Adolf Hitler dirigió Alemania desde 1934 hasta 1945, año en el que se suicidó.

Adolf Hitler dirigió Alemania desde 1934 hasta 1945, año en el que se suicidó.

Ciencia

Los nazis, los primeros 'magufos': así se entregaba Hitler a la pseudociencia

Un nuevo libro indaga en la influencia del ocultismo en el nacimiento y el triunfo del Tercer Reich en la Alemania de los años 30 y 40.

29 enero, 2018 02:19

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Lo vimos en Indiana Jones: Hitler quería hacerse con el Arca de la Alianza para dominar el mundo. "Hitler está chiflado por el tema, está loco; su obsesión es el ocultismo", le decía al Doctor Jones el funcionario de Inteligencia del gobierno de EEUU. Era sólo ficción en una película de aventuras; pero estaba inspirada en la idea común de que, por si no fuera bastante la insania que llevó al Tercer Reich a cometer innumerables crímenes contra la humanidad, además los jerarcas nazis profesaban una incomprensible pasión por el ocultismo y lo sobrenatural.

¿Incomprensible? En su reciente libro Hitler's Monsters: A Supernatural History of the Third Reich (Los monstruos de Hitler: Una historia sobrenatural del Tercer Reich; Yale University Press, 2017), el profesor de Historia de la Universidad Stetson de Florida (EEUU) Eric Kurlander explica que en realidad estos intereses estaban íntimamente engarzados en la doctrina ideológica del nazismo. Pero también advierte de que la atracción de los nazis por lo sobrenatural ha dado pie al mito y la charlatanería en ciertas versiones más motivadas por encontrar códigos Da Vinci que por contar la historia verídica. "La mayoría de los trabajos sensacionalistas o criptohistóricos sobre el ocultismo nazi se basan en muy pocas fuentes primarias", resume Kurlander a EL ESPAÑOL.

Así, según el historiador, el ocultismo nazi suele parecerse bastante en ciertos libros y documentales a la historia del Capitán América y Red Skull: "La conexión con fuerzas ocultas, científicos locos, armas fantásticas, una raza superior sobrehumana, la preocupación por las religiones paganas, y reliquias mágicas que darían a los nazis un poder ilimitado", escribe. Y aunque tanto el Capitán América como Indiana Jones son personajes imaginarios, infinidad de trabajos con pretensiones de veracidad presentan historias parecidas basándose en fuentes oscuras. Lo que en el fondo no es sino otra forma de ocultismo, ironiza Kurlander.

El libro de magia que Hitler subrayaba

Pero aunque, según advierte el autor, las raíces del nazismo bebieron de muchas fuentes políticas, sociales y económicas en la Alemania de entreguerras, una de ellas sí estaba clavada en el interés general del público por lo sobrenatural, una corriente que entonces crecía en un mundo desencantado tras el boom de la ciencia a finales del siglo XIX. Antes de la Primera Guerra Mundial, escribe Kurlander, lo oculto, lo esotérico, la pseudociencia, el paganismo, el pensamiento New Age y las religiones orientales "permeaban los cafés de Viena y las cervecerías de Munich".

Esta afición por las alternativas sobrenaturales a la religión y la ciencia no sólo caló entre quienes gestaban la semilla del nazismo, sino que también prendió en el resto de Europa y EEUU. "Los nazis no eran los únicos entre los alemanes o los europeos que encontraban estas ideas interesantes", señala Kurlander. Sin embargo, la situación y el contexto en Alemania después de la Primera Guerra Mundial sí eran peculiares, diferentes a los de otros países. "En comparación con Alemania, la pseudociencia y el ocultismo británicos y franceses no contenían el mismo nivel de racismo biomístico, paganismo indo-ario o antisemitismo".

En los años 20, uno de los interesados en este pensamiento alternativo era un tal Adolf Hitler. A mediados de la década, el ya líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) leía la obra de Ernst Schertel Magia: Historia, teoría y práctica, subrayando pasajes como estos: "el horror siempre acecha en el fondo del mundo mágico y todo lo sagrado siempre está mezclado con el horror"; "Satán es el guerrero fertilizador, destructor-constructor"; "quien no lleva dentro de sí semillas demoníacas nunca alumbrará un nuevo mundo". La copia personal de Hitler estaba firmada por el autor "con dedicada veneración".

