En una sociedad cada vez más inmersa en la realidad virtual de las redes sociales, el Día de Reyes y la vuelta al cole se han convertido en un escaparate de desigualdades. A través de las pantallas, proliferan imágenes de niños rodeados de regalos, pero detrás de cada foto compartida en estas plataformas, se esconde una realidad menos visible y frecuentemente ignorada: la desigualdad socioeconómica.

Esta práctica de exponer ostentosamente los regalos recibidos no es sólo una muestra de alegría, sino también un reflejo de la brecha social existente en nuestro país. En un extremo, hay familias que pueden permitirse el lujo de grandes obsequios; en el otro, niños que, conscientes de su situación, llegan a inventar historias sobre sus regalos para no sentirse marginados. Un caso que recuerdo especialmente es el de una compañera en la Primaria que creaba relatos ficticios sobre sus regalos para no verse eclipsada por sus compañeros.

Este fenómeno, exacerbado por la omnipresencia de las redes sociales, perpetúa la desigualdad a la vez que instaura una cultura de comparación y materialismo desde una edad temprana. La vuelta al colegio se convierte así en un terreno propicio para que estas diferencias se hagan más evidentes, generando entre los alumnos una competencia no por el saber, sino por el tener.

Es imperativo que reflexionemos sobre cómo nuestras acciones en redes sociales pueden influir en la percepción que tienen los niños sobre lo que es realmente valioso. La responsabilidad recae no sólo en los padres, sino también en la sociedad en su conjunto. Debemos fomentar un entorno donde se valore más la calidad de los momentos compartidos que la cantidad de regalos bajo el árbol.

El Día de Reyes y la vuelta a las aulas deben ser ocasiones para celebrar la unión, la solidaridad y el respeto por las diferentes realidades de los hogares. Es hora de repensar nuestras tradiciones y la manera en que las compartimos en el mundo digital, para construir una sociedad más inclusiva, donde la felicidad de los niños no se mida por la cantidad de regalos, sino por la alegría y el amor que los rodea.