Opinión

Conflicto de Valores

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, en una imagen de archivo.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, en una imagen de archivo.

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Lo que se está dirimiendo en la guerra en Ucrania, más allá de la cruenta, atroz e injustificada invasión imperialista, es una lucha entre dos concepciones profundamente antagonistas y bipolares de visión de la vida y de su gobernanza que los estados quieren bien preservar o imponer, según sea el caso, a sus ciudadanos.

Esta situación desgraciadamente no es nada nueva en el devenir de la historia ya que tenemos múltiples ejemplos de regímenes que han emergido o han ido derivando en un poder totalitario que ha escapado por completo del más mínimo control democrático imprescindible para evitar que determinados sátrapas y megalómanos ahoguen la libertad de los ciudadanos, causando calamidades y auténticas atrocidades humanitarias. Baste citar casos como los de Cuba, Venezuela, Camboya, Yugoslavia, Corea del Norte para significar de que estamos hablando.

Además, se puede constatar a lo largo de la historia que cuando han concurrido en una misma nación un régimen dictatorial y un gran poderío militar el resultado desgraciadamente ha sido, en repetidas ocasiones, el uso de la fuerza para doblegar pueblos, y provocar, llegado el caso, conflictos bélicos con fines opresores y expansionistas. Los últimos ejemplos claros de este acontecer por parte de regímenes dictatoriales con alto poderío militar han sido la Alemania nazi, la URSS y China.

Reflexionando sobre los acontecimientos que se suceden estos días hay que señalar que tanto EEUU como Europa Occidental han actuado muy ingenuamente pensado que, tras la caída del muro de Berlín en 1989 y la posterior desaparición de la URSS en 1991, las dictaduras comunistas abrirían paso a regímenes democráticos consolidados y homologables a los de occidente, máxime cuando se percibía una apertura económica que parecía sustentar tales pensamientos.

Los hechos desgraciadamente nos demuestran que muchos países de la antigua orbita comunista, y principalmente Rusia, como el heredero del poderío militar y económico de la URSS, han sufrido derivas totalitarias e imperialistas a pesar de haber evolucionado hacia economías de libre mercado dominadas por oligarcas privados y paraestatales totalmente sumisos con los regímenes resultantes.

Permitir que una dictadura, quizás no aparente, pero si real, como es el caso actual de Rusia, se fortalezca económicamente ha supuesto un riesgo muy alto ya que como desgraciadamente estamos comprobando puede utilizar tal fortaleza como una poderosa arma de opresión e imposición coercitiva.

A Rusia quizás había que haberla controlado y penalizado en el ámbito de las relaciones internacionales muchos años atrás para intentar limitar su capacidad de uso de la fuerza con fines expansionistas e imperialistas. En los últimos años, hechos gravísimos como el abatimiento en territorio ucraniano del vuelo comercial de Malasia Airlines por parte de misiles rusos o el asesinato impune de opositores al régimen deberían haber desencadenado un fuerte bloqueo sancionador por parte de occidente.

Por el contra, y quizás porque los intereses geopolíticos y económicos cortoplacistas no fueran los mismos, hay que recordar que, por unos hechos algo similares a los reseñados, en el año 1992 la comunidad internacional impuso un fuerte embargo a Libia por negarse a investigar y asumir responsabilidades por el estallido en pleno vuelo de un avión comercial en la localidad escocesa de Lockerbie unos años antes cuya autoría se demostró atribuida a los servicios secretos libios.

Las medidas y sanciones económicas que se están adoptando en la actualidad contra Rusia quizás llegan algo tarde, produciendo además un efecto boomerang en muchos países dada la dependencia y lazos comerciales que se han forjado con este país en los últimos treinta años, especialmente en el ámbito energético.

El estatus de Rusia durante la guerra fría, donde la población sufrió la represión y la miseria económica, se contrapone al actual ya que el nivel de vida medio en ese país es bastante más elevado, lo cual ha contribuido a un apoyo mayoritario de la población al régimen establecido, pero también a socavar los valores y el control democrático.

Hoy en día, cuando muchos políticos y entidades apelan solo al pragmatismo e intereses coyunturales de conveniencia, obviando pilares básicos de valores individuales y colectivos que tienen que prevalecer por encima de todo, esta dinámica contribuye al deterioro y empobrecimiento del espíritu crítico, democrático y libre de la ciudadanía haciéndolos esclavos sumisos del aparato gubernamental.

Por tanto, debemos ser conscientes de la importancia que tiene en nuestra vida cotidiana, como individuos y como sociedad, el fortalecer y cultivar todos los valores fundamentales que forjan el desarrollo y progreso de las personas. Este es sin duda el mejor antídoto contra populismos y potenciales dictadores que nos acechan permanentemente para intentar socavar nuestro valor supremo que es la libertad.