La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), es una organización militar intergubernamental de carácter defensivo que nació el 4 de abril de 1.949, que se rige por el Tratado de Washington, que tiene su sede en Bruselas y a día de hoy está integrada por 30 países de Europa y Norteamérica. En su origen tenía carácter político pero la guerra de Corea le hizo reforzar su carácter militar y la guerra fría provocó el nacimiento del Pacto de Varsovia en los países del este como respuesta.

Después de la caída del muro de Berlín la OTAN intervino militarmente en las guerras de Yugoslavia, Afganistán e Irak. Su intervención fue reclamada por Turquía en varias ocasiones y por Polonia con ocasión de la invasión de Crimea. Estas intervenciones provocaron que algunos países del este, que pertenecieron al Pacto de Varsovia, hoy estén integrados en la Alianza Atlántica. En diciembre de 2019 la OTAN celebró una cumbre en Londres con ocasión de su 70 aniversario.

Hoy hace 135 días que Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa decidió organizar unas “operaciones militares especiales” en la frontera con Ucrania, que no eran sino unas maniobras militares previas a su invasión, a pesar de la negación permanente de los responsables rusos respecto a su proyecto anexionista. Sin embargo, los servicios de inteligencia americanos y británicos advirtieron que tal concentración de tropas en la frontera no tenían otro objetivo que la invasión. Y en ello estamos. Y es que hace años el presidente Putin hizo lo mismo con Crimea ante la pasividad del resto del mundo y pensaba que con Ucrania ocurriría lo mismo. Y es que el afán expansionista de los rusos comenzó con los zares, continuó con los soviets y ha sido recuperado por Putin.

Sin embargo, en esta ocasión la respuesta nada tuvo que ver con la obtenida en Crimea: el pueblo ucraniano, heredero de los viejos cosacos, se levantó en armas contra el invasor, liderados por el presidente Zelenskiy y con la ayuda de los integrantes de la OTAN, que facilitaron armamento, incluidos sistemas antimisiles e instrucción al ejército ucraniano transformando lo que para Putin iba a ser un “paseo militar” en una auténtica guerra en la que se ha llegado a combatir cuerpo a cuerpo por las calles. Las tropas rusas, y en particular sus brigadas chechenas, se niegan a respetar los códigos de guerra internacionales siendo muchos los acusados de crímenes de guerra.

Y el efecto conseguido ha sido el contrario del buscado: ha servido para hacer despertar a la OTAN, que estaba un tanto aletargada, y ha reaccionado con una nueva estrategia que se ha aprobado precisamente en la cumbre celebrada en Madrid los días 29 y 30 de junio pasado.

Bueno, y también ha servido para que, aquí en Madrid el presimiente Sánchez culpe a la guerra de Putin de la lamentable situación de la economía española, como antaño hizo con la pandemia. Ciertamente, la guerra de Putin ha influido en la economía española, y en la mundial, pero el IPC y los precios de los combustibles y la energía ya estaban descontrolados antes de la guerra, y ahora en la guerra como antaño en la pandemia, la economía española ha sido la que ha resultado más perjudicada en el mundo occidental.

Dicho todo lo anterior, es justo reconocer que la perfecta organización y el desarrollo de la cumbre madrileña ha sido un éxito de la marca España… a pesar del Gobierno, y el mejor valedor de la marca España sigue siendo Rafael Nadal. Y es que en Madrid Los círculos de seguridad montados por policías y guardias civiles en torno a los edificios y particularmente en torno a Ifema, donde se reunían entre políticos, acompañantes, escoltas y periodistas más de 5.000 personas han resultado perfectos como lo ha sido el control de fronteras y los únicos en desentonar han sido unos cuantos ministros, que mientras aprobaban en el consejo de ministros el apoyo a Ucrania y a la celebración de la cumbre, cumbre por cierto que fue solicitada para ser celebrada en Madrid por el Gobierno de Mariano Rajoy, se manifestaban en la calle y en las redes en contra de la misma, e incluso alguna ministra aprovechó para, Falcon por medio, ir con su pandilla de amigas a hacer turismo en la cuna del capitalismo.

Ciertamente, la vida en el centro de Madrid ha sido incómoda durante tres o cuatro días, pero el ejemplo dado con la organización y el respeto de los ciudadanos a lo dispuesto por las autoridades ha sido una muestra de responsabilidad ciudadana, por lo que hay que felicitar al Rey de España, al Gobierno y al Ayuntamiento de Madrid. En definitiva hemos demostrado que en España somos capaces de organizar eventos multitudinarios sin incidentes dignos de mención, y todos tenemos en la memoria algún desastre reciente.

Y como era de esperar, ha habido una estrella rutilante en todo cuanto hemos conocido los ajenos a la cumbre: su Sanchidad Pedro el guapo que, como el perejil, ha estado presente en todos los actos y ha logrado, por fin, la tan ansiada y mendigada entrevista con el presidente Byden, con el que por cierto, “la Bego” ha aparentado una confianza poco adecuada para la mujer del presidente del Gobierno con el Presidente de los Estados Unidos, al que conocía lo mismo que yo y con el que en ocasiones intentó suplantar a la Reina. Y el que lo dude, que vea las fotos que circulan por las redes.

Y además de para reforzar la marca España y demostrar la capacidad para organizar este tipo de eventos, ¿para qué nos ha servido esta cumbre? Desde luego la situación de Ceuta y Melilla es la misma que antes de la cumbre y el incremento de dos destructores más en la base de Rota, rechazada abiertamente por una parte del Gobierno, nada tiene que ver con este asunto. Pues nos ha servido a nosotros y al resto de los países miembros de la Alianza para despertar y responder al compromiso de dedicar al presupuesto de Defensa un 2% del PIB, otro motivo de bronca dentro del Gobierno.

Pero si para el resto de los países la organización ha sido perfecta, el papelón de un gobierno fuertemente dividido respecto de nuestra permanencia en la OTAN, algo que para nosotros no es nuevo si recordamos aquella frase: “OTAN, de entrada no”, que luego rectificó Felipe González con un referéndum en el que Fraga pedía la abstención, y es que nuestra pertenencia a la Alianza no ha sido pacifica en ningún momento. Algunos recordaremos siempre aquella gigantesca pancarta en la que los izquierdistas vallisoletanos transformaron el edificio del Duque de Lerma con el slogan de “OTAN no, bases fuera”.

Y en Madrid, además de aceptar la incorporación de Suecia y Finlandia, tradicionalmente neutrales, después de convencer al presidente Erdogan, inicialmente reticente a su incorporación, se ha redactado un importante escrito: el “Documento Estratégico de Madrid” que servirá de guía para el futuro de la organización y que sustituirá al vigente hoy en día que data del año 2.010 y que señala a Rusia como “la amenaza más directa y significativa” y se destaca el desafío que supone China en relación con los objetivos de la OTAN.

En fin, hay quien opina, y posiblemente no ande muy desacertado, que Pedro Sánchez ha aprovechado la presencia de tantos líderes mundiales para buscarse un futuro cuando dentro de unos meses tenga que salir de la Moncloa… y es que después del affair de Begoña en Marruecos debe andar con pies de plomo.

A ver si hay suerte y se lleva de asesor al alcalde vallisoletano, que poco antes habrá sido desalojado de la casa consistorial y andará circulando en bicicleta por las aceras vallisoletanas.

Hasta el viernes que viene.