Septiembre siempre tiene un aire de comienzo. Igual que cuando éramos niños y estrenábamos mochila y cuadernos, la vuelta al cole se ha convertido en la metáfora perfecta de ese momento en el que volvemos a la actividad después de un paréntesis de descanso y reflexión.
Durante las vacaciones hemos tenido tiempo de mirar desde cierta distancia, de pensar en lo que funciona y en lo que no, y de volver con la energía renovada y, en muchos casos, con nuevos propósitos.
En mi experiencia, es también la época en la que más conversaciones tengo con otros CEOs, directivos y empresarios sobre cómo enfocar este nuevo curso empresarial. Y hay una pregunta que suele repetirse en esas reuniones y charlas: ¿qué es lo verdaderamente importante en este inicio de ciclo para nuestras compañías?
Si tuviera que sintetizarlo en tres grandes recomendaciones para cualquier empresa de cualquier tamaño y sector, serían estas: asegurar la continuidad del negocio, potenciar la innovación y apostar por la formación de las personas.
1. Seguridad y ciberresiliencia: el nuevo blindaje de la continuidad del negocio
La continuidad del negocio es el verdadero pulso de cualquier compañía. Para sostenerla intervienen muchos elementos decisivos: la calidad del producto, la excelencia en el servicio, la eficiencia de los procesos o la capacidad de adaptarse al mercado. Pero entre todos ellos hay uno que quiero subrayar especialmente, porque de su fortaleza depende en buena medida todo lo demás: la seguridad.
Las noticias de ataques, estafas y brechas de datos son ya habituales, y no distingue entre sectores ni tamaños. Cualquier compañía es vulnerable, pero a su vez, cualquier compañía puede convertirse en resiliente si entiende la seguridad como un activo estratégico.
Invertir en ciberseguridad no es un gasto, es un blindaje de futuro. La resiliencia digital se convierte en un factor de confianza tanto para nuestros clientes como para nuestros equipos y socios. Un ataque no solo tiene un coste económico, sino un impacto reputacional difícil de reparar.
Por eso, la vuelta al cole empresarial es también un buen momento para revisar nuestras políticas de seguridad, auditar nuestros sistemas, formar a nuestros equipos y, sobre todo, instalar en la cultura corporativa la convicción de que la seguridad no es responsabilidad exclusiva de un departamento técnico, sino una tarea compartida por todos.
2. Innovación como ADN empresarial
La innovación ya no es un proyecto, ni un departamento aislado, ni una opción que se puede posponer para “cuando haya más tiempo”. La velocidad con la que evoluciona la tecnología —y, en particular, la inteligencia artificial— nos obliga a que la innovación forme parte indiscutible de nuestro día a día.
Hoy la diferencia entre crecer o quedarse atrás depende de la capacidad que tengamos de explorar nuevas formas de trabajar, de abrirnos a modelos de negocio distintos y de escuchar lo que la tecnología nos ofrece para generar valor. Innovar no siempre significa crear algo disruptivo que cambie el mundo, muchas veces se trata de introducir mejoras constantes que permitan a la organización ser más ágil, más competitiva y más cercana a sus clientes.
En este “nuevo curso”, la invitación es a no ver la innovación como un reto lejano, sino como un ejercicio continuo que se integra en todos los procesos empresariales. Debemos garantizar que el aprendizaje, la curiosidad y la capacidad de experimentar formen parte de la cultura de la organización.
3. Las personas y la cultura del aprendizaje continuo
La tercera clave es, quizá, la más determinante e influyente en las dos anteriores: las personas. Ninguna empresa avanza sin el motor humano que la impulsa. Y en un contexto en el que lo que sabemos hoy puede quedar obsoleto mañana, la formación se convierte en la inversión más estratégica que una empresa puede hacer para garantizar su presente y futuro.
No hablo solo de los programas de formación para quienes se incorporan. Me refiero al upskilling y al reskilling de los equipos que ya forman parte de la organización, a la capacidad de reinventarse, de asumir nuevas competencias y de seguir creciendo en habilidades en paralelo al crecimiento de la empresa.
Hace unas semanas, en una conversación con el presidente en España de una de las marcas tecnológicas líderes a nivel mundial, me decía algo que resume perfectamente este punto: “Uno de los factores clave que tenemos nosotros a la hora de contratar ya no es solo lo que la persona sabe, sino su actitud y capacidad de aprender permanentemente”. Esa mentalidad de aprendizaje continuo es un rasgo cultural que tenemos que abrazar como compañías.
El conocimiento acumulado puede perder valor con rapidez, pero la capacidad de aprender y adaptarse nunca caduca. Y esa es la verdadera ventaja competitiva de cualquier empresa: un equipo dispuesto a aprender, desaprender y volver a aprender.
Una invitación a liderar desde la inspiración
La vuelta al cole es, en definitiva, un momento ideal para reconectar con la visión y con la responsabilidad de liderar. Tenemos la oportunidad de marcar la pauta y dar ejemplo: asegurando nuestra continuidad, impulsando la innovación y apostando de manera decidida por el aprendizaje de las personas.
Más allá de los planes estratégicos y las hojas de ruta, se trata de inspirar a nuestras organizaciones para que asuman que cada septiembre no es una repetición del año anterior, sino una oportunidad para crecer de otra manera.
Si conseguimos que la innovación sea natural, que la seguridad sea sólida y que la formación sea constante, estaremos construyendo compañías más fuertes, más humanas y más preparadas para los desafíos que vendrán.
Porque, al fin y al cabo, lo importante no es lo que se promete en septiembre, sino lo que se consigue sostener durante todo el curso.