Rui Santos junto a au familia haciendo turismo en Salamanca
Un turista portugués visita Salamanca y alucina ante un tema que siempre es polémico: "Nunca he visto algo así”
De camino a Madrid, una familia portuguesa se detiene en Salamanca y queda fascinada por un detalle que no suele aparecer en las guías turísticas.
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Rui Santos no pensaba detenerse mucho tiempo en Salamanca.
Junto a su familia, emprendieron la ruta desde Viseu rumbo a Madrid en coche, con la idea de estirar las piernas y tomar algo rápido antes de continuar.
Pero bastó con poner un pie en la Rúa Mayor para que la pausa se convirtiera en admiración. “Nunca he visto algo así”, repite Rui, aún sorprendido por el aspecto impoluto de las calles y plazas que recorren el corazón de la ciudad.
“Todo está perfectamente cuidado”, insiste mientras avanza entre escaparates, arcos y piedra dorada.
La limpieza de Salamanca le resulta tan impactante que la coloca por encima de otros elementos, incluso del atractivo monumental.
“Claro que la plaza es espectacular, y todos los edificios antiguos también, pero lo que más nos ha impresionado es lo limpia que está. Es algo que no se ve en muchos sitios”, comenta mientras señala el suelo del casco antiguo.
“Ni papeles, ni colillas… nada”, añade. No es una opinión improvisada: ha viajado por buena parte de España, pero dice no haber encontrado nada igual.
Un bocadillo como declaración de intenciones
Mientras cuenta su experiencia, Rui y su familia degustan un bocadillo de jamón ibérico. Un gesto modesto, pero que resume a la perfección cómo están viviendo la visita: con alma charra.
“El jamón es muy bueno, y esto, nos dice señalando al entorno, es como comer dentro de una postal”. Les sorprende que un lugar tan turístico mantenga una imagen tan cuidada sin perder autenticidad.
Un vínculo insospechado con el suelo que pisa
La historia da un giro inesperado cuando Rui nos revela un detalle que conecta su vida con Salamanca de forma literal.
Durante años trabajó en una fábrica de granito situada entre las localidades portuguesas de Viseu y Guarda. Y no cualquier fábrica: de allí salieron muchos de los bloques que hoy componen el pavimento del casco histórico salmantino.
“Los cortábamos, los pulíamos y los cargábamos para exportar, nunca imaginé que un día caminaría sobre ellos con mi familia”, cuenta con una sonrisa orgullosa.
Ese granito portugués que pisa ahora con respeto le devuelve un recuerdo de años y esfuerzo.
Rui se despide de Salamanca con una certeza: “No es solo bonita, está viva, cuidada y respetada. Eso dice mucho de una ciudad”. Quizá no sabía que esta parada cambiaría la forma en que ve los viajes y, ahora también, las baldosas de las ciudades.