Un homenaje a El Empecinado en el municipio vallisoletano de Castrillo de Duero y una imagen del guerrillero, en un montaje de EL ESPAÑOL

Un homenaje a El Empecinado en el municipio vallisoletano de Castrillo de Duero y una imagen del guerrillero, en un montaje de EL ESPAÑOL

Valladolid

El pequeño pueblo de Valladolid en el que nació hace 250 años el guerrillero español que hizo temblar a Napoleón

En el corazón de la Ribera del Duero, esta localidad celebra la efeméride del nacimiento de Juan Martín Díez, el campesino convertido en héroe que desquició a los ejércitos imperiales franceses.

Más información: Los once días en los que Valladolid se convirtió en el cuartel general del imperio de Napoleón

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El aire huele a vendimia y a memoria en Castrillo de Duero. Apenas 120 almas habitan hoy este pequeño pueblo vallisoletano de casas de piedra, calles estrechas y horizonte de viñas que se pierde hasta donde la vista alcanza.

Aquí, un 2 de septiembre de 1775, hace 250 años, nació Juan Martín Díez, más conocido como El Empecinado, uno de los guerrilleros más célebres y temidos de la Guerra de la Independencia. Este domingo, dos siglos y medio después, el pueblo se ha vestido de fiesta para recordar a un hombre que convirtió su apellido en sinónimo de resistencia.

Castrillo de Duero, que ya organizó diversos actos el pasado mes de agosto con motivo del 200 aniversario de su muerte, ha conmemorado al héroe ribereño en el 250 aniversario de su nacimiento en un emotivo homenaje que ha congregado a todos sus vecinos.

El acto, del que se ha celebrado su XXIV edición, ha sido organizado por el Círculo Cultural El Empecinado en colaboración con el Ayuntamiento de la villa y ha dado comienzo a las 13:00 horas de este domingo en la Plaza de la Constitución, donde, ante el monumento que recuerda a este héroe, se ha realizado un homenaje y una ofrenda floral.

Del campo a la guerra

Juan Martín Díez no parecía destinado a la historia. Nació en una familia humilde de labradores y pastores. Su mote, el empecinado, no fue una metáfora de su carácter obstinado, como muchos creen, sino un apodo local derivado del barro oscuro —la pecina— que abundaba en las tierras donde su familia trabajaba.

Pronto, sin embargo, la palabra se cargó de otros significados: tozudez, valentía, resistencia.

Un homenaje a El Empecinado en Castrillo de Duero

Un homenaje a El Empecinado en Castrillo de Duero

De joven sirvió en las milicias locales y combatió en la frontera con Portugal. Pero su verdadera hora llegó con la invasión napoleónica de 1808. España entera ardía en llamas de resistencia y guerrilla, y el campesino de Castrillo encontró en las montañas, los caminos y los pueblos un escenario donde desplegar su genio militar.

El azote de los franceses

Lo que distinguió a El Empecinado de otros guerrilleros no fue solo su arrojo, sino la organización y disciplina que impuso a sus hombres. Formó un grupo de combatientes que pronto se convirtió en un ejército irregular, con centenares y luego miles de hombres bajo su mando.

Atacaban convoyes, emboscaban columnas francesas, cortaban comunicaciones y hostigaban sin descanso a las tropas imperiales.

Napoleón, desesperado por aquel campesino que parecía inatrapable, llegó a ordenar que no se hicieran prisioneros cuando capturaran a sus hombres: había que exterminarlos. Pero El Empecinado siempre resurgía, y sus golpes lograron frenar y desgastar a los ejércitos galos hasta hacerlos vulnerables.

Placa en la vivienda en la que nació El Empecinado en Castrillo de Duero

Placa en la vivienda en la que nació El Empecinado en Castrillo de Duero

El propio Wellington, comandante británico, reconoció la importancia de aquellas guerrillas en la victoria final sobre los franceses en la Península. El Empecinado se convirtió en leyenda viva, símbolo de una resistencia popular que no se doblegaba ante el imperio más poderoso de Europa.

Entre el mito y la tragedia

Terminada la guerra, Juan Martín Díez se enfrentó a un dilema que marcaría su destino. Liberal convencido, defendió la Constitución de Cádiz de 1812 y se opuso al absolutismo de Fernando VII.

Pero el monarca restaurado no perdonó su audacia: tras ser encarcelado y perseguido, El Empecinado fue finalmente ejecutado en el municipio burgalés de Roa de Duero el 19 de agosto de 1825, colgado ignominiosamente. Tenía apenas 50 años.

El héroe de la independencia murió como traidor a ojos del rey, pero como mártir de la libertad para muchos españoles. Su figura quedó teñida de esa ambigüedad trágica: vencedor en la guerra, derrotado en la política.

Un pueblo que no olvida

Este domingo, Castrillo de Duero ha recordado a su hijo más ilustre con orgullo y melancolía. El pueblo cuenta con una estatua en su honor, erigida en la Plaza de la Constitución, donde vecinos y visitantes han depositado flores en este 250 aniversario de su nacimiento.

El municipio alberga, además, un centro de interpretación en el que el visitante puede conocer las hazañas de este héroe español y en la villa se organizan recreaciones históricas, conferencias y rutas por los paisajes donde El Empecinado creció y aprendió a conocer el terreno que más tarde convertiría en arma.

Centro de interpretación de El Empecinado en Castrillo de Duero

Centro de interpretación de El Empecinado en Castrillo de Duero

El legado de El Empecinado

Más allá de las conmemoraciones, la figura de El Empecinado invita a reflexionar sobre la memoria histórica y los héroes incómodos. No fue un noble, ni un general de academia, sino un campesino que levantó un ejército de paisanos. Fue, también, un hombre de convicciones políticas que pagó con su vida la defensa de la libertad.

Su nombre ha sobrevivido como adjetivo en el diccionario: 'empecinado' significa hoy 'tenaz, obstinado', en homenaje indirecto a aquel hombre que no se rindió ante los franceses, ni ante el rey absoluto. Pocas biografías se han incrustado de forma tan literal en la lengua.

La historia de Juan Martín Díez trasciende lo local. Su nombre figura en manuales de historia, en placas de calles y en monumentos de distintas ciudades de España. Incluso en América Latina, donde las luchas de independencia se inspiraron en parte en las guerrillas españolas, su figura fue conocida como símbolo de resistencia.

El héroe obstinado

El Empecinado es, en definitiva, uno de esos personajes que encarnan la fuerza de lo popular frente a lo imposible. Hoy, 250 años después de su nacimiento en una vivienda humilde de Castrillo de Duero, sigue interpelando a quienes lo recuerdan: ¿qué significa resistir? ¿qué precio tiene la libertad?

El Empecinado, el campesino que hizo temblar a un emperador y desafió a un rey, cumple 250 años. Y Castrillo de Duero, su cuna, lo celebra con la convicción de que algunas historias, como la de Juan Martín Díez, son demasiado grandes para desaparecer.