Opinión

Liderazgo político en tiempos de crisis

Soldados en Dunquerke disparando contra la aviación alemana.

Soldados en Dunquerke disparando contra la aviación alemana.

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El liderazgo político aparece siempre en momentos de crisis. En Gran Bretaña, no parece casualidad, por ejemplo que el cine haya vuelto a recuperar en medio del terremoto del brexit la figura del premier británico en tiempos de guerra. Winston Churchill vuelve a las pantallas primero de forma recreada en Dunkerque y después en Churchill, antes de que estrene En su peor hora, para proyectar mensajes sobre una población que ya no vive bajo la amenaza nazi, pero si con la preocupación de los efectos que puede tener su salida de la Unión Europea. Theresa May no puede prometer Sangre, sudor y lágrimas a los ingleses y el laborista Jeremy Corbyn aparece como una de las figuras políticas mejor valoradas después que intentara ser desterrada por los suyos por radical, pero ratificado por las bases.

El nacional-populismo recorre Europa y preocupa en todas las cancillerías. Su instrumento son los referéndums, reconvertidos en instrumentos de movilización más que de voto, como vimos en el 1-O en Cataluña. Charles de Gaulle, que fue víctima de uno de ellos y tuvo que dimitir para salvar la República francesa, advertía que “los carga el diablo”.

En medio de la crisis política en Cataluña, y ante un posible Catalexit retórico que conmueve también a Bruselas (se teme al efecto dominó) emergió en la manifestación del pasado 8-0 en Barcelona, la figura de Josep Borrell. Aunque sus argumentos llevan tiempo ahí para quien ha querido aguzar el oído, sus palabras fueron esta vez escuchadas ante un millón de personas (permítanme el redondeo que suelen practicar la mayoría de los periodistas). El exministro y expresidente del parlamento europeo se ha convertido en el líder moral de la resistencia frente al independentismo. Blandiendo la bandera de la Unión Europea afirmó: “Esta es nuestra estelada, la de las estrellas de la fraternidad y la solidaridad”.

Borrell, después de haber desmontado los argumentos político-económicos de los independentistas (ya hemos citado aquí su obra escrita), les desmontó en esta ocasión su relato emocional: la grandeza de Europa frente a la pequeñez y cortedad de miras de un nacionalismo que no ve más allá de sus propias narices, ni es capaz de calibrar los daños que en su ensoñación, puede provocar al conjunto de la población, con la fuga de empresas y bancos que tanta prosperidad le han dado hasta ahora. El sueño europeo, con la grandeza de los líderes que lo iniciaron hace cincuenta años, Adenauer, Schuman o De Gasperi frente al raquitismo nacionalista de cuatro políticos que miran su ombligo, no saben a dónde van, o en el peor de los casos pretenden esconder sus vergüenzas. No eran los soldados de Dunquerque, ni estaba en la dirección Churchill, pero ganaron la primera de las batallas ideológicas.

Quede para enmarcar una de las últimas frases del expresidente del Parlamento europeo: “No levantemos más fronteras, porque son las cicatrices que la Historia ha grabado a sangre y fuego sobre la faz de la Tierra”. Primera victoria moral.