Las políticas gravitacionales

El presidente de Gobierno Mariano Rajoy/Juan Medina/Reuters

El presidente de Gobierno Mariano Rajoy/Juan Medina/Reuters

Por Fernando Medina Donoso, @fermedon

El otro día los científicos demostraron que cuando dos agujeros negros entran en colisión explosionan y se genera una energía y unas ondas que deforman las dimensiones de espacio y tiempo. Seguramente Mariano Rajoy leía esta noticia al final del día asintiendo con pesadumbre al contemplar como las ondas gravitacionales han llegado a su partido político.

La corrupción pudre a pasos agigantados a la vieja política del extinto bipartidismo español, y ahora que todos buscan la alineación planetaria que debiera producir la gobernanza española para los próximos cuatro años, Púnica y Taula hieren de extrema gravedad al Partido Popular. Estos agujeros negros acaban de colisionar y la onda expansiva ya deforma tiempos y espacios políticos en Valencia, expandiéndose a la capital y con previsibles efectos devastadores a nivel nacional.

La tormenta perfecta no ayuda a los pactos de gobierno. Si Mariano Rajoy ya cometió un error de cobardía política al rechazar el encargo del Rey de formar Gobierno en la primera ronda de consultas, su empecinado absentismo de la realidad continúa bloqueando la capacidad de maniobra del partido político que habiendo ganado las elecciones debiera tomar la iniciativa de este complicado periodo en la segunda transición. Una y otra vez Rajoy sigue haciendo gala de ser ese político perdedor que aparte de su brillantez como orador parlamentario y su ya más que insuficiente protagonismo en la aún no probada recuperación económica de España, nada tiene que aporte aire fresco al el debate del futuro para nuestro país.

Ya no valen el ataque a los años de zapaterismo, la bisoñez de los emergentes, el miedo a Podemos o el "y tú más" de los ERE del PSOE en Andalucía. Gürtel, Bárcenas, Púnica y Taula, sin olvidar Aquamed. El efecto bola de nieve ya está en marcha, y ni las inexplicables maniobras políticas desesperadas para evitar delaciones o proteger viejas amistades servirán de nada. Que alguien explique por qué la ex alcaldesa de Valencia es nombrada in extremis miembro de la diputación permanente del Senado, blindaje de aforamiento a prueba de nuevas elecciones para alguien que por acción, omisión o negligencia ha sido salpicada de mierda. Una vez más se demuestra que la gestión desastrosa y la choricería sólo se premian con un retiro dorado en política y en la banca.

Transparencia Internacional considera preocupante en su último informe la evolución de la corrupción en España, país que se sitúa a la cola de Europa y que junto con Libia, Turquía y Brasil es el que más ha empeorado en los últimos doce meses. La corrupción ha herido de muerte la credibilidad de nuestra política, y hasta que la regeneración total no llegue a los partidos mayoritarios desde las cúpula a sus órganos administrativos y representaciones autonómicas y locales las cosas no cambiarán. Gestos como apartar jueces instructores incisivos, o la protección injustificada y descarada de líderes presunta o potencialmente implicados en casos de corrupción como los ex presidentes andaluces o la ex alcaldesa de Valencia no sólo no ayudan, sino que destruyen aún más los cimientos de la gobernabilidad.

Ayer Rajoy comenzó sus negociación política. Tardía y extemporánea por no ser quien debería tomar iniciativa, ya que ha renunciado a ese derecho. También inconsistente porque lo único que consigue ahora es emborronar el trabajo de Pedro Sanchez, criticable por muchas cosas, pero no por no utilizar sus tiempos y sus métodos para lograr sus objetivos dentro de los cauces reglamentarios. Tras la reunión de Rajoy con Rivera, poco nuevo o esperanzador hemos visto. La tozudez del líder del PP desalienta de nuevo. Dice que la Constitución no necesita reforma sino refuerzo. Anda que no. Y hoy se reúne con Pedro Sánchez. No más que un paripé para que ambos digan que se han reunido. Mucho deben reírse el liberal y el socialista con las ondas gravitacionales del PP. Y es que Rivera puede ser un ambiguo, y Sanchez un superviviente utópico, pero Rajoy ya no va siendo más que un apestado, si unas nuevas elecciones no lo remedian.

Y aun así, ya me dirán qué pueblo le va a apoyar con la Guardia Civil incautándose de su casa. Quien más se debe frotar las manos es Iglesias. Con toda razón ahora puede criticar al Partido Popular por intentar concentrar toda la atención sobre los titiriteros de Tetuán. Y es que hay dos cosas que no perdonamos a los políticos: la corrupción y los titiriteros. Pero aunque digamos que lo de los titiriteros no lo perdonaremos jamás, Manuela Carmena, jamás, sabéis todos que ya no cuela.