Varios bomberos forestales durante el incendio en Salientes (León)

Varios bomberos forestales durante el incendio en Salientes (León) César Hornija ICAL

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Los brigadistas de CyL se sienten “como en la guerra”: 16 horas de trabajo, adelgazan 6 kilos y por 1.200 euros

Sergio Fidalgo recopila testimonios de bomberos forestales que están trabajando estos días en los fuegos para posteriormente denunciar la situación y lamenta que su vida “valga menos que un coche eléctrico”.

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A sus 24 años, Sergio Fidalgo conoce de primera mano lo que significa luchar contra el fuego en Castilla y León. Bombero forestal en la comarca de El Bierzo, ha decidido dar un paso adelante y recopilar en un informe las voces de decenas de compañeros que denuncian una misma realidad.

En ese informe lamentablemente aparecerá el nombre de Nacho, el bombero fallecido cuando participaba en las labores de extinción del incendio forestal declarado en la localidad leonesa de Llamas de Cabrera al volcar su autobomba.

“Sabíamos que iba a pasar por el exceso de horas porque es una locura”, afirma. Y hace una lamentable radiografía de lo que está conociendo y viendo en los últimos días.

“Hay compañeros que ya han bajado seis kilos, su mentalidad es la de estar en una guerra. Me toca descansar un día y vuelvo al frente. Poco está pasando para el nivel de cansancio que están teniendo”, asegura a

“Valemos menos que un coche eléctrico”, afirma casi sin fuerzas en un día el que está muy tocado.

El informe es demoledor: largas jornadas, desorganización en los dispositivos, pésimos abastecimientos, precariedad laboral y una privatización que, en sus palabras, “desangra al operativo y rebaja la calidad del servicio”.

“Estoy recogiendo testimonios de León, Zamora, Ávila, Soria y Segovia”, explica Fidalgo. “Todos coinciden en algo: las negligencias que vivimos son comunes y ponen en riesgo tanto a los trabajadores como a la población”.

Uno de los puntos más graves que señala el joven brigadista es el abuso sistemático de horas. “El máximo permitido son 12 horas, pero la media real está entre 14 y 16. Tengo registros de compañeros que han trabajado 18, 20 e incluso 21 horas seguidas”, asegura.

A ello se suma la falta de descansos. La normativa establece 12 horas de recuperación —reducibles a 10 en grandes emergencias—, pero en la práctica, esas horas se contabilizan desde la salida del incendio, no desde la llegada a la base, lo que resta tiempo real de reposo.

“Muchos apenas duermen 5 o 6 horas en casa. Es imposible mantener el rendimiento, y ni hablar de tener vida familiar”, añade.

Y todo esto por un sueldo muy discreto. El salario bruto anual de un capataz es de 18.000 euros, mientras que el de un peón no llega ni a 16.500. “La gran mayoría de empresas tenemos salario mínimo más una serie de pluses de peligrosidad que únicamente se nos da en las labores de extinción”, argumenta con nómina en mano.

Es decir, que la nómina básica puede ser de 1.200 euros al mes, durante la época de extinción algo más, pero cada euro sale de su esfuerzo y de su lucha contra el fuego para poder salvar vidas.

A estas cantidades se le suman los pluses de peligrosidad (2,20 euros la hora), nocturnidad (2,20 euros la hora) y disponibilidad (5 euros la jornada), además de las horas extra (17,04 euros la hora para el titulado superior y 13,03 para el peón) según la web de Newtral.

Bomberos forestales durante el incendio en Salientes (León)

Bomberos forestales durante el incendio en Salientes (León) César Hornija ICAL

El abastecimiento de comida y bebida durante los incendios es otra de las grandes críticas. “En pleno operativo hemos llegado a tener una loncha de jamón en un pan de diez centímetros, una botella de agua de 33 cl y una pieza de fruta. Y muchas veces nos lo dan al salir del incendio, cuando ya no sirve de nada”, denuncia, aunque reconoce que tras el gran incendio de la Sierra de la Culebra esto ha mejorado.

