claro, sigues estando expuesto a algo que es muy cambiante. Tiene genio el volcán (ríe).

-¿Cuántas horas le estáis dedicando al volcán estos días?

Trabajamos muchas horas, pero no es una carga excesiva. Cuando trabajas para la ciudadanía, las horas es de lo que menos que se puede hablar, pero son muchas horas, muchísimas.

-¿Un número aproximado?

(Vuelve a reír) Me van a pegar los de riesgos laborales si te lo cuento.

-Ante la incertidumbre de este fenómeno, otra de las cuestiones con las que tendréis que bregar los científicos es con esas teorías conspiranoicas y bulos que afloran en momentos de crisis como la que está viviendo ahora la isla. Lo primero que se me viene a la mente es esa teoría del megatsunami que puede provocar una erupción en La Palma. ¿Qué opinión le merece?

Nosotros esto lo hemos vivido antes en la erupción de El Hierro. En La Palma no hay nadie que crea eso, saben lo que viven e intentan afrontarlo. Esto viene de fuera, de gente que no tiene ni idea, y que poco le interesa cómo pueda afectar a la vida de 5.000 personas. Piensan que esto es un Monopoly, un juego, terminan de decir lo que dicen y se van a acostar tranquilos. En El Hierro vivimos varias conspiraciones: que se iba a partir la isla en dos, ovnis… Es como el coronavirus, ¿no?. Hay de todo.

El problema aquí en La Palma es que todo ha empezado con un artículo científico de hace muchos años que surgió por una fractura mal evaluada durante la erupción de San Juan (La Palma, 1949). Hubo un emplazamiento del dique (la tubería de alimentación) de la erupción que podría generar una ruptura en el suelo y desencadenar un tsunami en el caso de movimiento de masa muy grande de tierra. Tiene una base científica. En todas las islas volcánicas tenemos todos esos procesos de deslizamientos, es parte de la evolución. Llega un momento que, por pura física del material, tienes un fallo y el material cae. En todas las islas las hemos tenido. Está claro que existe ese proceso.

Ahora, hay que evaluar la probabilidad real de que ocurra. Es como decir que puede caer ahora un meteorito en la Tierra. ¿Pero qué probabilidad hay? Lo mismo pasa en La Palma: ahora mismo tenemos sismicidad, tenemos la erupción… Nos deberíamos quedar todos en este proceso. Quizás la gente le ha dado más importancia a esta teoría porque viene de una publicación científica. El mismo que escribió este artículo hizo una revisión desmintiéndolo, pero claro, eso ha quedado ahí.

Siempre que hay una crisis o una catástrofe aparece gente que lo ve como un juego y aprovechan para convertirse en profetas. Yo le aseguro que, de todo lo que hablan, no son ni de lejos los datos que manejamos nosotros.

-¿Cómo era la vida de un vulcanólogo antes de la erupción?

Es un poco… no aburrida, pero tú te entrenas toda la vida para cubrir la emergencia. El día a día en Tenerife, en parte, tiene que ver con la mejora de la vigilancia volcánica en todas las islas. Luego, hay una parte importante donde se discuten los datos observables que tenemos. No es que miremos los datos los días antes a una erupción. Se hace de manera diaria para cubrir la alerta temprana. Hay varias salidas en campo. En mi caso es para tomar muestras de erupciones anteriores. Primero tienes que definir cómo han sido las erupciones anteriores en la zona que tú vas a estudiar para tener el mejor despliegue y atención. Mi trabajo es descifrar erupciones pasadas, ver cómo han transcurrido, su dinámica eruptiva e intentar sacar dataciones. Cuantos más datos tengamos de esto, más preparados estaremos para el futuro. Otra parte importante es hablar con otros especialistas e intentar generar una imagen de lo que está pasando.

Ahora, en la erupción, el rol ha cambiado bastante. Primero lo que se tiene que hacer es una interpretación conjunta de los datos que tiene la red y de las observaciones en directo. Pero aquí hay una incógnita que es qué está pasando en el interior. Es intentar todos juntos construir el puzzle, la imagen de lo que está pasando en el interior y por qué está pasando lo que vemos en la superficie. Es un proceso puramente geológico. 

-¿Qué experiencias con los volcanes te han marcado más a lo largo de tu carrera?

