Conrado Estol, neurólogo.

Conrado Estol, neurólogo.

Ciencia

Conrado Estol, neurólogo, sobre la soledad: "El dinero, la inteligencia y la fama no dan la felicidad, lo hacen los vínculos"

La soledad no deseada afecta ya a 1 de cada 5 en España, y causa mayor riesgo de enfermedad, deterioro cognitivo y muerte prematura.

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Las claves

El neurólogo Conrado Estol afirma que la calidad de los vínculos personales es el mayor predictor de felicidad y salud, por encima del dinero, la inteligencia o la fama.

Estol compara el impacto negativo de la soledad con fumar medio paquete de cigarrillos al día y la señala como un grave problema de salud pública.

En España, una de cada cinco personas sufre soledad no deseada, afectando especialmente a los jóvenes y duplicando su prevalencia en quienes tienen mala salud mental.

El coste económico anual de la soledad en España supera los 14.000 millones de euros, y la fortaleza de los vínculos sociales se asocia a mayores niveles de felicidad en diferentes culturas.

Conrado Estol, neurólogo argentino, sostiene que la felicidad no depende del dinero, el cociente intelectual ni la fama, sino de la calidad de los vínculos humanos. Su reflexión parte de la conclusión del Estudio de Desarrollo Adulto de Harvard, la investigación longitudinal sobre la vida adulta que ha seguido durante más de ocho décadas a cientos de personas.

Estol afirma que los factores tradicionalmente asociados al éxito no predicen una vida larga ni saludable. En palabras del neurólogo, "el dinero, el coeficiente intelectual y la fama no tenían nada que ver con la expectativa de salud y felicidad", un hallazgo que cuestiona los pilares clásicos del progreso individual.

Tal como insiste el especialista, el verdadero predictor del bienestar es la calidad de las relaciones personales. "Son los vínculos con tu pareja, con tu familia, con los amigos y con la comunidad lo que más predice una buena expectativa de vida, salud y felicidad", afirma Estol, subrayando el papel central del entorno afectivo en la salud física y mental.

El neurólogo refuerza su mensaje con una analogía de alto impacto sobre el coste biológico del aislamiento. En palabras del propio Estol, "la soledad es equivalente a fumar medio paquete de cigarrillos por día". Esta comparación busca visibilizar un riesgo sanitario que, pese a su gravedad, sigue siendo ampliamente infravalorado.

Desde una perspectiva neurobiológica, Estol recuerda que el cerebro humano está diseñado para el vínculo. El aislamiento sostenido, explica, incrementa el riesgo de depresión, deterioro cognitivo, enfermedad cardiovascular y mortalidad. El mensaje es claro: la conexión social no es un complemento sino una necesidad fisiológica.

Según matiza el neurólogo, no se trata de acumular contactos, sino de construir relaciones significativas. "No es la cantidad de personas, sino la calidad del vínculo", señala, aludiendo a gestos sencillos pero esenciales como una conversación sincera, un abrazo o la experiencia de sentirse escuchado en un entorno de confianza.

La soledad como problema de salud pública

La advertencia de Estol encuentra un reflejo preocupante en la realidad española. Si la soledad es un tóxico biológico, su presencia en nuestro país es alarmante. Los datos nacionales confirman que el aislamiento social no es un fenómeno marginal, sino un problema estructural con profundas implicaciones sanitarias y sociales.

Según el Barómetro de la soledad no deseada en España 2024, elaborado por Fundación ONCE y Fundación AXA, una de cada cinco personas sufre soledad no deseada. Este fenómeno afecta a un 20% de la población, revelando una fractura relacional que trasciende edades, territorios y niveles socioeconómicos.

Los datos muestran además una relación especialmente intensa entre soledad y salud mental. Aproximadamente la mitad de las personas con problemas de salud mental sufren soledad no deseada, y su prevalencia se duplica entre quienes perciben su estado de salud como malo o muy malo, reforzando el vínculo bidireccional entre aislamiento y enfermedad.

La juventud emerge como uno de los colectivos más afectados. El 34,6% de las personas entre 18 y 24 años declara sufrir soledad no deseada, desmontando la idea de que el aislamiento es un problema exclusivo de la vejez y señalando nuevas formas de desconexión en entornos aparentemente hiperconectados.

El problema, además, tiende a cronificarse. Dos de cada tres personas que padecen soledad no deseada llevan más de dos años en esta situación, lo que incrementa su impacto sobre la salud y dificulta la reversión del aislamiento, convirtiéndolo en un factor de riesgo sostenido a medio y largo plazo.

El impacto de la soledad no se limita al ámbito personal. Su coste económico anual en España asciende a 14.141 millones de euros, lo que equivale al 1,17% del Producto Interior Bruto. Una cifra que evidencia que el aislamiento social también tiene consecuencias macroeconómicas medibles.

La centralidad de los vínculos como predictor de bienestar se refuerza al observar el contexto internacional. Estol apunta a una aparente paradoja. "Hay un mayor índice de felicidad en América Latina”, explica, pese a niveles de renta más bajos, una diferencia que atribuye al peso cultural de las relaciones humanas.

Esta observación coincide con las conclusiones del Informe Mundial de la Felicidad 2025. Aunque sitúa de forma recurrente a los países nórdicos en lo más alto del ranking global -naciones ricas como Finlandia, Dinamarca o Islandia lideran la clasificación-, confirman que la estabilidad económica sigue siendo un factor relevante para el bienestar.

Sin embargo, el interés del caso latinoamericano no está en su posición final dentro del ranking, sino en el motivo por el que logra puntuar tan alto. Aunque con menos recursos materiales, la región obtiene mejores resultados de lo que sería esperable gracias a un elemento clave: la fortaleza de sus vínculos sociales.

Los expertos coinciden en que la clave no es la ausencia de problemas, sino la abundancia y calidad de relaciones cercanas, cálidas y genuinas. En contextos marcados por desigualdad o violencia, estos vínculos actúan como un amortiguador emocional y social frente a la adversidad cotidiana.

En coherencia con lo que proclama Estol, la soledad es un tóxico con consecuencias medibles sobre la salud, la longevidad y la cognición. Tal como concluye el neurólogo, la felicidad reside en el cultivo activo de "una charla sincera, un abrazo, sentirse escuchado", una fórmula sencilla, pero científicamente probada, para vivir más y mejor.