Natalia Chueca se ha convertido en una especialista del ilusionismo político. En una auténtica maga del arte de la distracción, que intenta encandilarnos con una Zaragoza idealizada, reluciente y llena de anuncios para ocultar la otra realidad de nuestra ciudad.

Pero existe una Zaragoza real que no sale en el Instagram de la alcaldesa. Una parte de la ciudad que a Natalia Chueca no le interesa porque nunca ha formado parte de ella y que intenta esconder. Aquella donde solo va de excursión con su atril, se hace una foto, atiende a los medios de comunicación y se va.

Una Zaragoza real con desigualdades entre los barrios, sensación de inseguridad en algunas zonas, interminables frecuencias de bus y más accidentes en las calles. La misma que tiene sin resolver la conexión entre Las Fuentes, San José, Oliver y Valdefierro, sufre problemas de movilidad y sus calles y plazas son cada vez más grises y encementadas.

Una ciudad en la que el precio de la vivienda se ha disparado y en la que se está privatizando sin piedad los servicios públicos, pilar de nuestro estado de bienestar.

Una Zaragoza fuera de la foto que está cada vez menos cohesionada, en la que un 35% de los zaragozanos, se dice pronto, tienen dificultades para llegar a final de mes, y en la que las políticas sociales se encuentran sometidas al yugo de Vox, de la ultraderecha.

Los problemas de la ‘cara b’ de una Zaragoza que intenta tapar Natalia Chueca y que era el momento de afrontar con liderazgo y ambición. Porque con 1.300 millones de presupuesto era la ocasión de resolver estos problemas y de proyectar y diseñar la Zaragoza del futuro. Un presupuesto récord en 2024 que ningún otro Gobierno ha podido disfrutar.

Y pese a su abundancia, las prioridades de Natalia Chueca han quedado claras. Y ni mucho menos ha sido la de gobernar para la inmensa mayoría. Porque mientras ha subido las tasas del agua, la basura e incluso el billete del autobús a todos los zaragozanos, ha perdonado más de 20 millones de impuestos a los más “afortunados”: sociedad Nueva Romareda, Hospital Quirón, Saltoki, Becton Dickinson o la sociedad del Tiro de Pichón.

Y qué vamos a decir de la recalificación a la carta del antiguo colegio Jesús y María. Un suelo educativo que se ha convertido de la noche a la mañana en 160 viviendas de lujo gracias al lápiz mágico de Chueca y a los votos de su inestimable socio de Vox. Un pelotazo urbanístico que el Grupo Municipal del PSOE no podía pasar por alto y que por responsabilidad, ha llevado a los tribunales.

Porque lo que ha quedado claro es que Natalia Chueca gobierna para unos pocos y a golpe de caprichos. Así lo ha hecho con la ampliación del Parque de Atracciones, que acabará con una de las señas de identidad de esta ciudad, con su proyecto Distrito 7 de Giesa y con la idealizada Ciudad Inteligente del Deporte, que el tiempo ha demostrado que está basada en tres mentiras: ni es ciudad, ni es inteligente ni sirve para el deporte.

Aunque, sin duda, la que se ha convertido en la gran mentira de Chueca ha sido el nuevo estadio de La Romareda. Un campo que de costar cero euros, ¿se acuerdan? Ya supera los más de 150 millones de dinero público.

Esta es la forma de gobernar Natalia Chueca, con el único objetivo de cortar cintas de cara a 2027, y convertir la ciudad en una réplica barata de Madrid para que “pasen cosas”, como a ella misma le encanta decir. Para ello, no ha tenido ningún reparo en intentar acabar con algo tan nuestro como la Lonja, o gastarse 400.000 euros en un espectáculo de luces, 40.000 en anillar el puente de Piedra y 50.000 en plantar vides en el parque Macanaz.

Pero no queremos ser la copia barata de otras ciudades. En Zaragoza ya pasan cosas y son parte de nuestra riqueza y nuestras singularidades. Queremos ser una ciudad moderna, sin parecernos a nadie. Una Zaragoza real, imperfecta, que presuma de igualdad, integradora y diversa.

La Zaragoza de los coles abiertos, del tranvía a todos los barrios, los parques donde jugar y refugiarse y los centros cívicos donde convivir. Una ciudad donde quepan todos porque Zaragoza es mejor si es para todos y en la que nadie quede fuera de la foto oficial.