El sepulcro de los Avellaneda y las ruinas del monasterio de San Jerónimo de Espeja en Guijosa (Soria), en un montaje de EL ESPAÑOL

El sepulcro de los Avellaneda y las ruinas del monasterio de San Jerónimo de Espeja en Guijosa (Soria), en un montaje de EL ESPAÑOL

Soria

La unión del rompecabezas de un legendario sepulcro que recompone la historia rota de los Avellaneda

El Ministerio de Cultura ha impulsado la recuperación de un monumento funerario del siglo XVI, que se ubicó en el monasterio de San Jerónimo de Espeja, en el municipio soriano de Guijosa, del que se conservan piezas dispersas en museos y colecciones privadas.

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En la llanura soriana, junto a la pequeña pedanía de Guijosa, se alzan las ruinas melancólicas del monasterio de San Jerónimo de Espeja. A primera vista son sólo muros, piedra y el hueco donde una vez hubo vida monástica. Pero bajo esa apariencia de abandono late una de las historias más turbulentas y fascinantes del patrimonio español: el destino disperso ahora parcialmente recuperado del monumental sepulcro renacentista encargado por la familia Avellaneda en el siglo XVI.

Durante décadas sus piezas han viajado por colecciones y museos, vendidas o protegidas según los avatares de la Historia. En los últimos años el Estado, a través de instituciones dependientes del Ministerio de Cultura, ha emprendido una operación con el objetivo de recomponer ese rompecabezas: reunir fragmentos, adquirir piezas y, cuando es posible, devolverles coherencia museográfica y científica.

Esta operación estatal no pasó inadvertida para 'Soria está de moda', un proyecto impulsado en 2015 por tres jóvenes naturales de Guijosa David Redondo, Rocío Redondo y Lorena de Pablocon el objetivo de dar a conocer en las redes sociales la provincia a nivel turístico en el resto de España y que cuenta con 130.000 seguidores en Facebook y casi 50.000 en Instagram.

Un atractivo turístico

"Gracias a la colaboración de la gente que envía fotos y videos el proyecto ha salido adelante y hemos empezado a mover redes de ayuntamientos y algún negocio, estamos bastante contentos", afirma David Redondo en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León. Este responsable de 'Soria está de moda' explica a este medio cómo se enteraron de que el Estado estaba adquiriendo piezas del monasterio de su pueblo.

"Tenemos un grupo de WhatsApp y una persona del pueblo pasó la noticia de que una casa de subastas estaba vendiendo una pieza del sepulcro y que la compró el Estado por 60.000 euros. Mi prima Lorena encontró la subasta, empezamos a tirar del hilo y encontramos que en 2022 se compraron una serie de piezas que luego se catalogaron como intransferibles por la Comunidad de Madrid para que no se pudieran vender fuera de España", señala.

Redondo critica que ha existido "falta de comunicación" hacia los vecinos y asociaciones del municipio y considera que "por cortesía" se debería informar al pueblo de origen de este tipo de operaciones. Con todo, confía en que sirva para poner en valor las ruinas del monasterio. "Esperamos que sirva para potenciar el atractivo de la zona, porque los pueblos más pequeños somos la España vaciada dentro de la España vaciada", advierte.

Recuperar el monasterio

En el mismo sentido, el alcalde del municipio de Espeja de San Marcelino, José Ramón García Esteban, asegura, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, que ve "muy bien" que se recuperen las piezas pero denuncia que a los pueblos del entorno del monasterio "no llega nada".

El regidor ha enviado una carta a la Diócesis de Osma-Soria que, a su juicio, "tiene en total abandono el monasterio", para que ceda la propiedad de lo que queda de él al Ayuntamiento. "Nosotros nos tenemos que encargar de la limpieza y de todo y hace falta consolidarlo, sobre todo la parte de arriba y ellos no acometen nada", apunta. García Esteban asegura que la recuperación de las piezas del monasterio "debería repercutir" en los municipios del entorno. "Queremos recuperarlo para el pueblo", afirma.

