Asier Madarieta, geólogo.

Asier Madarieta, geólogo.

Ciencia

Asier Madarieta, geólogo, sobre su asombroso descubrimiento: "La Península Ibérica gira en el sentido de las agujas del reloj"

El científico de la EHU/UPV confirma que la masa continental gira en sentido horario, impulsada por África, en un fenómeno clave para entender el riesgo sísmico del sur.

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Las claves

Un nuevo estudio liderado por Asier Madarieta revela que la Península Ibérica está rotando lentamente en sentido horario, a diferencia del resto de Europa.

La investigación identifica que el límite tectónico entre Eurasia y África al sur de la Península es difuso y mucho más complejo de lo que se pensaba.

El análisis utiliza datos satelitales y de terremotos recientes para delimitar mejor las zonas de colisión y desplazamiento entre placas, lo que ayuda a evaluar el riesgo sísmico.

Estos hallazgos sitúan a la Península Ibérica como un laboratorio natural clave para el estudio de la dinámica tectónica entre África y Europa.

La Península Ibérica no está tan firmemente anclada a Europa como se pensaba. Un nuevo trabajo en geodinámica revela que el viejo lema turístico Spain is different describe algo más que una simple singularidad cultural. También es aplicable a un comportamiento tectónico propio que distingue a Iberia dentro del complejo rompecabezas geológico europeo.

El estudio, liderado por Asier Madarieta-Txurruka, investigador de la Universidad del País Vasco (EHU/UPV), confirma un fenómeno llamativo: la Península Ibérica está rotando lentamente sobre sí misma en sentido horario, en dirección contraria a la dinámica dominante del continente europeo.

Tal como explica el geólogo, “cada año las placas euroasiática y africana se mueven entre 4 y 6 milímetros una hacia la otra”. Aunque se trata de un desplazamiento mínimo, su efecto acumulado genera tensiones suficientes para provocar deformaciones profundas y actividad sísmica en las zonas de contacto.

El investigador subraya que, a diferencia de otros sectores del límite entre placas, "en el entorno del sur de la Península Ibérica el límite es mucho más difuso y complejo". Esa indefinición ha dificultado durante décadas la comprensión precisa de los procesos tectónicos activos en la región.

Un 'microcontinente' que gira

En el Mediterráneo occidental, la frontera entre Eurasia y África está condicionada por el dominio de Alborán. Según detalla Madarieta, este campo se desplaza hacia el oeste y favorece el desarrollo del Arco de Gibraltar, conectando la Cordillera Bética con el Rif norteafricano.

“Hasta ahora no sabíamos exactamente cómo era ese límite en este entorno, y los procesos geodinámicos que tienen lugar seguían siendo objeto de debate”, reconoce el investigador. El nuevo estudio permite concretar por primera vez qué dinámicas dominan realmente en esa zona difusa.

En su investigación, Madarieta y su equipo observaron "cómo la deformación superficial y la deformación interna de la corteza en el Mediterráneo occidental están relacionadas en el límite entre la Península Ibérica y el noroeste de África". Esa relación era clave para entender el comportamiento conjunto del sistema.

Para ello, los científicos calcularon los campos de estrés y deformación “utilizando datos de deformación obtenidos por satélite y datos de terremotos ocurridos en los últimos años”. La combinación de ambas fuentes ha permitido una visión mucho más completa del proceso tectónico en curso.

Tras comparar ambos tipos de información, los procesos geodinámicos y tectónicos se comprenden ahora con mayor profundidad. En palabras del propio Madarieta, "hemos podido especificar mejor el límite entre las placas euroasiática y africana", delimitando con mayor precisión sus distintos sectores.

El investigador añade que el análisis ha permitido identificar "qué zonas del límite están ya dominadas por la colisión entre Eurasia y África y cuáles siguen determinadas por el desplazamiento hacia el oeste del Arco de Gibraltar", una distinción esencial para interpretar el comportamiento regional.

Los nuevos datos "confirman que la Península Ibérica está rotando en sentido horario", señala Madarieta. Según explica, al este del Estrecho de Gibraltar la corteza del Arco absorbe buena parte de la deformación, evitando que las tensiones se transmitan hacia el interior peninsular.

Sin embargo, al oeste del Estrecho la situación cambia. "Allí se produce una colisión directa entre las placas de Iberia y África", indica el geólogo, quien considera que este empuje desde el suroeste es el responsable de forzar la rotación horaria de la península.

Los campos de estrés informan sobre los procesos geodinámicos, mientras que la deformación muestra cómo se altera la superficie terrestre. "Pero averiguar qué estructura geológica concreta está causando esa deformación no es nada fácil", admite Madarieta.

Gracias a los nuevos datos, ahora es posible saber dónde buscar esas estructuras. "En Iberia hay muchos lugares con deformación significativa o terremotos, pero no sabemos qué estructuras tectónicas están activas", explica el investigador. Los mapas obtenidos indican dónde dirigir ese esfuerzo.

Esto permitirá determinar "qué tipos de fallas y pliegues existen, cómo se mueven y qué tipo de terremotos podrían generar, así como su magnitud potencial". Se trata de un paso decisivo para mejorar la evaluación del riesgo sísmico en regiones sensibles.

Madarieta recuerda que su trabajo se integra en la base de datos QAFI, dedicada a las fallas activas cuaternarias de Iberia. "Aunque trabajamos intensamente, hay zonas donde queda mucho por hacer", señala, citando el Pirineo occidental y el oeste del Arco de Gibraltar.

En esas áreas, como Navarra o el eje Cádiz-Sevilla, "es necesario realizar trabajos geológicos y geofísicos detallados para identificar las estructuras activas, caracterizarlas y especificar su potencial sísmico", subraya el investigador.

Procesos lentos

Los cambios geodinámicos son extremadamente lentos y los datos precisos disponibles abarcan un periodo limitado. "Estos datos solo ofrecen una pequeña ventana a la evolución geológica", explica Madarieta, recordando que los terremotos bien registrados comienzan en 1980 y los datos satelitales en 1999.

Dado que estos procesos se miden en millones de años, el investigador insiste en la importancia de "realizar análisis unificados de los distintos tipos de datos". Esa integración es la que permite extraer conclusiones sólidas a partir de información parcial.

Según concluye Madarieta, la base de datos generada "incrementa la fiabilidad de los resultados y las conclusiones". Además, adelanta que “a partir de ahora los datos aumentarán exponencialmente”, lo que permitirá calcular deformaciones con mayor detalle incluso en zonas poco estudiadas.

Por tanto, este avance no solo va a mejorar el conocimiento científico, sino que sitúa a la Península Ibérica como un laboratorio natural privilegiado para estudiar la compleja danza tectónica entre África y Europa, un proceso que, aunque invisible a simple vista, sigue activo bajo nuestros pies.