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The man who shot Liberty Valance. Segunda parte

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John Wayne, por su parte,  no cree en el Estado, es un hombre libre que mira a los ojos sin bajar la cabeza como Lee Marvin pero  con una diferencia. Posee unos valores. La idea fundamental del bien común, del sacrificio individual, incluso, de la negación personal para el bien de los demás. De este modo, el hombre que jamás habría disparado desde la sombra, acaba haciéndolo, destruyéndose a sí mismo y al antiguo oeste.



Los dos llegan a la misma encrucijada, y toman el mismo camino. Uno difícil y, paradójicamente,  con diferentes destinos. John lo pierde todo, no solo su hacienda - libera sus caballos en una bonita metáfora que quiere representa el fin del oeste- sino que también quema la casa donde iba a vivir con su amada. James construye su vida sobre la mentira de ser el hombre que había acabado con el villano, se queda con la chica y es elegido en las elecciones como representante del pueblo en Washington. Quien mejor que el hombre que mató a Liberty Valance.
Sin embargo;  Hallie sabía, íntimamente, que era imposible que el joven abogado hubiera vencido en un combate a campo abierto a un experto pistolero.



Después de muchos años, James y su mujer vuelven al pueblo tras recibir la noticia del fallecimiento de su amigo John.  Son recibidos por unos periodistas que quieren entrevistar al Senador cuya carrera política no paraba de crecer. Iba a  convertirse  en vicepresidente de los Estados Unidos. Descubren que el John Wayne que habían conocido, ya no existe. Se había negado como persona. En el final de sus días no quedaba ni un atisbo de lo que fue, incluso, les cuentan que había perdido la pistola y que tenía que entregar sus botas para poder costearse un simple ataúd de madera de pino.



James cuenta la verdadera historia a los periodistas. El director del periódico no lo publicará. El pueblo lo considera un héroe,  y cuando la historia se convierte en leyenda es mejor quedarse con la leyenda.


En el velatorio del hombre que mató a Liberty Valance solo hay tres personas. Pompey, el ayudante negro y fiel de John, el senador y su mujer. Hallie posa sobre la tapa del féretro una flor del desierto, un milagro de belleza y la deja descansar. James descubre este gesto y se da cuenta de que ella jamás lo había querido, siempre había intuido que el hombre que liberó al pueblo, y al que había amado, era el pistolero John Wayne.