Hay una anécdota con el Etna. Se preparó el punto de observación y la idea era bajar para tomar una muestra, pero lo que pasa es que cuando se organizó la expedición, ya no existía ese punto más (se ríe). Era en la parte superior del cráter y se lo tragó. Intento no contarlo mucho, porque a la gente le entra miedo, pero es el momento en el que entiendes que a veces te dicen "¿qué va a pasar?" y no pueden entender que tú no sabes lo que va a pasar, porque si lo supieses no te prepararías para acudir a este punto.

También estuvimos en el Popocatépetl, con un compañero, en México, y cuando llegamos a la cima nos tuvimos que cubrir detrás de una roca, porque nos avisaron de que la erupción iba a ser más fuerte y se esperaba una caída de material considerable. Pudimos salir bien, pero claro, estando en la base de un volcán como ese, cualquier cosa que te pase... es importante.

En La Palma me ha ocurrido que yo vine con tres cambios de ropa, porque la idea era estar dos noches. A la tercera noche, tuve que lavarla en el baño del apartamento. A la quinta noche, me mandaron desde mi casa ropa, porque no podía estar lavando. Desde que comenzó la erupción, me he cambiado hasta tres veces de apartamento, dependiendo de donde fuera más oportuno. Pregunté una mañana para ver donde podía lavar la ropa y me encontré a un Guardia Civil que ya conocía. Esa mañana libraba y me dijo que le dejara la ropa, que él se encargaba. Conocía a un chico que lavaba la ropa gratis de emergencia. Nos vimos por la noche y él me trajo la ropa en una bolsa, doblada y perfumada. Le dije que me gustaría dar un agradecimiento público a la lavandería. Me pasó algo parecido con una farmacia, que fuimos a pedirle colirio para los ojos por los gases y nos lo regalaron. Les agradecimos el gesto. En este caso me dijo el agente que la lavandería estaba cerrada, pero llevó la ropa a su casa y la lavó su madre. Independientemente de la erupción, hay una calidad humana tremenda. Son las cosas que pasan en estos momentos.

-¿Qué es lo que más te fascina de los volcanes?

Te da una idea de lo vivo que está el planeta. Me gustaba mucho la geología antes de los volcanes, y me gustaba mucho la paleontología. Ves que el planeta está vivo. Te das cuenta de que la vida empieza en un volcán. Es el motor de la vida en nuestro planeta. Ves cómo cambia el comportamiento. Te invita el propio volcán y es como si te dijera: "A ver si te atreves a predecir cómo me voy a comportar mañana". Te hace una riña, no sé cómo se dice en español. La destrucción no va conmigo, es inevitable cuando sale en un área poblada, pero en lo que hago yo, lo que más me gusta es eso: el propio volcán nos invita a descifrar lo que está pasando. Y sabemos que haciéndolo estamos ayudando a alguien.

El material que se mete debajo de la isla, es el que va formando la isla. Ahora con la fajana que se está formando en el mar, hay que cambiar los mapas de la isla. Habrá que rehacer los mapas geológicos. Pero al menos, aparte de fascinarse uno por los colores del volcán y la erupción, sobre todo lo veo como una invitación a "descíframe si puedes, busca a ver por qué estoy haciendo eso".

-¿Qué es lo que harás una vez finalice la erupción?

Nosotros empezamos un proceso preeruptivo una semana antes como pasó en La Palma, o tres semanas antes como pasó en El Hierro, e independientemente de lo que dure la erupción, después tenemos que estar mucho más tiempo vigilando para certificar el final de la erupción y para asegurar que no va a haber otro proceso nuevo. Sería un atrevimiento decir que faltan x días. A la gente le gusta poner números, pero habrá que conocer toda la historia de la isla, un número mayor de erupciones, para poder decir luego que la estadística es esa. A mí no me gusta poner números. La vulcanología no es un área donde se trabaje con números absolutos, sino en relativo. No se sabe, no se puede decir con certeza ni siquiera una ventana de 30 días. Tienes que tener datos científicos, no te puedes basar en una intuición.

En El Hierro la erupción se dio por finalizada de 2012, y nosotros seguimos yendo un año después. En el caso de La Palma no podemos decirlo ahora, porque depende de la duración del volcán.

-¿Cuál es el volcán al que a todo vulcanólogo le gustaría cubrir?

Hay un volcán al que todo vulcanólogo tiene que ir una vez en su vida que es el Stromboli. Es predecible, pero se pueden aprender muchas cosas del proceso volcánico. Tiene una peligrosidad baja para poder estudiarlo. Es uno de los volcanes más atractivos, porque lo ves vivo en cualquier momento que vayas.