Opinión

Castelvines y Monteses

'Castelvines y Monteses'.

'Castelvines y Monteses'.

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Dos coetáneos de la misma época como William Shakespeare (1564/1616) y Lope de Vega (1562/1635), ambos grandes de las letras, se sintieron atraídos por los ecos de la historia de los amantes de Verona que Mateo Bandello (1480/1560) recogió, casi, un siglo antes que ellos.

El bardo de Avon para componer uno de sus famosas tragedias, bajo el título de Romeo y Julieta, y el Fénix de los ingenios para componer una comedia palatina, titulada Castelvines y Monteses. La diferente forma en que cada uno se aproximó a la leyenda difundida por Bandello, seguramente no tiene nada de casual y considerando que Lope escribió su propuesta unos diez años después de su contemporáneo William, es posible que se tratará de un ripio que se exigió a si mismo.

Y el espíritu de divertimento con que Lope afrontó Castelvines y Monteses, alejado de las formas más severas de los capuletos y montescos de Shakespeare, es recogido por Sergio Peris-Mencheta, apoyado en la versión por José Carlos Menéndez, para construir un espectáculo que derrocha acción y energía, conectando rápidamente con un público, ansiosamente receptivo a que le inviten a ser parte festiva, en una propuesta cimentada en la calidad, desde el minuto uno.

Peris-Mencheta es capaz de insuflar optimismo a ritmo de conocidos temas musicales de Franco Battiato, Domenico Modugno o Pino d’Angio, marcando un ritmo trepidante, fresco y divertido que, especialmente en el primero de los tres bloques, divididos por sendas “escenas descartadas”, no da tregua para el espectador que acude asombrado, agradeciendo el frenesí y entregado a la incitación que recibe desde el escenario: ¡Atiendan… y disfruten!

En la febril sucesión de escenas, temas musicales y bailes se resiente, ligeramente, el verso de Lope, aunque con alguna excepción notable como la que representa María Pascual, espléndida a ese particular, en especial al representar a Celia.

La escenografía, responsabilidad de Curt Allen Wilmer, es muy versátil donde son elementos principales dos grandes muros rodantes, que en ocasiones dejan ver los espacios ocupados por Castelvines y Monteses, a veces a la vez, otras uno a uno.

La iluminación diseñada por Valentín Álvarez encaja perfectamente con la escenografía, completado todo ello, muy adecuadamente, por un original vestuario creado por Elda Noriega, que busca ir más allá de la historia y sugerir, a través del cual podemos ver a un astronauta, un Conde de París (Natxo Núñez) con aires de “Gurruchaga” y una bella Julia (Paula Iwasaki) elegantemente vestida de rojo.

A destacar el trabajo de todo equipo vinculado con la música, con Ferran González, Joan Miquel Pérez y Xenia Reguant en la composición musical original, Eduardo Ruiz y Enrique Rincón en el espacio sonoro, Joe Alonso y Óscar Laviña en los efectos de sonido y Cintia Rosado en la dirección musical en escena.

Si en el Romeo y Julieta de Shakespeare la historia gira en torno a sus dos grandes protagonistas, en Castelvines y Monteses, especialmente en la visión que nos presenta Peris-Mencheta, se apuesta por lo coral, y son tres parejas las que ocupan el centro de la trama, construyendo todo un alarde sobre la fuerza del amor, más allá de los convencionalismos, por un lado Julia (Paula Iwasaki) y Roselo (Andrea Muñoz), pero sin perder el foco en Dorotea (Almudena Salort) y Anselmo (Gonzalo Ramos), así como en Celia (María Pascual) y Marín (Xabi Murua).

Almudena Salort destaca por la fuerza que sabe imprimir a sus actuaciones musicales, con gran expresividad a través del baile, con María Pascual soberbia a la hora de decir el verso, mientras Paula Iwasaki esgrime su habitual solvencia. Las tres principales protagonistas femeninas reciben una adecuada réplica por parte de sus “partenaires” masculinos, con Andréas Múñoz, muy desenvuelto en sus andanzas de tapia a tapia, de muro a muro, y de escala a escala, como proverbial miembro de los monteses que es el Roselo que interpreta, e igualmente sólidos Gonzalo Ramos (Anselmo) y Xabi Murua (Marín).

Natxo Núñez, Aitor Beltrán, Xoel Fernández, Óscar Martínez-Gil, Ignacio Rengel, Julia Roch y Cintia Rosado completan el elenco, con un desempeño adecuado al estupendo vodevil que se opta por representar, en el cual algunos excesos de determinados personajes son elección afortunada y no desatino.

Sergio Peris-Mencheta nos cautivó con su Lehman Trilogy, pero tras aquello desembarca en el Teatro de la Comedia de Madrid, en coproducción con la CNTC y su “Barco Pirata”, ante el reto de ocupar la cartelera durante casi dos meses, con un proyecto vigorizante, especialmente diseñado para estos tiempos en los que peleamos por dejar la Covid-19 atrás, y lo hace, tal como indica en el programa de mano, “a pesar de todo”, incuestionablemente, inevitablemente, inexpugnablemente… invocando el mantra de “que la danza a la que nos invitan Monteses y Castelvines sirva de bálsamo a nuestra desesperanza”.

Gracias por hacer teatro, gracias por hacer… buen teatro.