Irene Lozano y la teoría del color

EFE/Fernando Alvarado

EFE/Fernando Alvarado

Por Manuel Peñalver Castillo

Esta mujer no pensó nunca que su candidatura al Congreso de los Diputados, en las listas del PSOE, iba a convertirla en protagonista, como si hubiera estado con Jordi Évole, Albert Rivera y Pablo Iglesias en el bar Tío Cuco de Barcelona. Pero sabía que un hecho con ese significado contextual no iba a pasar desapercibido, ya que los socialistas habían sido los destinatarios de sus cáusticos discursos en la tribuna de oradores.

La caligrafía de tales piezas discursivas no se puede borrar ni olvidar de un día para otro. Las réplicas se han sucedido y el líder socialista tuvo que llamar a un cierre de filas ficticio. Del magenta de UPyD al rojo del Partido Socialista hay un sendero que comienza en la ideología y termina en el pragmatismo de Lozano. Felipe González y Fernández Vara dirigieron el dardo en la palabra a quien fue colaboradora de Rosa Díez y aspiró a sucederla en las primarias del 15 de julio. Cuando fue derrotada por Andrés Herzog, anunció que dejaría la política para dedicarse al periodismo. Una salida natural, pues Irene Lozano tiene una profunda formación intelectual, una pluma brillante y conoce los secretos de la comunicación. Es licenciada en Lingüística por la Universidad Complutense de Madrid y diplomada en Filosofía.

Mas la llamada de Sánchez cambió la situación. Recordemos que estuvo en El Mundo desde 1995 hasta 2005, donde fue enviada especial a Mauritania, Argelia y Kosovo y a las elecciones de Nicaragua y Suecia. Además, ha sido columnista de ABC y del diario El País, colaboradora en periódicos regionales del grupo Vocento y tertuliana en distintos medios. En su obra se documentan títulos tan relevantes como Lenguaje femenino, lenguaje masculino (1995), Lenguas en guerra (2005), Federica Montseny, una anarquista en el poder (2005), El saqueo de la imaginación (2008) y Lecciones para el inconformista aturdido en tres horas y cuarto (2009).

La teoría del color de Goethe se puede entender mejor pasando del magenta al rojo. En el trayecto virtual quedan el naranja de Ciudadanos, el morado de Podemos y el azul del PP. Por encima de opiniones a favor y en contra, Irene es una mujer cuyos mensajes persuasivos y con énfasis metafórico dominan el escenario. Se trata de una gran parlamentaria que sabe qué decir y cómo decir con oratoria ciceroniana. Su enunciado, caligrafiado en Twitter: «En el caso del PPSOE da igual el cristal con que se mire: todo es mentira» abrió una herida en el grupo socialista que no ha cicatrizado.

Pero la gramática comunicativa agradecerá sus intervenciones, siempre que le asignen una función relevante y no la posterguen como a Baltasar Garzón en el PSOE y Manuel Pizarro en el PP. Quizá su futuro político se hubiera entendido mejor en Ciudadanos mas es posible que su perfil no fuera bien visto por Albert Rivera, convencido defensor de semblanzas como la de Inés Arrimadas, símbolo de la nueva política con esa hermosa métrica que fluye y anuncia un mensaje que nunca antes había sido expresado con tanta naturalidad y elegancia.

Decía Óscar Wilde que la ambición es el refugio del fracaso. Irene Lozano, tan culta y literaria, conoce muy bien la arquitectura de esta frase y sabe que debe poner entre paréntesis la última parte. Su sueño de hacer algo importante en la política ha renacido y no está dispuesta a aceptar la preterición inclinada sobre un libro. El 20 de diciembre debe haberlo subrayado en su cuaderno de notas con un color distinto; que, posiblemente no sea el magenta, el rojo, el naranja o el azul. Tal vez lo haya proyectado con alguna voz de la lengua española tan simbólica coma aquella que pronunciamos cuando el pretérito tiende la mano al futuro. Confía en que la rima inefable de la dialéctica le dé la razón, que algunos le han quitado sin esperar a que el reloj colgado en la pared consuma las primeras hojas del almanaque.

Periodista, escritora y política; tres palabras que se repiten al leer su biografía. A veces, pensamos que un solo verso puede detener las horas en la abstracción de su certidumbre. Tal vez si leemos la primera sílaba del alba, según quiera la literatura; esa compañera que siempre aguarda, donde habitan los instantes del mundo para definir el recuerdo. La primera metáfora de Irene Lozano es una mirada que recorre el escaño. La segunda, La Odisea que vuelve como un ayer profundo. La tercera, lo que quisiéramos ser para sentir la realidad. La cuarta, decir que aquellos mensajes fueron caligrafiados en otro contexto. Y la quinta, afirmar que no acaba de entender por qué la historia se repite, cuando ella ha limado los versos para que suenen de otra manera.