Mario Martín Gilsanz en Roma

Mario Martín Gilsanz en Roma Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Valladolid Roma

De cofrade en Valladolid a sacerdote en Roma con 27 años: “Dios me corrige y educa por las buenas o por las malas”

Formó parte de la Cofradía de la Orden Franciscana Seglar y, ahora, vivirá la Semana Santa pucelana desde la distancia

29 marzo, 2024 07:00

Mario Martín Gilsanz es un vallisoletano que nació hace 27 primaveras. Es graduado en Historia por la Universidad de Valladolid, también en Teología, en el Estudio Agustiniano de Valladolid (Afiliado a la Facultad de Teología del Norte de España-Sede de Burgos). También es licenciado en Teología Moral en la Academia Alfonsiana (Afiliada a la Pontificia Universidad Lateranense de Roma) y está cursando el Doctorado en Teología Moral en el mismo centro. 

El pucelano decidió, hace un par de años, marcharse a Roma para, comenzar con el idioma italiano primero, y después para ser sacerdote. Todo tras pasar por el seminario de Valladolid. Dejó su vida, al completo y se dedicó a la fe. Desde el país transalpino sigue mirando, de reojo a todo lo que acontece en la ciudad del Pisuerga.

Fue cofrade también de la Cofradía de la Orden Franciscana Seglar y defiende la semana de pasión romana que no se caracteriza por las procesiones ni por las calles llenas de gente.

No tengo mucho tiempo libre, pero me gusta bastante la música, en general, y todo lo que tenga que ver con el patrimonio, el arte, y la historia. También la gastronomía y la cocina”, confiesa en el inicio de esta entrevista con EL ESPAÑOL de Castilla y León.

Una cofradía y dos fases de su vida

“Definirse a uno mismo siempre es una labor difícil porque uno tiene que pensar en cómo se autopercibe. No siempre somos los más sinceros con nosotros mismos y no siempre nos vemos cómo la gente nos ve. En todo caso, diría que Mario es una persona normal. Un chico que, con 19 años, dejó atrás todas sus ocupaciones, que quizás eran demasiadas, para entrar en el Seminario de Valladolid y ser sacerdote”, asegura nuestro entrevistado en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León.

El vallisoletano ahora se dedica, en cuerpo y alma y de forma exclusiva, a ejercer de sacerdote. Él mismo apunta que “no es un trabajo, un oficio o una ocupación” sino “un sello que marca la vida y a la propia persona”.  Toda su vida, o prácticamente toda, se orienta ahora a eso, a ser “un otro Cristo” para los demás.

Hablando de Valladolid, entró en la Cofradía de la Orden Franciscana Seglar cuando tenía 14 años. En el 2010. Casi “por casualidad”, como él mismo asegura. Pese a que la Semana Santa de su ciudad natal le apasionaba. Recuerda con pasión, nostalgia y alegría cuando acudía, ese Domingo de Ramos, a la Procesión de la Borriquilla.

“Mis años en Valladolid los dividiría en dos: antes y después de entrar al seminario. Antes, me definiría como un chico bastante normal. Noté un cambio en mí mismo, en maduración personal, más o menos a los 16 años. Por aquel entonces comencé a estudiar en el Conservatorio de Valladolid, fui árbitro de fútbol y decidí estudiar Historia. Me convertí también en el secretario de la cofradía. En este tiempo, mi vida de fe era corriente”, apunta nuestro protagonista.

Mario con la Cofradía de la Cruz Desnuda

Mario con la Cofradía de la Cruz Desnuda Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

Fue cuando tenía 19 años cuando, con la ayuda de otro sacerdote, se acercó hasta el seminario. Ha sido “una etapa dura” para Mario, especialmente al principio por tener que dejar todo lo que hacía: estudios, arbitraje, cofradía y conservatorio, pero, al final, valió la pena.

“El seminario es un periodo de prueba en dos sentidos: el de probar uno mismo y el de ser probado. El de realizar un discernimiento personal sobre la voluntad de Dios para ti y el eclesial, que la iglesia realiza sobre tu idoneidad para ser sacerdote”, apunta nuestro protagonista.

Pese a los problemas y las crisis que, como apunta, son “buenas y necesarias en esa etapa” añade que está “agradecido” a aquel periodo de formación porque, a la larga, va viendo los frutos de esos seis años de trabajo.

Una fe un poco racionalista y algo pragmática

“Aunque queda mal que yo lo diga, siempre me he considerado como una persona de poca profundidad espiritual. Al menos, en el sentido de tener grandes intuiciones en la oración o de vivir intensamente las celebraciones, por ejemplo. Creo que mi fe es, en parte, un poco racionalista y, por otro lado, algo pragmática. Dios obra en mí y me corrige y educa por las buenas o por las malas”, añade.

