Un año más, como en una ficción carnavalesca, las ciudades, los pueblos, los hogares se transforman para acoger una época del año en la que, da la impresión, “todo el mundo es bueno”. Recorres las calles y percibes un fluir de gentes ocupadas por encontrar el regalo perfecto para la persona que quiere o como "cumpli-miento" de una “obligación” que cada Noche Buena se repite en el entorno familiar para no dejar en mal lugar a un anciano señor, de barba blanca y abundante, vestido de rojo, que surca nuestros cielos montado en un ecológico vehículo y que se ha “colado” en nuestras casas y en nuestras carteras. En otras ocasiones nos adjudicamos amigos invisibles en el entorno familiar o de amistad para adquirir obligaciones del que regala y del regalado que al día siguiente son descambiados porque en ningún caso han acertado con el premio, con el consabido comentario del adjudicatario que critica lo poco que le conoce o la “porquería” de regalo que su “amigo invisible”, encarnado en el cuñado, la suegra o el amigo, le ha comprado.

Los supermercados llenan sus estanterías y sus precios con reclamos navideños para que podamos cumplimentar nuestras mesas de todo tipo de productos alimenticios y no defraudar las expectativas de los comensales. Cada vez que te asomas a la realidad para contemplar lo que ocurre, encuentras un fluir de gente ocupada en llenar este momento de cosas pasajeras que caducan nada más trascurran estos ajetreados días.

En las casas, en las tiendas, en los coches, suenan acompasados soniquetes que presagian lluvias de millones para los deseosos ciudadanos que sueñan con al menos "un pellizco" para alegrarse las Navidades o, como se dice, "tapar algún agujero" que lastra la economía familiar en forma de hipoteca, deuda, o ayuda a los hijos.
Esta realidad que observamos y de la que participamos cuan circunstancia que modela nuestro propio yo, tiene un porqué que siempre se ha reconocido como que “ES NAVIDAD”. Esa es la razón. Pero en el mundo en el que vivimos, esta palabra tiene un sentido polivalente. Es decir, vale para nombrar muchas cosas.

Para unos, la Navidad es un tiempo festivo que comienza cuando los grandes almacenes anuncian que "ya es navidad", las ciudades iluminan sus calles, las tiendas adornan sus escaparates con luces y motivos navideños y los turrones se hacen presentes en los supermercados cuando todavía estamos recordando los momentos felices en la playa o la piscina. Nos ponen fecha de comienzo y de caducidad. Es una época festiva coincidente en el tiempo con el final de un viejo año y el comienzo de otro nuevo.

Para otros, la Navidad, es la celebración de un hecho histórico, el recuerdo de un acontecimiento que cambió la historia y condicionó su devenir: el nacimiento de un niño, el Niño Dios, que nació pobre y le adoraron los humildes y los sabios; que trajo propuesta de vida al género humano para que centraran su vida en el Amor. Habló de la humildad, del perdón, de la vida frente a la muerte, de verdad en oposición a la mentira, de desprendimiento frente al egoísmo. Propuestas de vida para todo aquel que quiera llevar, al menos, una vida felizmente humana. Una guía de conducta para el hombre de cualquier condición, raza y nación.

Distintas formas de enfrentarnos a estos días en los que parece que las cosas cambian, despertando en todos nosotros sentimientos de generosidad. Junto a las luces, la música, los regalos, los encuentros familiares, las comidas y los dulces, la Navidad también nos habla de bondad, felicidad, sonrisas y buenas intenciones. Todo parece transformarse, cuan ficción carnavalesca, en un mundo de paz y felicidad del que despertamos como de un sueño nada más volver a la realidad cotidiana.
A pesar de las dificultades, se viva la Navidad de una forma u otra, que estos días nos sirvan para despertar conciencias y hacer realidad todas esas buenas intenciones que nos merodean en el pensamiento colectivo.

Es Navidad y yo brindo por estos días y os deseo Felices Fiestas, Felices Fiestas de Navidad y Feliz Navidad.