No sé qué le pasaba por la cabeza a Nacho Vegas cuando escribió “cosas que no hay que contar”, pero estoy bastante de acuerdo en todo. Hay historias que no merecen la pena. Ni la pena ni el tiempo. Porque, a veces, es mejor no contar toda la trama por no desangrar lentamente al personal. Por buena gente y para frenar el consumo de lorazepam diario. Hay daños colaterales que, aunque no te salpiquen directamente, es mejor no cargar a la espalda. Me encanta María, de Jordana B, cuando dice “joder, qué rabia me da saber que te hundiría la vida con abrir la boca”. Porque es verdad. Saber que todo puede estallar por los aires por tu culpa (o gracias a ti) es una sensación que no puede permitirse cualquiera.

Desde pequeña me ha gustado escuchar a personas con más experiencia. Siempre he pensado que si aprendía de ellos, tenía ventaja respecto al resto. Vaya obsesión con la velocidad y el aprendizaje, pero solo quiero a gente así (igual de tarada que yo) en mi equipo. Muchas de esas personas coincidían en que la información es poder. Y vaya si lo es. Quien vale más por lo que calla, tiene la sartén por el mango. Eso es así.

Supongo que algo parecido piensa Pedro Sánchez cada vez que juega a ser Dios. Todo lo que está saliendo (que solo es el principio) es miserable, lamentable, desolador. A los votantes de ese partido se lo está poniendo difícil el presidente. El fin no justifica los medios y, cuando la explicación ya es enrevesada de por sí, apesta a pantomima una vez más. Es eso o aferrarse a la debacle que nos viene. Si lo que hemos visto es la punta del iceberg, estoy ya preparando las palomitas para la gran broma final. Esperemos que lo sea, el final, digo.

Ábalos y Sánchez van a hacer buenos los sobres de los antiguos populares. Dentro de lo malo, ¿qué preferimos? Los vicios de cada ministro no deberíamos pagarlos los contribuyentes, ¿no? Yo qué sé. Por muy listo que se crea, está cavando su propia tumba. Pocos amigos le quedan a Pedro dentro del partido, están empezando a hablar y veremos cómo acaba la película. Sospecho que los que todavía permanecen a su lado están bien intimidados. Quizá el PSOE se resume en eso, en tener complejo de pobre y aires de grandeza a costa de todos los españoles. Qué simpáticos.