Había tomado el AVE en la estación de Atocha en Madrid para ir a Barcelona el pasado día 29 de julio cuando un empleado de Renfe sentó a mi lado a un chico joven de origen extranjero. No hablaba español, ni inglés, sólo árabe, así que estaba difícil entendernos. Traía un billete en la mano con un añadido a mano donde se podía leer que su destino era Lleida y que llegaría a las 11.30. Eran las 11 y Abdelkader estaba preocupado porque no quería pasarse su parada ya que al parecer se la saltó en el viaje anterior, tal y como reflejaba el billete impreso que traía en su mano, en el que figuraba Barcelona.

Le expliqué que no debía preocuparse, mostrándole la hora en mi reloj, que aún faltaba media hora para llegar a Lleida, y que yo le advertiría cuando se aproximara. No obstante, seguía preocupado porque escuchaba dos denominaciones: Lleida y Lérida, pensaba que eran lugares distintos. Como pude, mediante mímica y escribiendo en mi móvil, le expliqué que eran lo mismo. Abdelkader a pesar de la dificultad quería explicarme su historia.

Entonces sacó un papel de su bolsillo, que estaba raído y gastado de doblarlo y desdoblarlo, me lo enseñó: era una orden de expulsión dictada contra él en noviembre de 2021 en las Islas Baleares. Le pregunté que como estaba aquí y me explicó señalando hacia arriba y hacia su cara quemada en la que en la frente y en los pómulos tenía la piel levantada, acompañándolo con el gesto de nadar. Entendí que había vuelto nadando a España. Me eché la mano a la cabeza con verdadero asombro. Me mostró su medalla de Alá para indicarme la protección que había recibido.

Me enseñó una foto de sus hijos en su móvil y la acompañaba de la única palabra que sabía pronunciar en castellano: “trabaco”. Entendí que esto era lo que necesitaba para poder mantener a sus hijos y también decía en Marruecos no “trabaco”.
Fui con él a la cafetería para que tomara un café. No dejaba de mirarme a los ojos agradecido por mi compañía y ayuda.

Cuando por megafonía anunciaron Lleida le acompañé a una de las puertas de salida. Su mirada no se borró de mi memoria en todo el día y tampoco al día siguiente. ¡Sentí impotencia!

Me quedé pensando en que seria de Abdelkader que tan solo tenía 24 años como pude ver en la orden de expulsión en la que figuraba su fecha de nacimiento.
Cuando alguien se sienta a tú lado, comprendes mejor la magnitud del problema, alguien que te cuenta que ha llegado nadando a tú país y que sólo quiere un trabajo, es cuando realmente te acercas a lo que significa la inmigración, te das cuenta también de que nunca se debe de aplicar la generalización (en una sociedad tan acostumbrada a practicarlo), porque anulan al individuo y cada uno de nosotros representamos a una persona absolutamente única y distinta de las demás en cualquier ámbito de la vida.

Comprendí que Abdelkader tenía su proyecto vital, un ciudadano del mundo que había arriesgado su vida para buscar un simple trabajo, para conseguir un futuro mejor. ¿Acaso no tiene derecho a conseguirlo?
Mientras en España estamos en las cifras más altas de puestos de trabajo que no se cubren, que alcanzan los 100.000 cada trimestre y que se producen fundamentalmente en hostelería, construcción, agricultura y transporte.

Creo que podríamos organizar mucho mejor la respuesta a los inmigrantes que quieren trabajar en nuestro país con una adecuada colaboración entre los servicios de empleo de los países emisores de inmigrantes y el nuestro. Contamos con suficientes medios y con la tan nombrada Inteligencia Artificial para desarrollar las herramientas necesarias que recojan todo el Data de demanda de trabajadores en España y de los demandantes de otros países. Podríamos contar con equipos en los que participen sindicatos y otros agentes sociales, así como ONGS que desarrollen la formación necesaria para estos trabajadores.

Anualmente entran miles de inmigrantes de forma ilegal en nuestro país, ¿cuántos como Abdelkader sólo quieren lo que además realmente nuestro país necesita que es trabajo?

¿Por qué no dar respuesta a alguien que sólo viene a trabajar y hay sectores de nuestra economía que lo necesitan? Sinceramente creo que contamos con suficientes medios y la innovación tecnológica necesaria para hacerlo posible. Es la vida de muchas personas que vienen buscando lo que un día no hace tanto tiempo los españoles iban buscando a otros países.

Es el momento de demostrar que la evolución y el desarrollo de nuestro país están a la altura de la esperanza de muchos ciudadanos del mundo que buscan un futuro mejor.