El resultado son episodios de deshidratación y golpes de calor. “Hoy mismo vi cómo evacuaban a un compañero desmayado. Nos jugamos la vida no solo contra el fuego, sino contra la desorganización”.

Por este motivo, Fidalgo denuncia casos en los que cuadrillas han sido enviadas a incendios ya extinguidos mientras en otras zonas ardían montes sin control. “Un convoy estuvo cuatro horas de viaje hasta Ávila para vigilar un incendio perimetrado, mientras en León y Zamora sabíamos que venían tormentas secas y que lo gordo estaba por llegar”.

En ocasiones, las brigadas pasan horas sin contacto con el Puesto de Mando Avanzado (PMA). “Tengo compañeros que estuvieron cuatro horas dando vueltas sin saber a dónde ir. Eso no es un fallo puntual: es la norma”.

Precariedad y falta de formación

El bombero berciano subraya que la plantilla trabaja, en su mayoría, solo en verano. Un 60% va al paro en invierno. “En verano apagamos incendios y en invierno podríamos hacer prevención, que es lo que de verdad salva vidas. Pero nos mandan al paro y se pierden meses clave. Es absurdo y demuestra que el sistema está diseñado para parchear, no para proteger”.

Respecto a la formación, denuncia que apenas se exige un curso de 16 horas para incorporarse a una cuadrilla. “Aquí estamos por vocación o por necesidad, porque el sueldo es bajo y las condiciones pésimas. Muchos entran sin la ESO, otros son inmigrantes que apenas hablan castellano. Y aun así, el operativo funciona por el compromiso de la gente, no por los medios”.

También lamenta la reducción de torretas de vigilancia y la sustitución por cámaras térmicas.

Privatización y falta de categoría profesional

Otro de los puntos centrales de su informe es la denuncia de la privatización del servicio. “Un trabajo de emergencia no puede estar en manos privadas. Eso provoca desunión y en vez de luchar juntos por mejores condiciones, cada cuadrilla depende de su empresa. Y baja la calidad del operativo”.

Los bomberos forestales llevan años reclamando la categoría profesional de “bombero forestal” reconocida en el Estatuto de los Trabajadores, algo que, recuerda Fidalgo, “la Junta de Castilla y León sigue sin aplicar”.

Durante los últimos incendios, vecinos desesperados han salido a apagar el fuego sin equipos de protección lo que ha costado la vida a dos en la provincia de León. “He visto gente en chanclas y pantalón corto con un apagador de fuego en la mano. Eso es jugarse la vida”, alerta.

Fidalgo insiste en que la Junta debería establecer protocolos claros para voluntarios, aunque reconoce que nunca lo hará porque sería “admitir que el dispositivo oficial está colapsado”.

“El dinero existe, pero no se invierte en lo que hace falta”

El bombero berciano también cuestiona la gestión presupuestaria. “Castilla y León destina 23 millones a su televisión autonómica, y solo 73 millones a prevención forestal en una superficie mayor que Portugal. Y de esos fondos europeos, en 2024 devolvieron más de la mitad porque no se gastaron”.

Además, asegura que la prevención que se hace muchas veces es contraproducente. “Se nos ordena hacer fajas cortafuegos mal planificadas, dejando ramas y restos que terminan convirtiéndose en combustible. En vez de proteger, facilitan la propagación”.

Fidalgo advierte de que España ya se acerca a los incendios de sexta generación, incontrolables por medios humanos. “Son fuegos que generan su propio clima, con tormentas secas y rayos que provocan más focos. Cada año vamos a peor por el cambio climático. Sin prevención, no hay nada que hacer”.

El joven bombero ya trabaja en dos documentos: uno sobre condiciones laborales y otro sobre las negligencias detectadas en los incendios recientes. Su objetivo es que sirvan para una denuncia pública y política.

“Ahora mismo estamos centrados en apagar fuegos, pero en invierno vamos a pelear para que no se olviden de nosotros. Queremos que quede claro: no pedimos privilegios, pedimos medios y organización para poder salvar vidas”.