Han pasado dos años desde que una nueva Corporación municipal tomara las riendas del gobierno de la ciudad de Zaragoza y es tiempo de reflexionar sobre qué ha pasado, qué cosas se han hecho y qué se pretende hacer en los dos próximos años.
Dejando un poco de lado cuestiones deportivas, culturales, asistenciales u otras, vamos a centrarnos en la propia ciudad, en la que pisamos todos los días. Y en este sentido, se han hecho muchas cosas y se prevé hacer muchas más. Esa visión de futuro, ese pensar y preparar nuevos proyectos a medio plazo, en lugar de ceñirse a los cuatro años de mandato y los que vengan después que empiecen de nuevo, no resulta criticable, sino, por el contrario, se valora en su medida.
Es cierto que tras la mejora de las cuentas municipales y la llegada masiva de fondos europeos, la inversión está siendo posible como nunca antes lo había sido.
Solo tres proyectos (dos en marcha y otro a punto de adjudicarse) van a suponer un hito en la ciudad solo comparable a las obras que se ejecutaron con ocasión de la Expo de 2008. Se trata de la recuperación del Huerva para la ciudad, la urbanización de los terrenos de El Portillo y la construcción de la nueva Romareda.
La incorporación a la ciudad de los terrenos de El Portillo va a suponer, además, una pequeña (o gran) revolución en el tráfico rodado de la zona y de toda la ciudad. Es una cuestión, esta del tráfico, difícil de interiorizar y de entender, pero parece que la reforma va encaminada a facilitar la renovación de los paseos María Agustín, Pamplona y Constitución. Los técnicos municipales ya hace bastantes años que reclamaban estas reformas (solo en pavimentos de las aceras, ya hay un buen número, todos diferentes), además de convertir el paseo Pamplona en un cruce de líneas de autobús, casi a modo de estación, o la introducción de carriles bici, entre otras cuestiones.
Recuerdo que cuando se quería peatonalizar la calle Alfonso, el entonces alcalde, Ramón Sainz de Varanda, decía que solo se podría hacer si existía una alternativa al tráfico rodado. Hay que suponer que los técnicos municipales han previsto alternativas para ese tráfico que entra o sale de la ciudad, tráfico ajeno a los barrios por los que circula y que debe canalizarse adecuadamente. Zaragoza no cuenta con grandes avenidas; solamente el cubrimiento del Huerva o las antiguas vías pecuarias (pasos de ganado) han hecho posibles las pocas que tenemos. La línea 1 del tranvía ya eliminó prácticamente el eje Gran Vía-Fernando el Católico, por lo que ahora conviene no equivocarse (pues ya hemos dicho que es complicado y difícil de entender) en la distribución del tráfico de entrada o salida de la ciudad mediante la reordenación del tráfico rodado en El Portillo.
Y hablando de la ciudad que pisamos, la lista de calles que se han renovado y se piensa renovar es casi inabarcable; la avenida de Navarra, la de Cataluña, el Coso y la plaza de San Miguel y muchas calles en casi todos los barrios de la ciudad, además de un nuevo puente sobre el Canal en Valdefierro.
Están previstas Miguel Servet, el entorno del parque Pignatelli, Francisco Vitoria, Santander, avenida de Valencia, Cortes de Aragón, María Lostal, avenida de San José …
Y las obras se distribuyen por toda la ciudad, aunque es cierto que los grandes proyectos están en el centro, pero no hay ninguna ciudad en el mundo que no tenga mejor cuidado el centro que los barrios periféricos; barrios que deben renovarse en un proceso de mejora continua para ir desdibujando y reduciendo las “diferencias” inevitables.
Puede decirse, sin riesgo de equivocación, que Zaragoza es, en estos momentos, una ciudad viva, que se acomoda a los tiempos cambiantes, aunque queda mucho por hacer; como, por ejemplo, reducir el efecto isla de calor. Pero esta es otra cuestión que trataremos más adelante.