Nuria Luján.
En la era de la conectividad permanente, la violencia digital se ha convertido en una extensión de las formas tradicionales de acoso y discriminación. La digitalización del trabajo ha transformado las relaciones laborales y también ha creado nuevos espacios para la violencia.
La violencia en el ámbito digital es una muestra amplificada de la violencia que en el extremo más abominable mata en los espacios presenciales. En lo que va de año, 38 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas; una de las víctimas de violencia de género residía en Zaragoza, Eugenia.
Desde UGT Aragón rechazamos cada uno de esos asesinatos que son la máxima expresión de desigualdad entre mujeres y hombres, producto de la violencia contra las mujeres por el simple hecho de serlo.
En el ámbito laboral, el acoso sexual, el acoso por razón de sexo, incluido el acoso digital y otras conductas contrarias a la libertad sexual y la integridad moral, se combaten promocionando condiciones de trabajo que eviten su comisión y sancionando a las personas que llevan a cabo esas conductas. Aplicando los protocolos y negociando medidas en los Planes de igualdad.
La tecnología no es neutral, está atravesada por las mismas desigualdades que estructuran nuestra sociedad y la protección laboral debe avanzar al mismo ritmo que los cambios tecnológicos.
UGT Aragón pone también la atención sobre el uso de plataformas corporativas y otros medios tecnológicos, acompañando a las mujeres que sufren la violencia en línea, incorporando la violencia digital en nuestras negociaciones y protocolos de prevención y exigiendo responsabilidades a las empresas y a las plataformas que permiten su reproducción.
En un mundo donde el trabajo híbrido y remoto es cada vez más frecuente, construir entornos digitales seguros es esencial para garantizar la igualdad, la participación plena y la salud de quienes trabajan.
La violencia digital adopta múltiples rostros, desde la difusión no consentida de información personal o imágenes, hasta el hostigamiento constante mediante plataformas digitales, la manipulación de datos para desacreditar, o la exclusión intencionada de espacios virtuales de trabajo.
El acoso laboral con medios digitales no representa solo mensajes ofensivos en redes sociales o correos hostiles, es un fenómeno que vulnera la dignidad, la seguridad y los derechos de las trabajadoras.
Afecta desproporcionadamente a mujeres, no porque ellas "usen más tecnología", sino porque las desigualdades que existen en los espacios presenciales se reproducen y amplifican en los entornos digitales.
Un informe del Ministerio del Interior de 2023, sobre delitos contra la libertad sexual, destaca que un 66 % de las víctimas registradas de ciberdelincuencia sexual son mujeres, mientras que un 96 % de los ciberdelincuentes sexuales investigados o detenidos son hombres.
Además, la estadística recoge que el 84,8 % de las víctimas son menores de 18 años (de ese porcentaje, el 47,6 % son menores de 13 años) y, respecto a la tipología penal, destacan los delitos contra la libertad sexual: pornografía infantil, contacto con menores de 16 años a través de la tecnología con fines sexuales y corrupción de menores, personas con discapacidad y acoso sexual.
En cuanto a la distribución porcentual de investigados-detenidos, recaen sobre hombres los siguientes datos: por pornografía de menores, un 96 por ciento; por acoso sexual, promoción de la prostitución a través de nuevas tecnologías, exhibicionismo, provocación sexual y delitos relativos a la prostitución, un cien por cien.
El Ministerio de Igualdad, en su estudio sobre "Violencia contra mujeres, niñas, niños y adolescentes" de mayo de 2025 concluye que la violencia digital es un fenómeno en constante evolución que requiere de una respuesta integral, normativa, educativa y tecnológica para proteger a mujeres y menores. El objetivo final ha de ser reducir riesgos y garantizar un entorno digital seguro y respetuoso.
Otro informe publicado por la ONU de la Comisión para la Banda Ancha señala que más del 73 % de las mujeres han sido expuestas o han experimentado algún tipo de violencia en internet y el 90 % de las víctimas de distribución de imágenes íntimas de contenido sexual sin consentimiento son mujeres.
Las mujeres suelen enfrentar mensajes con connotaciones sexuales, comentarios invasivos sobre su vida personal, insinuaciones en tono "de broma", o presiones disfrazadas de cercanía. También son blanco de microagresiones como la corrección constante, la vigilancia sobre su rendimiento o la deslegitimación en canales digitales.
La violencia "virtual" tiene efectos. Afecta a la salud mental, destruye reputaciones, genera miedo, y condiciona la participación de las mujeres en los espacios laborales. En muchos casos, empuja al abandono, por miedo a ser ridiculizadas o atacadas.
No podemos permitir que el miedo se naturalice en nuestros entornos digitales, del mismo modo que no lo aceptamos en nuestros espacios de trabajo físicos. Las empresas e instituciones deben entender que el entorno digital también es un espacio de trabajo y por tanto, tienen que asumir su responsabilidad, deben prevenir y sancionar estas conductas.
Ya encontramos sentencias como la del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (STSJM6523/2024) que confirmaba la procedencia del despido de una trabajadora por realizar comentarios despectivos y vejatorios hacia compañeras y compañeros de trabajo en un chat corporativo de la empresa, recogiendo que "los comentarios claramente denigrantes fueron realizados en un entorno laboral y utilizando una plataforma corporativa, fueron descalificaciones personales que minaron la moral".
En resumen, la tecnología no crea la violencia, pero sí puede amplificarla si no se establecen límites claros y políticas de prevención.