El ruido y las nueces

Frontera entre España y Gibraltar/ Wikimedia Commons

Frontera entre España y Gibraltar/ Wikimedia Commons

Por Ignacio Pérez de Vargas Luque

Eso de hacer ruido es lo común, pero lo que cuenta son las nueces; y al menester de dar fruto son menos los que se dedican. La prédica y la altisonancia con la que los próceres se expresan hay que ponerlas a reposar para que se templen mientras el tiempo va resituando, más o menos, cada cosa en su sitio y las aguas recuperan su movimiento natural en la marea. Ni la escisión del Reino Unido (RU) de la Unión Europea (UE) va a ser tanto como cuentan los cronicones ni los efectos sobre el estatus de Gibraltar van a ser tan determinantes como anuncian los agoreros. La globalización; eso de perder un poco de lo propio adquiriendo un bastante de lo ajeno; nos ha hecho interdependientes de modo irreversible. Es lo que tiene esta socialdemocracia con envoltura capitalista que domina lo que llamamos “mundo occidental” que es, en definitiva, el universo teóricamente construido sobre principios que emanan del comportar judeo-cristiano.

Que Gibraltar deje de ser lo que es depende, como ha dependido siempre, de España. Ahora es una base militar habitada por personas de diversa extracción y orígenes, que vive de modo privilegiado, excepcional, como consecuencia de sus circunstancias geopolíticas. El estraperlo y el juego, las sociedades constituidas como tapaderas de las más diversas actividades, el turismo y el cobijo de ingenios y recursos al servicio de la inteligencia militar constituyen el paquete (im)productivo de este anacrónico, inexplicable y singularísimo enclave colonial en la Europa del siglo XXI, derivado entre Estados aliados social, política y militarmente, donde nadie se explica que puedan trabajar del orden de ocho mil españoles.

Las servidumbres consecuentes a su situación geográfica hacen imposible la subsistencia de Gibraltar sin España. En el denostado franquismo eso se sabía y además era impensable que el gobierno de la colonia pudiera mantener al norte de la verja una legión de plumillas, publicistas y enclaves a sueldo, y mucho menos que algunos políticos españoles, en activo o aparentemente inactivos, pudieran beneficiarse colocando a familiares o recibiendo directamente prebendas, o a modo de articulación populista, de garitas diseñadas para ello en “The number 6”; como se conoce popularmente al papado colonial de los yanitos.

El cierre de la verja en 1969 y la simultánea actuación sobre la comarca fueron decisivos en el espectacular desarrollo social e industrial de un territorio dependiente en gran parte del estraperlo y sus ingenierías. Sin ese cierre, ni siquiera el puerto de Algeciras habría llegado a alcanzar las cotas de comercialización marítima que hoy posee. La Línea, ciudad surgida del aluvión social provocado por la existencia de la colonia, sufrió, más que ningún otro lugar, las consecuencias del cierre y si sus dirigentes locales del momento hubieran sabido dirigir el tiempo nuevo, no habrían vuelto a abrazar a los viejos fantasmas de la dependencia. Paralelamente, Gibraltar perdió interés incluso para el RU; ya sólo generaba costes. A pesar de los odios, como no podía ser de otra forma, que entre los privilegiados yanitos provocó el cierre, hubo movimientos de aproximación a España por mor de la supervivencia. Pues Gibraltar, insisto, no puede superar el medio plazo sin España.

Los movimientos –más formales y demagógicos que otra cosa– que está desplegando el Gobierno español ante el horizonte de la salida de RU de la UE, parecen más motivados por la situación en que pudieran quedar los yanitos que por el único problema que en realidad tiene  España, el de compensar los perjuicios que se ocasionarían a las empresas y personas que en el Campo de Gibraltar venden o sirven –honradamente– a la colonia. Pero esa es otra historia, asociada a otros órganos de la Administración pública y a diseños de otra naturaleza. Bien presente debieran tener los que tienen la responsabilidad de salvaguardar los derechos y estipendios de personas y enseres, pero también la dignidad e intereses de España, que todo lo que redunde en la prosperidad y, sobre todo, en la conservación del estatus de que goza la colonia, lo hará a la inversa en el futuro del Campo de Gibraltar y en el de sus gentes.