La inclinación del NSDAP por lo sobrenatural, sostiene Kurlander, le permitió cortar a través de las ideologías en pugna de la época: liberales, comunistas, socialistas, conservadores, católicos, protestantes, nacionalistas, republicanos... Sin un programa político o económico claro, el Partido Nazi seducía a las masas con su grandiosa mitología. "El pensamiento sobrenatural es sólo un elemento para entender el nazismo", aclara Kurlander, pero "sin comprender esta relación entre el nazismo y lo sobrenatural, no puede entenderse por completo la historia del Tercer Reich", añade.

De la Cosmogonía Glaciar al Santo Grial

En su libro, el historiador descabalga algunos de los mitos más populares sobre el ocultismo nazi, como la supuesta obsesión por conseguir la Lanza del Destino, el arma con la que el soldado romano Longino presuntamente atravesó el costado de Jesús en la cruz; o como la importancia de la llamada Sociedad Vril, un presunto grupo secreto integrado en la Sociedad Thule, el germen del Partido Nazi, y dedicado a buscar una especie de energía sobrenatural inventada por un novelista en el siglo XIX. Los ovnis nazis o la Campana (Die Glocke), un arma milagrosa basada en tecnología antigravedad, entran también en esta categoría de la leyenda.

Sin embargo, no faltan otros innumerables ejemplos históricamente contrastados de lo que fue el "imaginario sobrenatural", en palabras de Kurlander, del régimen nazi. Al frente de casi todo ello estaba otro personaje infame fascinado por lo oculto: Heinrich Himmler, el jefe de las SS. Himmler creó el Ahnenerbe (Herencia Ancestral), un gran proyecto dedicado a rastrear la historia de la raza aria. Himmler y Hitler compartían la creencia en la Welteislehre o Cosmogonía Glaciar, una idea del ingeniero austríaco Hanns Hörbiger según la cual el mundo había nacido por la colisión de bloques de hielo con la Tierra. Y quien, por cierto, había soñado su teoría.

En aquel fenómeno, creían los líderes nazis, residía el origen de la raza nórdica aria que dominaba el planeta al principio de los tiempos. Así, los exploradores de la Ahnenerbe viajaban a los hielos del Himalaya en busca del origen ario ancestral en la cultura indoeuropea, creadora de la esvástica. Una joya mágica procedente de esta antigua cultura formaba parte del Santo Grial, motivo por el cual Himmler promovió la búsqueda del cáliz de Cristo; quien, por cierto, era también ario de sangre pura. Entre los proyectos del líder de las SS estaba rastrear la huella de las brujas, consideradas las madres fundadoras de la religión germana que habían sido exterminadas por la Inquisición judeocristiana.

Buscando barcos con un péndulo en un mapa

Hoy sólo el terror que evoca el recuerdo del Tercer Reich puede borrar la imagen ridícula de un grupo de altos mandos de la Armada nazi buscando barcos aliados sobre un mapa del Atlántico con un péndulo. O de todo un lugarteniente de Hitler, Rudolf Hess, estrellando su avión en Escocia para negociar la paz con los británicos porque su astrólogo se lo había aconsejado y porque además lo había visto en un sueño inspirado por "poderes sobrenaturales". O de todo un ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, contratando a un novelista de terror para sus campañas y leyendo el futuro en las profecías de Nostradamus. O de una agencia gubernamental tratando de predecir el tiempo según la Cosmogonía Glaciar. O de los líderes nazis organizando un grupo de guerrilleros "hombres-lobo" para combatir a los "vampiros" eslavos comunistas, una idea que parece sacada de un videojuego.

Pero si hay alguna lección práctica que quienes tenemos la fortuna de no haber vivido aquella edad oscura podríamos aprender, tal vez se resuma en las palabras citadas por Kurlander de la historiadora Christina Wessely, cuando afirmaba que el nazismo se basó en teorías y prácticas que "aparecían como cosmologías universales y visiones holísticas del mundo, y que explícitamente desaprobaban el desarrollo de la ciencia moderna, compartiendo el temor popular de que una ciencia puramente materialista y abstracta llevaría al declive de la cultura". La línea entre ciencia y pseudociencia existe, dice Kurlander, y pretender borrarla, tanto entonces como ahora, puede acarrear "consecuencias sociopolíticas nocivas".