Nos acostumbramos a simplificar ideas, a reducir el análisis a la mínima expresión y a sobreutilizar palabras para convertirlas en mantras que dejamos vacíos de contenido. Una de esas palabras es meritocracia. La RAE define la meritocracia como un “sistema de gobierno en que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales”. La pregunta es: ¿a qué méritos personales nos referimos?
En el mundo del derecho diríamos que estamos ante un concepto jurídico indeterminado que no permite alcanzar una respuesta exacta, pudiendo variar la conclusión en base al análisis e interpretación que realicemos para el supuesto de hecho concreto. En cualquier caso, la costumbre social ha hecho que la resolución del debate se decida atendiendo al currículum vitae de la persona.
Hollywood, el neocapitalismo, los gurús de las redes sociales y tu vecino José María, que se leyó un libro de coaching el pasado verano, te dicen que si visualizas tus objetivos y te esfuerzas podrás alcanzarlos. Sal de tu zona de confort, fórmate, crece y esfuérzate. Haz méritos para tener una vida mejor. Esa misma línea argumental es la que te lleva a concluir que si no has alcanzado tus metas es porque no te has esforzado lo suficiente y no has hecho méritos para ello. Deberás seguir intentándolo.
Esta idea se ha arraigado en el mundo de la empresa y de la política. El directivo exitoso y hecho a sí mismo o la política sobradamente preparada para representar al pueblo pueden ser ejemplo de ello. El problema es que, en algunas ocasiones, no es oro todo lo que reluce.
Esta semana la lupa mediática y judicial se ha posado sobre dos nombres: Cristóbal Montoro y Noelia Núñez.
Montoro es licenciado y doctor en Ciencias Económicas. El exministro de Hacienda con José María Aznar y Mariano Rajoy está siendo investigado junto con otras 27 personas por presuntos delitos de cohecho, prevaricación y tráfico de influencias. La investigación se centra en averiguar si el exministro y su equipo, durante su mandato, elaboraron leyes a medida para beneficiar a empresas que aparentaban ser exitosas por méritos propios: empresas gasistas, empresas de energías renovables, empresas eléctricas y empresas dedicadas al juego. Todo ello, supuestamente, a cambio de contraprestaciones millonarias para los investigados y en perjuicio del resto de la ciudadanía.
Noelia Núñez, con tan sólo 33 años, ha sido concejala del Ayuntamiento de Fuenlabrada desde 2015, diputada de la Asamblea de Madrid entre los años 2021 y 2023, y diputada del Congreso desde el 2023. Su currículum recogía los méritos obtenidos en el ámbito académico. Hasta esta semana constaba un doble grado de Derecho y Ciencias Jurídicas, un título en Filología inglesa y haber trabajado como profesora en la Universidad Marroquín. Hay un problema: el currículum era falso.
Los supuestos méritos desaparecen. Las mentiras en su trayectoria profesional y educativa han forzado su dimisión. Núñez amagó con mantenerse en su cargo afirmando que se trataba de un error, pero finalmente ha dimitido por existir documentos gráficos donde afirmaba ser lo que no era. No estábamos ante un error, estábamos ante una mentira. No se preocupen por ella porque ya tiene trabajo en un programa televisivo de Mediaset.
¿Qué lleva a un cargo político a mentir sobre su trayectoria académica y profesional? Puedes darle mil vueltas y llegarás siempre a la misma conclusión: aparentar lo que no es; y de manera más concreta: aparentar lo que cree que mejora su estatus social. Validarse con un papel. Puro clasismo.
Volvamos a la RAE. El clasismo es definido como la “actitud o tendencia de quien defiende las diferencias de clase y la discriminación por ese motivo”.
Recordemos las chanzas que se realizaron sobre la exministra Irene Montero por haber sido cajera de supermercado. Y es que, para algunos un trabajador o ciudadano de a pie no puede ser representante del pueblo; para ellos el mérito va aparejado sólo a determinadas profesiones o actividades.
¿Por qué un agricultor o una ganadera va a representar peor la voz del pueblo que una abogada? La sociedad es plural y como tal debe estar representada. Hay personas sin estudios superiores que tienen una cultura y una visión del mundo más amplia que otros con las paredes repletas de diplomas. Muchos de los pequeños ayuntamientos de nuestro país están muy dignamente dirigidos por personas que carecen de títulos universitarios.
Obviaré, por cuestiones de espacio en este artículo, el listado de políticos licenciados que ya han sido condenados en casos de corrupción y han terminado cumpliendo condena en prisión. La formación académica puede ser importante pero no debe ser determinante, lo único innegociable debe ser la honestidad y la vocación por el servicio público.
Muchas familias de clase obrera, durante los años 90, explicaron a sus hijos que debían ir a la Universidad en busca de una vida mejor que la de sus predecesores. Lo que algunos no sabían es que el esfuerzo no es el mismo para todos y que, en la mayoría de las ocasiones, se necesita algo más.
Los sacrificios sólo son una parte de la ecuación a la que debemos añadir el entorno social, la suerte, la experiencia vital y la formación, entre otros; y aun así, siempre puede que otra persona llegue antes a la meta bien por su agenda de teléfono bien por el ritmo que tenga tocando las palmas.