Esa manera de vivir la fe puede tener también un aspecto positivo, como él mismo apunta, en un “mundo tan emotivista” como es el que vivimos y en el que “prima el sentimiento” y donde la “existencia o no de ese sentimiento por algo o por alguien determina su voluntad”.

“El ser, en parte, un poco racionalista y pragmático también me ayuda a no tener grandes altibajos”, señala y a no “sufrir grandes crisis” cuando “las cosas van mal” y a “no tener grandes subidones” cuando “las cosas van bien”. La fe, añade nuestro protagonista, “es un compromiso y no meramente institucional o con la jerarquía de la iglesia” sino también “un compromiso personal con Dios en Cristo y sellado por el Espíritu Santo".  

Hola Roma y adiós, Valladolid

Mario llegó a Roma a finales del mes de agosto de 2021 para comenzar primero con un curso intensivo de italiano que se ha convertido en la “lengua franca” de la Iglesia hoy en día, y que es la lengua en la que imparten las diferentes clases y los estudios que realizan allí. 

“No es que me diera pena dejar Valladolid, como tal. Después de seis años de seminario en los que cortas con la realidad, distanciarme, aún más, de mis familiares y de mis amigos, se me hacía un poco cuesta arriba. Es lógico tener un poco de vértigo al dejar tu casa con 25 años para venirte a Roma, para mudarme a un país extranjero, sin conocer a nadie y teniendo temor a la hora de cumplir con mis expectativas”, añade.

Pero eso ya pasó. Ahora afronta ya su tercer año en el país transalpino. Su tercer curso académico, el primero de ellos como sacerdote. Fue ordenado el pasado 9 de julio. Su vida cotidiana no ha cambiado mucho con respecto a los dos cursos anteriores, pero ahora comienza a vivir la dicotomía que tiene cualquier sacerdote en Roma que pasa por ser, como apunta Mario: “saber si uno es un cura que estudia o un estudiante que dice misa” aunque él tiene claro que prevalece lo primero.

Echa de menos Valladolid, pero lee y ve vídeos para recordar a su tierra.

Mario, un sacerdote vallisoletano en Roma

Mario, un sacerdote vallisoletano en Roma Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León

La Semana Santa

“En Roma, la Semana Santa es muy distinta. No es como a la que estamos acostumbrados en tantos lugares de España. No hay manifestaciones públicas de lo que se vive en esos días en la Iglesia ni gran ambiente de piedad popular. Esto, en parte, es algo que me defraudó y me decepcionó, especialmente en el año 2022, en el que me aquí”, añade el vallisoletano.

Nuestro protagonista señala que, este concepto de semana de pasión “también puede ayudar a poner el foco en lo importante” y a pensar que la Semana Santa “no solo son las procesiones y las cofradías” sino “toda la celebración del Misterio Pascual, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo”.

Apunta que, en este sentido, la liturgia en la Basílica de San Pedro, que cataloga como “sublime”, ayuda mucho a vivir ese aspecto “más profundo de esos días” así como la “tradición conservada de realizar la visita a los monumentos de las diversas iglesias, tan bien preparados”, añade.

La religiosidad popular es el antídoto que esta sociedad secularizada necesita, y esto es algo evidente. Solo hay que ver que, donde la religiosidad popular se vive más intensamente, en el Sur de España o en Iberoamérica, por ejemplo, la gente permanece más ligada a la Iglesia”, añade Mario convencido de lo que habla.

Mario, Luis Argüello y futuro

También hablamos con nuestro entrevistado sobre Luis Argüello, el que es el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal en España y arzobispo de Valladolid. Asegura conocerlo y afirma que coincidió con él cuando fue elegido secretario de su cofradía.

“Me alegro mucho de su elección. Creo que es más que merecida y oportuna. Más, teniendo en cuenta que es una de las más brillantes cabezas del episcopado español actual y que, además, por sus años como secretario general, conoce la Conferencia Episcopal Española a la perfección”, señala.

Hablando del futuro, Mario tiene claro lo que es lo importante. “Aunque suene demasiado piadoso decirlo, es la santidad”, apunta. “Si, al final, por algo he sido ordenado sacerdote, es porque creo que es la manera en la que puedo alcanzar esa santidad que es la meta última de todo cristiano”, finaliza.

Luis Argüello, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal

Luis Argüello, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Juan Lázaro ICAL