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La sanidad española: ¿víctima o heroína?

Una enfermera intenta consolar a otra.

Una enfermera intenta consolar a otra. AFP

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Antes de esa fatídica llamada que nunca creímos que podría llegar, quizá pensábamos que bastaban los aplausos y vítores desde los balcones. Ahora, el baño de realidad nos cae encima y sorprende constatar, que estamos en unas únicas manos: las de los profesionales de la salud, la capacidad del sistema sanitario y la ciencia.

Según un informe publicado por el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC), en abril del año 2020, el territorio español era el país con más contagios entre el personal sanitario; un 20% de los infectados pertenecían a dicho colectivo, frente a un 10% en Italia, un 3% en Estados Unidos y un 3,8% en China, tendencia que después continuó al alza.

La Organización Médica Colegial (OMC) declaró que dichas cifras son el resultado de la ausencia o carestía —especialmente al comienzo de la pandemia— de los necesarios equipos de protección personal y pruebas diagnósticas. Contexto del que no pueden ni deben ser excluidos los trabajadores de residencias de mayores y centros sociosanitarios.

España se encuentra entre las seis economías más fuertes de la Unión Europea, la cual marcó como objetivo llegar a invertir el 3% del PIB en investigación y desarrollo (I+D). Sin embargo, en noviembre 2020 el valor de este parámetro en el caso español, se situó alrededor del 1,25%, alejado de países destacados como Israel (4,9%), Corea del Sur (4,5%), Suecia (3,3%), Japón (3,2%), Alemania (3,1%) o EE.UU. (2,8%), y a mitad de camino entre ellos y la media europea (2,18%). Con el agravante, de que aproximadamente el 50% del presupuesto público destinado a innovación no se ejecuta en España, a causa de la asfixiante burocracia y créditos inaccesibles para las empresas, ya que exigen unos requisitos draconianos de cara a obtenerlos.

Si reunimos al azar 100 individuos de todo el país, con perfiles académicos pertenecientes a los ámbitos de la química, bioquímica, biología, ciencias ambientales, ingenierías… etc., pocos o ninguno habrá podido desempeñar o mantener su trayectoria profesional en tales vertientes. La máxima aspiración o expectativa real de la mayoría, posiblemente sea llegar a impartir clases en la Universidad. Pero aquí encuentran una nueva barrera, el enchufismo y la endogamia desde hace lustros, sumados a una protagonista que repite, la burocracia.

Como resultado, la fuga de talentos no es baladí. Un ejemplo reciente y relevante es el español Ciro Cabal, biólogo investigador que no logró ninguna ayuda o beca en España con el fin de realizar su tesis doctoral. Fue admitido en la Universidad de Princeton (EUA) y su trabajo, con el doctorado sin culminar, ha sido portada de la revista Science.

Otro dato significativo: la matrícula de un año de máster en la universidad pública de Francia cuesta unos 243 euros; por el contrario —según el tipo de máster y la universidad española que lo imparta— , la tarifa suele ser como mínimo seis veces superior respecto al país galo, sobre los 1.200 euros si hacemos un cálculo promedio modesto por curso. Análisis al margen, de que el alumno pueda obtener una beca de estudio o no.

Este tiempo de pandemia ha hecho que afloren sin pedir permiso, todas las debilidades de la sociedad; extensible además a nivel mundial. No basta solo abordar el debate en relación a los recortes en la sanidad pública española, los contratos bajo mínimos y su temporalidad, se precisa también apostar por la investigación, facilitar la capacitación de profesionales de las diversas ramas de la ciencia; desde el que investiga una técnica instrumental o diagnóstico, desarrolla un medicamento, o es capaz de realizar una cirugía a corazón abierto, con el amplio abanico de disciplinas que les contiene. Incluso ya formados, cuidarlos dentro del territorio nacional.

De hecho, esta publicación la dedico a todos los profesionales del sector sanitario sin obviar a ninguna de las personas que lo componen; a los investigadores; científicos; a los que a pesar de todo, deciden estudiar una carrera de ciencia. Para ellos mi total respeto y una frase:

“Hay seres que llegan a la meta de lo impensable y continúan corriendo”.

Personalmente, si me lo permite el resto del gremio y sin excluirlos, felicito de modo especial al equipo sanitario de la UCI del Hospital Doctor Peset y a la planta de cirugía cardiaca del Hospital La Fe, recintos hospitalarios ubicados en Valencia. Sin duda, el mejor activo que posee la sanidad española son sus profesionales.

En este instante deseo imaginar que el sujeto de esa nefasta llamada, al comienzo de estas letras, coincidirá conmigo en que: “Menos grandilocuentes aplausos y mayor compromiso real con la sanidad y la ciencia”.