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El negocio del fútbol

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El fútbol es un negocio, y como todos los negocios, parece lógico que se exporte su imagen al mundo entero. 

Al fin y al cabo, una empresa privada cualquiera, no se diferencia mucho de la empresa “fútbol”, o lo que es lo mismo, La Liga. 

La Dirección o Consejo de Administración de una empresa tiene que velar por los intereses de la organización. 

Si la viabilidad futura de un proyecto pasa por exportar la sede en el extranjero o venderla al mejor postor, no dudarán en tomar la decisión más correcta, independientemente de lo que piensen o sientan sus empleados. 

Dicho lo cual, parece lógico que si la empresa La Liga quiere seguir la misma senda de cualquier empresa privada, si es necesario, tome uno de los dos caminos anteriores.  Pero La Liga, no es una empresa cualquiera. La Liga no es una organización cuyo Consejo de Administración, Presidente o Dirección, funciona de manera autónoma como si fuera propia. 

Ahí es donde radica la gran diferencia. Hay un abismo entre el concepto “empresa privada”, al concepto Federación Deportiva. 

El fútbol no depende del Presidente de turno ni de un consejo de administración, sino de un país entero, y voy explicar el porqué de esa dependencia. 

En España no funciona La Liga porque tengamos una cantera más preparada y profesional que el resto de nuestros países vecinos. 

Aquí hay una organización muy estructurada para potenciarla, que va desde el Estado, con los beneficios, o ventajas fiscales que cuentan jugadores, clubes y federaciones, hasta el “apoyo” incondicional, de los actores principales que mueven los hilos de este gran circo deportivo: bancos, empresarios de cierta relevancia, y las televisiones. 

Y el ciclo se cierra con el aficionado. Si alguna de las partes de la cadena falla, no hay negocio. Es tan importante los beneficios fiscales, como el público que paga por ello. 

Los aficionados no sólo son los que acuden cada domingo al campo o los abonados, sino todo aquél que se relacione de manera directa o indirectamente, con el fútbol. Si los estadios están vacíos, los bares no hacen caja con este deporte, y no hay espectadores que disfruten en sus casas, todos potencialmente consumidores tanto de los medios digitales como lo que conlleva consumir, mientras, apasionadamente, ven los partidos que más desean, no hay negocio. 

Es por ello, que La Liga, no puede ni debe pensar que todo se reduce a la simplicidad del concepto “empresa privada”. 

No digo que no vaya a traer dinero de Estados Unidos o del país que sea, si se decide exportar los partidos de fútbol, físicamente. Sino que, igual, si nos olvidamos a largo plazo de los pilares básicos de la cadena en que se sustenta este deporte en nuestro país, el negocio deje de ser tal negocio. Solamente desencantando al sector “aficionado”, puedes empezar a derrumbar, pieza a pieza, la estructura sólida que, durante tantos años, todos hemos construido, para que esto funcione. 

El que paga, no es el jugador, que tiene derecho a quejarse, sino las personas externas involucradas en este proceso. Sin consumo, no hay jugadores que dan importancia a este deporte en nuestro país. Y sin esos jugadores, no hay tal negocio.