Un encargo señorial

El sepulcro de los Avellaneda surgió en la segunda mitad del siglo XVI como un monumento funerario gemelo al de Diego de Avellaneda, obispo de Tuy, que se encuentra completo en la actualidad en el Museo Nacional de Escultura, en Valladolid. El sepulcro que se encuentra desmembrado por España es el que fue dedicado a los padres del que fuera virrey de Navarra y presidente de la Chancillería de Granada, Diego de Avellaneda e Isabel de Proaño.

Este fue obra de escultores de primerísima fila: Felipe Bigarny, Enrique de Maestrique y talleres vinculados a la escuela escultórica de Burgos, que trabajaron alabastro, jaspe y piedra caliza en un programa iconográfico complejo, con figuras orantes, querubines, sibilas y pasajes litúrgicos esculpidos.

El sepulcro de Diego de Avellaneda, en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid

El sepulcro de Diego de Avellaneda, en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid

El conjunto original ocupó un lugar privilegiado en la iglesia del monasterio jerónimo de Espeja; con el paso del tiempo, las vicisitudes desamortizaciones, desmantelamientos, robos y la guerra desmembraron aquel conjunto. Partes terminaron en colecciones privadas, otras en museos; algunas se perdieron.

La primera gran intervención del Estado para salvar del expolio partes del sepulcro se remonta a las primeras décadas del siglo XX: informes y compras públicas terminaron depositando buena parte del conjunto en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid y en inventarios oficiales del Ministerio de Cultura. Sin embargo, el sepulcro de los padres del obispo el gemelo del del propio Diego quedó mucho más fragmentado y disperso, con piezas repartidas por Madrid, Alcalá de Henares, colecciones particulares e incluso en el mercado del arte.

Compras, subastas y rescates

La recomposición que ha impulsado el Ministerio no es una operación puramente simbólica: en los últimos años el Estado ha ido adquiriendo piezas sueltas que completan el puzle y permiten entender mejor la configuración original del monumento funerario.

Un ejemplo reciente es la compra, a finales de 2024, por parte del Museo Nacional de Escultura de varios elementos entre ellos dos angelotes y un sillar cuyo importe ascendió a más de 300.000 euros, una adquisición que el propio museo calificó como fundamental para ir articulando el conjunto. Estas compras obedecen a un criterio claro: reunir y conservar en una institución pública los fragmentos esenciales de un patrimonio que fue expulsado de su contexto original y que, si no se actuaba, corría el riesgo de dispersarse definitivamente en el mercado.

El movimiento no es sólo de compra: también está la tarea del inventario científico. El catálogo Ceres del Ministerio de Cultura reúne fichas, descripciones y procedencias que permiten localizar piezas del sepulcro y documentar su tipología alabastro, jaspe, iconografía así como los artistas y talleres implicados. Esa arquitectura de datos es hoy la hoja de ruta para cualquier intento serio de recomposición: no basta con reunir piezas; hay que conocer su lugar original y su relación con el resto del monumento.

El recuerdo del pasado

La iniciativa del Ministerio tiene también un fuerte componente local y simbólico. Para los vecinos de Guijosa y de la vecina Espeja, el sepulcro es un recuerdo de un pasado señorial y religioso que marcó la geografía cultural de la comarca. Las ruinas del monasterio siguen siendo un emblema; recuperar parte del sepulcro al menos en forma de estudio, reproducción o exhibición contextualizada supone dar visibilidad a una historia que durante demasiado tiempo se ha visto desposeída.

Las ruinas del Monasterio de San Jerónimo de Espeja

Las ruinas del Monasterio de San Jerónimo de Espeja 'Soria está de moda'

Sin embargo, la recomposición no está exenta de tensiones: ¿dónde debe mostrarse el conjunto cuando esté más completo? ¿En Valladolid, donde ya se custodian piezas, o en Soria, donde se encuentra su origen? El debate entre centralidad museo-estatal y retorno al lugar de origen abre una discusión muy actual sobre identidades locales, descentralización y el papel de los museos nacionales.

