Sánchez y Feijóo en una sesión de control en el mes de diciembre.

Sánchez y Feijóo en una sesión de control en el mes de diciembre. Europa Press

Política y electroshock

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La política necesita mecanismos que limiten los daños causados por personas con malas intenciones o exceso de poder. Independientemente de que su marco actual sea un juego izquierda-centro-derecha, la realidad de este esquema provoca patrones de conflicto que funcionan casi como electroshocks sociales.

Esto ocurre porque la política está en manos de personas inútiles, inmaduras o excesivamente ambiciosas, incapaces de manejar con el cuidado necesario una ciencia política que, en la práctica, sigue siendo inmadura para su fin último: mejorar la convivencia y la vida del ciudadano.

Los ciclos de conflicto en la política no son inevitables; reflejan la inmadurez de quienes toman decisiones y la falta de mecanismos que limiten daños.

Necesitamos una política que deje atrás la etapa de ensayo y error y la filosofía sin base, semejante a la psicología de los siglos XIX y XX, donde se aplicaban métodos tan brutales como electroshock o lobotomías, sin evidencia fiable: justo lo que a veces sucede cuando la política cae en manos inadecuadas.

Solo la reflexión crítica interna, ejercida desde el inicio por algunos psicólogos, permitió que la disciplina evolucionara hacia métodos más rigurosos y efectivos, con límites claros y un objetivo real: ayudar y no dañar.

Los tibios de corazón, como ya decía la Biblia, junto a ingenuos o malintencionados, contribuyen a que los errores y abusos se perpetúen. En política ocurre algo parecido: quienes se abstienen de participar porque “la herramienta no sirve” o dejan hacer porque “todo parece bien” permiten, sin proponérselo, que las mismas tensiones y conflictos se repitan.

La política se ha infiltrado en todos los ámbitos, generando tensiones y desgastes sociales. La sociedad civil en España está reaccionando como un anticuerpo frente a la invasión de prácticas y conflictos que destruyen más de lo que construyen.

Hoy estamos ante una disyuntiva evidente: el país que hasta hace poco disfrutábamos como funcional se está transformando en una pesadilla real, Halloween fuera de fecha, donde todo indica, como mínimo, inacción y empeoramiento en estructuras sociales básicas.

La gestión del COVID, la corrupción, los colapsos en infraestructuras críticas y la descoordinación general muestran que no se trata de exageración: el sistema evidencia ineptitud y paralización en muchos ámbitos. La respuesta de algunos dirigentes, calificando de “antipolítica” las reacciones de supervivencia social, junto con un fiscal general condenado por partidismo, confirma aún más la realidad española.

La sociedad civil, pese a contar con medios e información, se encuentra bloqueada en su funcionamiento cotidiano por una política gestionada por incapaces, corruptos, inútiles o correveidiles, que incluso se atreven a contradecir principios científicos por puro seguidismo sectario e ideológico, como ocurrió durante el gran apagón del pasado verano, donde la política ecoatontada ignoró datos físicos y riesgos evidentes.

Reivindicar aquí el pleno activismo constructivo frente a lo que está sucediendo. No es cuestión de derechas o izquierdas.

Al final, siempre es lo mismo: hombre frente a hombre.

Como siempre: informarse y tomar postura. Píldora roja o azul, sin medias tintas.

Elegir bien significa ayudarse a uno mismo, hoy y en la perspectiva de un futuro mejor que, con excusas, se nos está robando.