Es un hecho probado por la ciencia y sobre el que no existe discusión. La dieta mediterránea es beneficiosa para la salud. Sus bondades han sido refrendadas por decenas de estudios en los que se ha demostrado, por ejemplo, que comer 800 gramos de verduras y frutas al día reduce el riesgo de fallecer de forma prematura, o que una dieta rica en frutos secos y aceite de oliva disminuye las posibilidades de contraer cáncer de mamá en un 66% o de morir por accidente cardiovascular (en un 33%).

Sin embargo, lo que hasta ahora no sabíamos es que de las ventajas de la dieta mediterránea sólo se benefician aquellos sujetos que tienen dinero o poseen una elevada educación. Esto es lo que afirma un estudio realizado por investigadores del Departamento de Epidemiología y Prevención del Instituto Neurológico Mediterráneo (Neuromed) de Italia, que acaba de ser publicado en la revista International Journal of Epidemiology.

Según este sorprendente trabajo, las ventajas cardiovasculares asociadas al consumo de alimentos como frutas, verduras, legumbres, frutos secos o el propio aceite de oliva virgen se encuentran totalmente condicionadas por la posición socioeconómica de las personas. "Una persona con un bajo nivel económico que lucha por seguir un modelo mediterráneo es poco probable que obtenga las mismas ventajas que una persona con mayores ingresos, a pesar de que ambas sigan la misma dieta sana", apunta Maria Laura Bonaccio, una de las investigadoras que ha participado en el estudio.

Para llegar a estas conclusiones, los científicos se valieron de una muestra de 18.000 sujetos, todos ellos participantes en el Proyecto Moli-Sani, que analiza los hábitos alimenticios y de salud de miles de personas de diferentes estratos. Un potente estudio epidemiológico europeo que ha convertido la región italiana de Molise en un enorme laboratorio científico con el objetivo de conocer los factores ambientales y genéticos subyacentes a enfermedades cardiovasculares, degenerativas o al cáncer.

Legumbres, frutas, verduras o el aceite de oliva son algunos de los principales alimentos de la dieta mediterránea. Enric Martínez Flickr

El porqué

Pero, ¿cómo puede ser que sólo los más ricos se beneficien de las bondades de la popular dieta mediterránea? Los investigadores señalan dos razones. La primera de ellas es que la calidad de los alimentos influye directamente en los beneficios que se pueden obtener de ellos y, por norma, las clases más pudientes son las que acceden a los mejores productos (que también suelen ser los más caros). Así, según los resultados que arroja este estudio, las personas con mayores ingresos y nivel educativo consumieron productos más ricos en antioxidantes y polifenoles y tuvieron una mayor diversidad en la elección de frutas y hortalizas.

La otra explicación tiene que ver con la forma de utilizar y cocinar los alimentos. "También hemos encontrado un gradiente socioeconómico en el consumo de productos de grano entero y en los métodos de cocción preferidos. Estas diferencias sustanciales nos llevan a pensar que la calidad de los alimentos puede ser tan importante para la salud como la cantidad y la frecuencia de la ingesta", señala Licia Iacoviello, otra de las responsables del estudio.

Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra y toda una eminencia en cuanto a temas relacionados con la dieta mediterránea, avala los datos obtenidos por los investigadores del Neuromed, aunque pone especial énfasis en el desconocimiento en cuestiones de nutrición y hábitos saludables de las clases sociales más bajas. "Yo no lo reduciría sólo a términos monetarios. Las personas que tienen pocos recursos individuales suelen ser las que están peor informadas y las que se dejan llevar por una cultura que parece dominante a favor de las presiones de la industria alimentaria", explica a EL ESPAÑOL desde el otro lado del teléfono.

Para el también profesor visitante de la Universidad de Harvard, la solución a semejante desequilibrio social pasa por que los gobiernos tomen medidas al respecto, con el firme objetivo de que el dinero, como casi siempre, no sea el que marque la diferencia entre los distintos estratos de la población. "Es evidente que la dieta mediterránea es sana, pero también es verdad que es un poquito más cara, por lo que debería convertirse en un asunto de salud pública", afirma uno de los cerebros del estudio Predimed, el más importante realizado hasta la fecha sobre los beneficios de nuestro régimen.

El epidemiólogo apunta que la solución podría pasar por utilizar los ingresos que el Estado o las comunidades obtienen del tabaco o de los las bebidas azucaradas (unos 40 millones de euros, en el caso de Cataluña) para financiar los alimentos beneficiosos para nuestra salud. "Si a los gobiernos les interesa mejorar la salud a través de encarecer los alimentos insanos, el dinero que se recaude debería servir para subvencionar los alimentos más típicos y más caros, como es el caso de los frutos secos o del aceite de oliva virgen extra", ejemplifica. De lo contrario, si no somos capaces de garantizar un acceso igualitario a los alimentos ni siquiera en el primer mundo, no podremos seguir diciendo de forma taxativa que la dieta mediterránea es buena para la salud.

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