Si la recomposición avanza es, en parte, porque el Estado ha intervenido en el mercado del arte para impedir nuevas dispersiones. No obstante, la amenaza persiste: piezas sueltas del sepulcro han aparecido en subastas o han sido ofrecidas en el mercado privado, lo que reactiva la urgencia de actuación.

Incluso en 2025 una escultura atribuida al círculo de Bigarny vinculada al sepulcro apareció como uno de los lotes destacados en una gran subasta, recordando que el patrimonio fragmentado sigue siendo objeto de tráfico y especulación. Esa tensión entre conservación pública y mercado privado es uno de los motores que explican la política de compras y la elaboración de inventarios por parte del Ministerio.

Técnica, ciencia y memoria

Recomponer un sepulcro renacentista no es sólo cuestión de sumar los fragmentos que faltan. Es un trabajo multidisciplinar que exige arqueología, técnica escultórica, documentación histórica, análisis material y, en muchos casos, restauración y consolidación de piezas dañadas. El Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) y los equipos de los museos nacionales participan en estudios técnicos dataciones, análisis de morteros, estudios de veta en el alabastro y el jaspe que permiten afirmar con rigor si un fragmento pertenece o no al conjunto.

Además, la recomposición plantea cuestiones museográficas: ¿se restituyen piezas en una instalación nueva que intente reconstruir el altar original, o se exhiben los fragmentos con paneles explicativos que narren su historia de dispersión y rescate? Son decisiones que combinan criterios técnicos y narrativos.

¿Una devolución al pueblo?

Una de las preguntas recurrentes en los debates públicos es si las piezas reunidas acabarán volviendo a Espeja o a la comarca soriana. La respuesta, por ahora, es cauta: la conservación a largo plazo y la accesibilidad científica suelen favorecer la permanencia en museos con infraestructuras, como el Museo Nacional de Escultura.

Las ruinas del monasterio de San Jerónimo de Espeja, en el municipio soriano de Guijosa

Las ruinas del monasterio de San Jerónimo de Espeja, en el municipio soriano de Guijosa 'Soria está de moda'

Pero hay ejemplos de acuerdos de colaboración entre museos y municipios que permiten exposiciones temporales, réplicas in situ o proyectos de itinerancia cultural que devuelven el marco narrativo al lugar de origen sin comprometer la integridad física de las obras. Esa fórmula híbrida podría ser la salida más equilibrada: la custodia técnica en el museo combinado con una devolución simbólica, cultural y pedagógica a la comarca.

El patrimonio como bien común

Más allá del valor artístico indudable, por la calidad de sus escultores y la riqueza iconográfica, el caso del sepulcro Avellaneda sirve para reflexionar sobre qué entendemos por patrimonio y quién decide su destino. Cada pieza descolgada del conjunto no es sólo un fragmento de piedra; es un trozo de memoria local, un testimonio de relaciones sociales, mecenazgo y prácticas funerarias que nos hablan del Renacimiento español y de la dinámica de poder en Castilla.

Recuperar el sepulcro, recomponerlo o, al menos, traer su historia al centro del debate público es recuperar una parte de esa memoria colectiva.

Un futuro con más piezas

Los movimientos de compra realizados por el Estado en los últimos años son una señal de voluntad: el Ministerio y sus museos quieren detener la dispersión y poner las bases para un relato completo. Queda, no obstante, mucho trabajo: localizar más fragmentos, negociar con propietarios, estudiar técnicamente las piezas, decidir el destino expositivo y, sobre todo, implicar a las comunidades locales.

El sepulcro de los Avellaneda puede pasar de ser un rompecabezas disperso a convertirse en un proyecto ejemplar de recuperación patrimonial si se conjugan tutela pública, rigor científico y participación social.

Mientras tanto, en Guijosa, las ruinas siguen vigilando el paisaje. Los muros silenciosos esperan que las viejas historias talladas en alabastro vuelvan a ensamblarse, aunque sea en un museo, y que esa reconstrucción devuelva algo más que piedras: devuelva sentido a la memoria de un lugar y a la narración colectiva de una España que, pieza a pieza, aprende a recomponer su pasado.