Pedro Sánchez en rueda de prensa desde Moncloa.

Pedro Sánchez en rueda de prensa desde Moncloa. Eduardo Parra / Europa Press

El último mohicano

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Estas últimas semanas están siendo un auténtico torbellino para Pedro Sánchez. Sus dos exsecretarios de Organización han acabado en prisión preventiva ante el riesgo de destrucción de pruebas y de fuga. Con este panorama, no es de extrañar si bautizo a Soto del Real como “PSOE del Real”.

El Gobierno está sin apoyos parlamentarios, sin presupuestos y ahora con antiguos cargos entrando en la cárcel, mientras media familia política del presidente aparece inmersa en distintos líos judiciales. Entre ellos, su suegro, Sabiniano Gómez, cuyo pasado empresarial —según diversas informaciones periodísticas— incluye locales de alterne donde se denunciaron prácticas gravísimas contra menores y mujeres, justamente a quienes el Gobierno presume de defender.

Para rematar, en una entrevista con OkDiario, Koldo García —conocido por su papel en el caso Ábalos— aseguró que el padre de Begoña Gómez habría aportado 100.000 euros para las primarias de Sánchez. De ser cierto, estaríamos hablando de que su ascenso interno en el PSOE pudo financiarse con dinero proveniente de esos negocios turbios, además de haber vivido en pisos vinculados a ese entorno.

Mientras el Ejecutivo intenta capear las noticias sobre sus distintas tramas y escándalos, hay algo que sigue llamando la atención: la increíble capacidad de resistencia política de alguien que parece funcionar sin sentido común ni freno moral. Lo digo, especialmente, por otra información publicada en este medio sobre la reunión entre Otegi, Cerdán y el propio Sánchez.

El Gobierno salió a desmentirlo en bloque —como suele hacer—, pero ahora se encuentran con un Ábalos acorralado judicialmente, con los dos pies ya en prisión y dispuesto a contarlo todo para intentar rebajar su futura condena. Veremos cómo acaba esta trama, aunque a veces parezca más bien una comedia grotesca.