Raúl Blasco Aznar, concejal de Teruel Existe en Muniesa.
Dicen que en Teruel sabemos brindar como nadie. Por nuestras fiestas, por nuestros pueblos, por lo que somos y lo que no hemos querido dejar de ser. Pero esta vez, si me permiten, levantemos la copa con ironía.
Un brindis por el ministro Marlaska, porque ha venido a inaugurar un cuartel en Utrillas… que tan solo tiene un tercio de sus efectivos, y aun así es el que mejor está de la zona.
Sí, cuartel nuevo, ladrillos nuevos, placa inaugural, foto oficial y aplausos bien colocados. Muy bonito todo. Pero a nosotros no nos hace falta una postal, nos hacen falta guardias civiles.
Porque hablar de seguridad en las Cuencas Mineras se ha convertido en un ejercicio de paciencia y resignación: Muniesa funcionando con un solo agente y de milagro, Utrillas con cuatro de los doce que debería tener, y Montalbán o Aliaga sobreviviendo entre turnos imposibles y servicios mínimos que ya no dan ni para cubrir urgencias.
Nos repiten que "las cifras son históricas", que "tenemos la menor tasa de criminalidad del país" o que "no hay motivo de alarma". Pues mire, señor Marlaska, lo histórico aquí es la falta de medios. Lo alarmante es que existan más de doscientas vacantes que nadie cubre, y que la "solución" sea convocar solo noventa plazas, condenando a las otras ciento diez a quedarse desiertas, como si nuestro territorio pudiera vaciarse también de seguridad, igual que se vacía de habitantes, médicos o trenes.
¿De qué nos sirve un cuartel nuevecito si no hay casi nadie dentro? ¿De qué nos sirve llamar al 062 cuando los agentes tardan más de una hora en llegar, porque están a kilómetros de distancia o porque simplemente no hay patrulla disponible?
No hablamos de teorías, hablamos de la vida real. Del día a día de nuestros pueblos. De un territorio que ya sufrió la falta de efectivos en episodios que preferiríamos no recordar: los asesinatos de Igor el Ruso, el Rambo de Requena, o los robos cotidianos que ya forman parte de la rutina: corderos, gasoil, maquinaria agrícola, todo en pueblos que aprenden a vivir mirando de reojo, sabiendo que la ayuda tarda.
Teruel no quiere discursos tranquilizadores ni estadísticas maquilladas. Tampoco quiere que le regalen vino ni jamón en una inauguración. Eso ya lo hacemos nosotros cuando hay algo que celebrar de verdad.
Lo que Teruel exige es seguridad, presencia, compromiso y un gobierno que entienda que un cuartel sin guardias es como un hospital sin médicos o una escuela sin maestros: puro escaparate.
Así que sí, brindemos. Pero no por ustedes, señor ministro. Brindemos por los guardias civiles que, con plantillas bajo mínimos, siguen dejándose la piel; por los pueblos que resisten; y por una provincia que no se resigna a quedarse abandonada tras una placa inaugural.
Y ojalá, algún día, podamos brindar también por un ministro que venga a solucionar problemas, y no solo a taparlos con una foto. Porque, con usted, no vemos la luz al final del túnel. Solo vemos que cada día está más oscuro, y que la Guardia Civil, la de verdad, la que necesitamos, se está quedando cada vez más lejos de nuestros pueblos.