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Sobre la cumbre del clima

Miles de personas en la Marcha por el Clima en Madrid este viernes.

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En la escuela antes, ahora con las nuevas innovaciones lúdicas más preocupadas en la forma que en el contenido no sé si será así, nos enseñaban que para resolver un problema lo primordial era definirlo bien.

La guerra por el relato hoy en día nos inunda en todas las facetas y el 46º vicepresidente de EEUU, citado como el más poderoso de la historia, Dick Cheney nos metió el primer gol con la mano al sugerir al Presidente Bush hijo, que en lugar de hablar de calentamiento global usará el termino cambio climático.

Y así empezó la discusión de si galgos o podencos. De manera que si pones en entredicho el cambio climático eres un negacionista. Nos olvidamos que nuestro planeta es un “ente vivo” que evoluciona y se adapta con lo que el clima a lo largo de las eras ha cambiado constantemente, de cálido y húmedo de la era secundaria, al gélido y seco de las glaciaciones o a la diversidad climática que tenemos en la actualidad y que produce numerosos y diversos biotopos.

Tenemos que recordar que “la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra”. (Carta del jefe indio Seattle al presidente Franklin Pierce, 1854).

El problema de la actividad humana sobre el planeta no es nuevo, ya el padre putativo de unas cuantas generaciones de biólogos, Félix Rodríguez de la Fuente, en 1972, denunciaba que éramos la civilización de la basura.

Sin embargo, aquí estamos inaugurando el gran circo mundial de la cumbre del clima, 196 países, 25.000 personas, con un coste de 50 millones de euros y la generación de 65.000 toneladas de CO2 para concluir en unos acuerdos que son papel mojado como los de Río, Kioto o Paris. Ya hemos subido un grado, del 1,5 que se había propuesto en Paris para este siglo y Trump recientemente notificaba su retirada de dicho acuerdo.

Los focos de la pista central iluminarán a la adolescente joven Greta Thunberg, pocos recuerdan a Severn Cullis-Suzuki que con 12 años hablo en la cumbre de Río en 1992. Necesitamos a Paco Lobatón o la Wikipedia para averiguar su paradero. Su discurso fue bastante mejor que los enfadados y despechados de la nórdica. Que algunos ya la equiparan a la Juana de Arco del siglo XX, sólo nos falta saber quien tomará el papel de Carlos VII, las apuestas apuntan a sus progenitores que ahora pretenden lanzar a su hermana para la causa feminista.

Y esos focos nos desviarán otra vez del problema, el del calentamiento provocado por la actividad humana. Lo que algunos empiezan a llamar el Antropoceno. Y también nos ocultan la labor de la bióloga Rachel Carson con su libro “Primavera Silenciosa”, que falleció de cáncer de mamá y que tuvo un reconocimiento póstumo.

Las consecuencias del calentamiento global son el origen de la sexta extinción, y que va unido al fenómeno que los botánicos han bautizado como “ceguera verde”. En la naturaleza somos capaces de ver a los animales, pero ignoramos la vegetación circundante. Numerosas especias vegetales que nuestros ancestros valoraban están desapareciendo sin darnos cuenta. Se estima que en España peligran 4 de cada 10 especies de plantas.

Lamentablemente lo “verde” vende; y las empresas, grandes y pequeñas, lo utilizan como gancho para conseguir más clientes y/o fidelizarlos y seguir con la rueda del consumismo.

Como vemos el problema es complejo y corremos el peligro de caer por un lado en el activismo político y de otro en el postureo ambiental, como nuestro presidente Sánchez que no le importo coger un avión para ir a un concierto y como muchos jóvenes que siguen a Greta pero el fin de semana cogen un vuelo barato para pasarlo en alguna ciudad europea.

David Wallace-Wells, autor de El planeta inhóspito, señala que lo peor es la indiferencia. Es importante entender que el aumento de la temperatura depende de nosotros. No es un proceso que ocurra fuera de nuestro control, sino a causa de lo que hacemos. Las emisiones de carbono provocadas por la humanidad siguen siendo el factor principal del calentamiento del planeta.

Vamos camino de ser la primera especie que desaparece por suicidio colectivo, todavía estamos a tiempo, aunque como podemos ver en el excelente video “la naturaleza nos habla”, nosotros no disponemos de mucho.

Me remito a las conclusiones del reciente encuentro de los grupos de Pax Romana “Cuidar la Casa Común, por una ecología integral”. Debemos apostar por una ecología integral y necesitamos una conversión ecológica que nos exige una transformación personal, un cambio de vida.